Si ella cocina, él toca algún instrumento y repasa las canciones de su último disco. Y si el que prepara la comida es él, ella avanza en la tesina para terminar la licenciatura en Trabajo Social. La cuarentena hizo de Edu Schmidt y Luján Borjas algo más que una pareja conviviente: los redescubrió como un auténtico equipo artístico-gastronómico que superó el naufragio pandémico de ambos rubros. Y ahora llegan a la orilla para mostrar de qué va la cosa este viernes a las 21, en la Fundación Mercedes Sosa de San Telmo (Humberto 1º 378).
Bueno, bien: ¿de qué va la cosa entonces? "Por un lado presento oficialmente Croto, mi último disco, junto a los músicos que me acompañan; mientras simultáneamente habrá un puesto de nuestro emprendimiento Shleper con knishes, pletzalej con pastrón, boios y la comida que hacemos nosotros mismos. Va a ser tempranito, al aire libre, con localidades limitadas y todos los protocolos", asegura Schmidt.
Con nueve compinches que se reparten guitarras eléctricas y criollas, teclados, violines, bajo, bombo legüero y coros, el ex Árbol (quien incluirá en el show clásicos de su banda de origen) dice que en su obra flamante encontró "un modo de decir las cosas", de combinar los instrumentos que toca con su banda y de sumar la participación de músicos de todo el país que le mandaron cosas.
Croto es su laburo solista y el que viene a cerrar la trilogía iniciada con Chocho y continuada con Loco. Un álbum de ocho temas en la vena cancionera schmidteana que fue incubado entre 2017 y 2019 ("siempre me tomo dos años para cada disco", señala), pero que recién vio la luz en plena pandemia: "Lo tenía casi terminado, solo faltaba mezclar una canción… y nos cayó la cuarentena. Por eso terminó saliendo recién a mediados de 2020".
En el mientras tanto, Edu quedó a la espera que se terminara la mezcla y masterización mientras participaba de alguna movida streamera ajena. Es decir, con poca actividad musical. Entonces aplicaron con Luján a una línea de créditos para emprendedores monotributistas y con esa guita armaron Shleper. Que en idish significa, justamente… croto.
Cocina de autores indies
"Se nos ocurrió cocinar como un proyecto en conjunto con el disco de Edu, pero también con la impronta de ambos: los dos venimos del conurbano, él del Oeste y yo del Sur, entonces queríamos que este tipo de comida, que acá suele ser 'de elite', llegara al paladar popular; así nos fuimos organizando para ir una vez por mes a Avellaneda, Lanús, Temperley, Morón, lugares así", recuerda Borjas.
"Al principio el reparto fue caótico porque no teníamos experiencia en delivery, aunque creo que fue un poco lo que les pasó a todos los del rubro en el comienzo de la cuarentena. Después resultó que unos sonidistas conocidos estaban sin laburo, así que empezaron a llevar los pedidos y son los que actualmente se siguen encargando."
Así como la música tiene su proceso creativo, lo mismo ocurre con la cocina de autor. En este caso, el menú de Shleper es de autores indies que primero se tomaron un mes "probando recetas y viendo qué era lo que salía mejor". Así fueron perfeccionando las recetas que tenían, más las que les pasaba la mamá de Edu, que está en Israel. "Recién ahí nos decidimos por nuestra carta actual, que es bastante extensa", detalla Luján.
En el medio, Edu interrumpe con orgullo: "¡Nuestros platos insignia son los knishes de papa y el pastrón! Cada uno tiene sus secretos. Para pastrón, por ejemplo, le pedimos al papá de Luján, que es herrero, un ahumador para meterle siete horitas de humo, además de la salitre que le da el colorcito rojo. ¡Les puedo asegurar que es uno de los mejores que van a probar en Capital y todo el Conurbano!". Escuchar y leer esto abre el bagre, estimula los sentidos y hace sonar las tripas.
Para la inminente trabajadora social, Shleper es también el trabajo de campo de su tesina ("Se basa en migraciones y este tipo de comida se relaciona con eso, porque no tiene fronteras pero sí mucha historia", puntualiza la estudiante de la Universidad de Lanús). Y para el músico, un link con el nombre de su último disco, que al mismo tiempo opera como homenaje a su abuelo.
"Si bien 'croto' es una palabra despectiva, originalmente así se llamaba a los trabajadores golondrinas de la provincia de Buenos Aires, aquellos a quienes el gobernador (José Camilo) Crotto les hizo una ley para que pudieran viajar gratis en los trenes. Mi abuelo era uno de esos… ¡y también era medio ciruja, así que en un punto se relaciona con el significado actual! Como sea, mi abuelo, el Ruso, siempre fue una figura que tuve presente, una especie de ejemplo a seguir que ahora está por duplicado en estos dos proyectos."