La Carrera de Miguel cumplió 21 años en enero pasado. La ocurrencia del periodista italiano Valerio Piccioni ya cruzó tres décadas y varias ciudades. La primera fue Roma en el 2000 y en 2001 se mudó a Buenos Aires. Esta semana la Fundación Konex reconoció su extensa trayectoria y los valores que expresa de memoria, verdad y justicia. Cuando se corre, se corre por Miguel Sánchez, el atleta desaparecido, la bandera entre los y las deportistas víctimas del terrorismo de Estado.
La mención especial a la prueba es un acto de justicia. En un mundo de runners –ahora se los llama en inglés– y de marcas que buscan posicionarse en maratones, mediomaratones y competencias de distancias más cortas, La Carrera de Miguel es diferente. No la patrocinan los grandes sponsors del mercado. Funciona con otra lógica. Es un punto de encuentro, de corredores y corredoras comprometidos que militan la vida en distintos espacios.
El presidente de la asociación civil que contiene a la carrera, León Pagnutti, y Angie, la sobrina de Miguel Sánchez, recibieron la estatuilla del premio en la Ciudad Konex. Desde que se extendió la prueba por la extensa geografía del país, la organizan las escuelas o universidades y sus profesores. Como sucede cada año en el colegio de Enseñanza Media n° 7 Ernesto Che Guevara de Berazategui, donde Miguel es un símbolo que evocan las diferentes promociones de alumnos cada año.
Ahí donde hay marketing y cotillón para alimentar el consumo, Miguel es una presencia incómoda, que remite a un pasado de oprobio. Por eso al gobierno porteño nunca le interesó la carrera. Sí permaneció en el calendario se debió al compromiso de Elvira Sánchez - la hermana de Miguel -, sus amigos, compañeros y corredores militantes como Martín Sharples. En otros lugares del país se replica todos los años con la convicción de los principios solidarios que levantaba Miguel. Como en Bariloche, donde se destaca la profesora de Educación Física Marcela Ceballos de la Universidad Nacional del Comahue.
El premio Konex que se entrega a las trayectorias por períodos de diez años, es un estímulo para esa marea silenciosa de voluntades que juntan dinero en cuentagotas, organizan la carrera con pocos brazos disponibles, consiguen los premios con ingenio y sin recursos, pero sobre todo, mantienen viva la memoria de Miguel y los 30 mil desaparecidos donde quiera que haya deportistas que corran por la memoria colectiva.