"La Argentina Sangra…"
Tal es el título del excelente libro que publicó Luciano Orellano donde sitúa el debate de la hidrovia en el contexto de la lucha por la soberanía del rio Paraná y lo enmarca dentro de la unidad geográfica que lo contiene: nos referimos a la Cuenca del Plata. Esta será clave en la economía agraria de la década que viene. Son 3.500.000 km2 donde se siembra y despacha la soja y el maíz de parte de Bolivia y Brasil, más Paraguay, Uruguay y Argentina. Cinco mil barcos ingresaron en 2019 en esa cuenca y 2632 arribaron al polo exportador rosarino, desde donde partieron el 75 % de nuestras exportaciones. Casi todos con el mismo destino: el sudeste asiático. Dos de cada tres barcos que salen de nuestro país van a China. Ese destino, desde la década del 90 para acá, modeló a la Argentina agraria.
China en 1996 producía y consumía 15 millones de toneladas de soja por año. En 2021 produce las mismas toneladas, pero consume alrededor de 115 millones. El USDA (Departamento de Agricultura de EE.UU.) predijo que China para el 2030 va a necesitar 140 millones de toneladas. Según los especialistas, los rindes agronómicos podrían aumentar a un ritmo del 1 o 2 % por año. Y las necesidades asiáticas necesitan un crecimiento del 3,5% por año para estar satisfechas.
Esta demanda a priori es una buena noticia para la economía argentina, pero plantea serios dilemas que hay que empezar a prever, ya que presionará fuertemente al interior de nuestro país en dos direcciones. La primera es la cuestión ambiental, puesto que los pedidos de soja van a empujar la ampliación de la frontera agropecuaria y esto incrementará la coacción sobre nuestros bosques nativos. Tierra hay la que hay, no se puede fabricar más. La Argentina (sensata) no resiste un metro más de soja ni un centímetro menos de bosque.
La otra tensión va a ser, sin duda, sobre los precios internos de los alimentos de consumo masivo. Hoy los chinos a partir del proceso de urbanización que impulsaron a partir de la década del 90 elevaron los niveles de consumo de proteínas de origen animal a cerca de 50 kg per cápita. Y eso hay que sostenerlo, para lo cual hay que alimentar a esos cerdos y esas aves, y eso se hace con maíz y derivados de la soja.
La cuenca del Plata será-sin duda- uno de los lugares donde vendrán a buscar ese y otros abastos. El trigo-tambien- es un cereal históricamente de alta demanda. A dos meses de la última cosecha ya está comprometido con la exportación el 90% de lo cosechado. ¿Y los molinos, con qué materia prima y a qué precio van a atender el mercado interno? Conflictos en puerta.
Estas demandas externas van a menear el mercado interno por la próxima década, para lo cual hay que administrar correctamente esta tensión y hacer la faena con antelación y talento. Esto es clave para resolver el problema inflacionario y mejorar la calidad de vida de los sectores populares. Mas allá de la coyuntura, la Argentina debe encontrar algún mecanismo permanente, inteligente y creativo de intervención y regulación de su mercado granario. Necesitamos salirnos de esta lógica de exportar sin industrializar y empezar a construir otro modelo de producción de alimentos para humanos.
Esta reconversión debe hacerse con la inclusión de pequeños productores y PYMES, hay que evitar reproducir el actual modelo de integración vertical monopólica de la producción de alimentos. Cambiar esto no es soplar y hacer botella, pero hay que empezar, porque el actual “modelo” es desaconsejable desde todo punto de vista.
La demanda china es una gran oportunidad para generar ARRAIGO y desarrollo rural en el interior profundo, pero hay que aprovecharla con sabiduría…Un gobierno popular solo puede pactar transitoriamente con los monopolios, no puede pensar y/o apoyar su política de alimentos en una alianza permanente o negociando “sólo” con ellos. Sería un error fatal. Por eso son tan importantes las elecciones, para reunir fuerza con votos, ya que razón sin fuerza es como un tractor sin motor: está, pero no te lleva a ningún lado…
Salud y Cosechas.
Máximo Paz-verano del 2021.