“Escuché mientras discutían cómo iban a hacerme parir, pero uno dijo que no había tiempo y me cortaron sin anestesia porque no estaba mi compañero para pagarla”, describe uno de los relatos que llegaron de manera anónima en el marco de la campaña de visibilización de la violencia obstétrica que inició el 17 de febrero último la diputada provincial catamarqueña Adriana Díaz.

Catamarca es la única provincia del país que figura sin denuncias por este tipo de violencia en la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de Violencia de Género (CONSAVIG), responsable de recibirlas en el país . Es por esto, y también teniendo en cuenta que la violencia obstétrica es una de las más naturalizadas de las violencias, que Díaz decidió emprender el camino de visibilizarla. Así, puso en marcha spots y un sondeo con el que buscó tener un panorama general de lo que sucedía en la provincia.

Conscientes de la importancia de poder ayudar a las mujeres y cuerpos gestantes en el proceso de preparto, parto y postparto, se fueron sumando a la campaña organismos nacionales como la CONSAVIG, las delegaciones del INADI y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, la Administración de Consejos Multisectoriales de la Capital, la Secretaría de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Provincia, la Red de Concejalas del Frente de Todos Catamarca y, recientemente, el Colegio de Abogados de la provincia a través de sus áreas de Salud y Género.

Según se establece en la Ley 25.929,  de Parto Humanizado, la violencia obstétrica es aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales. Ésta constituye una de las tantas formas de violencia y discriminación que sufren las mujeres y es producto además de la intersección de otros tipos de violencias y vulneraciones: violencia de género, violencia institucional en el ámbito de la salud y vulneración de derechos sexuales y reproductivos, entre otros.

El lunes 8 de marzo se realizó una presentación preliminar de la información recabada durante el sondeo puesto en marcha en la campaña y también se expusieron en formato de video algunos de los relatos de violencia que fueron interpretados, en algunos casos, por las propias víctimas.

Partos y horror

“Me hicieron una cesárea de urgencia en un sanatorio privado de la ciudad. No pude avisarle a mi mamá porque me quitaron el teléfono. Hacía mucho calor y como no había aire acondicionado me obligaron a bañarme en la sala. Después, un enfermero me puso una sonda para la orina mientras me decía: 'Seguro que vos sos jodida porque tenés OSDE. Te voy a poner esto que te regala el Estado para que no molestes'. Recuerdo que un doctor de doble apellido gritaba que me lleven rápido a hacerme la ecografía porque se le enfriaba el café. Durante la operación, escuchaba a los médicos mientras hablaban de lo buena que estaba la psicóloga. Mi médico de cabecera me mandó a la Maternidad y nunca fue a verme, supongo que porque ahí ya no iba a cobrar nada. Quedé ciega un tiempo, como consecuencia de una eclampsia. Mañana cumplo 2 meses de lo peor que me paso en la vida”, señala una de las mujeres.

Mi primer parto fue a los 19 años. Yo vivía en un pueblo del interior. Recuerdo que rompí bolsa y fui al hospital pero me mandaron a casa unos días con la recomendación de que levantara las piernas con un almohadón debajo. Perdí casi todo el líquido y cuando volví al hospital, sintiéndome mal, me mandaron de urgencia desde mi pueblo a la capital. En la ciudad estuve todo el día sin atención. Recién a las diez de la noche se dieron cuenta y notaron que la fecha de parto se había pasado. Escuché mientras discutían cómo iban a hacerme parir, pero uno dijo que no había tiempo y me cortaron sin anestesia porque no estaba mi compañero para pagarla. Me desmayé. Mi bebé nació y me llevaron a la cama mientras yo vomitaba. Cuando llegó mi compañero le dije que pidiera el alta voluntaria porque no quería estar más ahí. Recuerdo que lloramos juntos. Fue un horror”, cuenta otro de los testimonios.

En los demás testimonios  se pueden escuchar frases repetidas de médicos que les gritan, de muchas horas de espera siendo ignoradas. “Las enfermeras y médicos que atendían a las mujeres que pasaban por esa sala las insultaban, les decían que dejen de gritar. Mientras yo sentía que se trataba de una sala de torturas”, dijo una de ellas. Todas coincidieron que su parto o cesárea fue un momento traumático y que pese al paso de los meses o años, cuando lo reviven la angustia aún las estremece.

Tortura e hipocresía

Ana Radusky, quien se sumó a la campaña como delegada de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, explicó que “En en el marco de lo que implica violencia institucional lo que se desprende del relato de estas mujeres, es considerado como tortura”. Radusky se explayó en el concepto y señaló que los malos tratos en lugares de encierro no se dan "sólo en comisarías, sino que pueden ser en hospitales, o lo que antes se denominaban psiquiátricos, instituciones que realicen determinados tipos de prácticas de manera sistemática. Acá puede verse la tortura psicológica, las horas de espera encerradas, solas sin saber qué les está pasando, los insultos, el trato humillante, son tortura”, describió.

Consultada por Catamarca/12, Díaz señaló: “Buscamos ayudar a fortalecer el cuidado integral de la salud y la vida de las mujeres y otras personas gestantes, y de los niños y las niñas en sus primeros años de vida, en cumplimiento de los compromisos asumidos por el Estado en materia de salud pública y derechos humanos, particularmente sobre el derecho a una vida libre de violencias. Creemos que desde los distintos organismos del Estado, los que están acá, y con los que vamos a seguir articulando, hay que hacerse cargo para cambiar esta realidad ”.

En cuanto los resultados del sondeo, fue más allá y resaltó: “Consideramos, también a la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) y la relación que existe con los médicos objetores de conciencia. Es por eso que analizamos, que si se defiende tan fervorosamente el derecho a maternar y parir, debería ser un hecho que estas prácticas violentas no existan contra quienes así lo deciden. Sin embargo, del informe preliminar del sondeo y de acuerdo a los testimonios de mujeres, podemos decir que, de mínina, no se reconocen los derechos y de máxima, que no se está interviniendo con regulaciones y capacitaciones para que así sea”.

Sondeo

Teniendo en cuenta que en la provincia no hay estadísticas o información sobre violencia obstétrica que pueda servir pra implementar políticas públicas, Díaz explicó que “el objetivo se cumplió con respecto a situaciones puntuales que deben ser un llamado de atención, mientras tanto, para las autoridades pertinentes en cuanto al ejercicio de la violencia obstétrica o la violencia institucional”.

Del entrecruzamiento de datos se advirtió desconocimiento o naturalización de la violencia. Así, personas que respondieron que su experiencia fue muy buena, habían señalado, previamente; no “haber sido informadas”, “haber sufrido maltrato verbal” o confirmado que le realizaron prácticas no aconsejadas por la Organización Mundial de la Salud (OSM), como la amniotomía (rotura artificial del saco amniótico), la episiotomía, la introducción de oxitocita de manera deliberada y sin consulta previa, un alto porcentaje de cesáreas o la denominada Maniobra de Kristeller (consistente en empujar con los puños o codos el vientre de la persona gestante).

En este contexto, con este sondeo también se individualizó un alto porcentaje de reconocimiento de prácticas que incumplen con Ley de Derechos del Paciente, sobre todo en lo referido a la falta de información y no respeto de la intimidad.