“La Argentina sigue en el mismo cuadrante que Venezuela”, se señala en un editorial de El Cronista. Luego se indica que ello no atemoriza a “los ejecutivos de las grandes corporaciones” que ya saben que “los gobiernos nativos se las arreglan para contener los estallidos”. Pero aún así, dice que aleja al país del “radar de los inversores globales” en un “mundo líquido” donde abunda el “capital disponible”.
Pero ¿por qué nos perdemos esa “lluvia de inversiones” después que Alberto Fernández evitó el default en que había dejado la gestión de Mauricio Macri e intenta cerrar la grieta con un llamado al acuerdo social que convoca desde los empresarios más concentrados, pasando por las centrales sindicales y llegando hasta los movimientos sociales?
“En las pantallas de Wall Street” el anuncio de Alberto Fernández de iniciar “una investigación para establecer si se cometió fraude con el acuerdo firmado con el FMI sonó poco racional”, dice el editorialista. También “llamó la atención” que esa investigación choque con los argumentos de CFK de no judicializar la política económica en el caso dólar futuro (hecho falso ya que la expresidenta no llamó a parar la investigación, sino a impulsarla hasta alcanza a quienes se beneficiaron del dólar futuro: un grupo de exfuncionarios de Cambiemos). Por último, para sumar una pata regional a su encuadre geopolítico, indica que el “fallo que liberó a Luiz Inacio Lula Da Silva de las condenas del Lava Jato echó más sombra en la región”.
El editorial es interesante para ilustrar como el interés de un grupo de políticos, periodistas, jueces y financistas locales e internacionales, que conformaron la alianza que gestó una serie de gobiernos liberales alineados a Washington en la región, es presentada como un paradigma de política económica para atraer inversiones.
De acuerdo a esa visión, investigar sus negociados financieros, operaciones mediáticas y armado de causas judiciales no es una construcción de instituciones serias que eviten el saqueo de la región. Por el contrario, es presentado como una debilidad institucional que atenta contra las bases del buen funcionamiento de la economía ahuyentando los inversores internacionales.
El “radar de los inversores”, los “jefes de las grandes corporaciones” y las “pantallas de Wall Street” están atentas a que los “gobiernos nativos” no saquen los trapitos al sol, mostrando que instituciones como el FMI fueron utilizadas para sostener facciones políticas que garantizaban ciertos negocios financieros a determinados grupos internacionales.
El castigo sería evitar la expulsión de la “liquidez global” sobre las economías de la región sedientas de capital. La impunidad de ese establishment local y global colisiona, sin embargo, contra el hecho de que mientras fueron gestión, no hubo lluvia de inversiones. Por el contrario, absorbieron hasta el agua de las macetas del capital nacional para fugarlo al exterior, dejando la cuenta a pagar para el gobierno popular.
@AndresAsiain