Son aliadas políticas, compañeras en la lucha feminista, viven en Porto Alegre y cuando dialogan se retribuyen palabras elogiosas. Dilma Rousseff tiene 73 años y después de Lula es la principal dirigente del PT. Manuela D’Avila, de 39, es referente del PCdoB, el Partido Comunista. La ex presidenta de Brasil y la candidata a vice de Fernando Haddad en las últimas elecciones de 2018 conversaron sobre la realidad de un país en el que no quieren ver cómo se naturalizan las muertes. La periodista entrevistó a la economista en su canal de Instagram y Página/12 siguió el encuentro que tuvo casi 70 mil reproducciones en pocas horas. Dilma apoyó la candidatura de Manuela a la alcaidía de la capital de Rio Grande do Sul en diciembre pasado, a donde se mudó después del juicio de Impeachment a que la sometió el Congreso en 2016.
- Dilma querida…
- ¿Tudo bom Manuela?, se saludan apenas cruzan miradas y aparecen ambas en la pantalla de la computadora dividida en dos. A D’Avila le brillan los ojos de emoción. Es locuaz y carismática. Está por presentar el libro del que es compiladora: "Siempre fue sobre nosotros", con una bajada que dice "Relatos de violencia política de género en Brasil". La tapa está ilustrada con un puño cerrado y en alto de mujer. Cualquier alusión al saludo que se volvió universal durante la Guerra Civil española es pura coincidencia. Rousseff es una de las autoras. También escribieron Maria do Rosario, la diputada federal que le ganó un juicio a Jair Bolsonaro por expresiones ultrajantes, Benedita da Silva y Anielle, la hermana de Marielle Franco -asesinada en 2018 por sicarios ligados al bolsonarismo – hizo el prólogo.
Dilma apenas comienza a responder la primera pregunta, comenta: “La gente dice cuando saluda, ¿todo bien? Pero es para afuera, porque no está nada bueno Brasil."
-¿Es cada vez más difícil? le dice Manuela.
- Es la situación más grave que el país enfrentó. Hemos llegado a 1.900 muertos hoy y hallo que es un genocidio deliberado. Yo creía, sabés, que era incompetente, pero en esta proporción no puede ser solo incompetente, es mala fe, es mala voluntad, no puede ser que sea incapaz de proporcionar la vacuna. Es una cosa impresionante, responde Dilma.
La dirigente formada en periodismo en la Universidad Pontificia le habla sobre la falta de empatía de Bolsonaro con la población durante la pandemia que se agravó en Brasil por sus políticas criminales.
La expresidenta recuerda un hecho de su gobierno para demostrar la conducta diferente que tuvo en relación al militar ultraderechista con la pandemia del Covid-19. Fue cuando se produjo la tragedia de Santa María, en Rio Grande do Sul, el 27 de enero de 2013. El incendio en la discoteca Kiss que dejó al menos 245 muertos y más de un centenar de heridos. Rousseff se encontraba en el exterior y suspendió su participación en la Cumbre de la Celac-UE para regresar a Brasil.
-Fue una tragedia tan gigantesca… Por eso era mí deber estar ahí, en Santa María, contó Dilma.
Enseguida D’Avila le preguntó por la noticia política más importante de la semana en América del Sur. La habilitación del Tribunal Supremo de Justicia para que Lula pueda ser candidato en las elecciones de 2022.
-Yo acredito que fue un día histórico el 8 de marzo. Ahora es importante también que el Tribunal resuelva la interdicción de (Sergio) Moro como juez. Un hombre que violó todas las reglas de un estado democrático de derecho, del derecho a defensa, de la neutralidad de un juez, todo eso es lo que él no fue. Para mí no basta que se actúe con relación a Lula, porque hay cosas que son irreversibles, por ejemplo sus 580 días de prisión. Yo asistí a toda la indignación que Lula sufría, porque no hay nada peor que una persona sea perseguida injustamente. Y la frustración porque nunca pudo conseguir un espacio de defensa.
Manuela interrumpe y le comenta:
- Ése es un proceso que comenzó con un golpe contra ti. La escalada de violencia política fue creando las condiciones para el Impeachment en Brasil. Con situaciones nefastas que se iban dando en las calles y todo eso junto caminando al mismo tiempo con el Lava Jato.
- Rousseff asiente y completa: “Con las mujeres perdiendo derechos, los trabajadores perdiendo derechos… Bolsonaro ha creado conflictos con todo el mundo, como con los gobernadores. Pocas veces vi igual falta de respeto por el sistema federal de este país. Yo no soy del partido del gobernador de Río Grande de Sul (Eduardo Leite), pero no puede ser cómo le faltó el respeto. El presidente tiene que respetar. Dice que tiene que salvar la economía, pero no salvará la economía si no acaba con la pandemia. Esto puede ser una catástrofe. Yo estoy en una situación de indignación constante. Y lo digo por lo siguiente. La gran mayoría de la población brasileña está encima de los 18 años y llega hasta los 60. Y van a ser los últimos en vacunarse. Yo tengo 73 y entraré en la segunda etapa de vacunados, pero estoy preocupada por esa gran mayoría brasileña. No sé si sabés que la media de personas infectadas cayó hasta la edad de 45 años. Es gravísimo lo que está pasando en el país y es algo con lo que no me conformo porque no se puede normalizar la muerte.
Las dos coinciden en que Bolsonaro, además del catastrófico manejo de la pandemia, normalizó la misoginia en Brasil. “Yo gusté mucho de escribir en el libro cómo el golpe fue patrocinado por una agenda neoliberal y neofascista. Él tiene una especie de lenguaje misógino y no es sintáctico, es su gramática.” Manuela le reconoce a su entrevistada que cuando puso la cuota de género para cargos electivos en su gobierno, comenzó el disgusto en el Congreso nacional. También comenta que “la legitimación social de Bolsonaro se basó en el machismo y la misoginia”.
Dilma se entusiasma cuando habla de las luchas feministas. “En Brasil el machismo y la misoginia siempre se mudaron de ropas pero no de caras. El objetivo siempre fue tornar a la mujer un ser secundario y sobre todo cuando ella está disputando niveles de poder. El machismo es generalizado, pero la misoginia ataca sobre todo a la mujer en el poder”.
D’Avila aporta un dato que ratifica los altos niveles de desigualdad que perviven en la sociedad brasileña y que los gobiernos del PT habían aplacado: “El 63 por4 ciento de las mujeres negras con hijos de hasta tres años no consiguen trabajar”. Antes de despedirse después de casi una hora de diálogo, Rousseff le comenta: “Sin mujeres Brasil no tendrá políticas sociales efectivas, no hay cómo. Vamos a tener que desatar demasiados nudos como el de la misoginia, el de los preconceptos. Es importantísimo que haya democracia en este país para que pueda acabar la pandemia y la economía vuelva a crecer y que haya empleo decente. Para que el pueblo vuelva a salir a las calles a manifestarse y para reconstruirlo. Brasil no puede ser gobernado por alguien que solo mira los intereses del mercado”.