En lo personal, considero que Francisco ha sido el Papa sorpresa.

El primer sorprendido creo que fue el propio Francisco. Quizás ocho años antes había imaginado alguna posibilidad tras el fallecimiento de Juan Pablo II, pero la abdicación de Benedicto lo encontró en el momento que ya había alcanzado la edad de jubilación de los obispos y habiendo enviado su renuncia a Roma, listo para retirarse a la vida monástica.

Y de repente Dios le regala una nueva oportunidad, a través del voto de los cardenales. Creo que Francisco lo siente realmente así, un mandato divino para hacer y decir las cosas que siempre pensó, al menos en sus años de madurez, pero que la estructura de la Iglesia nunca le permitió. Francisco no es el cardenal Bergoglio. El cambio de nombre no es sólo semántico. Señala un renacer y un proyecto.

Es cierto que hay aspectos de Francisco que no han cambiado: su oído puesto en el pueblo, su percepción de la calle, su aprecio por la espiritualidad popular. Y su humildad personal y sencillez. Esas facetas que sorprendieron al mundo ya le conocíamos de Argentina.

Pero ahora sonríe mucho más. Es una sonrisa confiada, segura, contagiosa. El cardenal Bergoglio que conocí acá era más serio, casi diría más viejo, cansado. Ahora está lleno de vida, de espíritu fraternal.

En segundo lugar, el sorprendido ha sido el mundo, en particular el católico romano (y también el protestante). Es fácil hablar con el diario del lunes y decir que era esperable lo que está diciendo y haciendo Francisco. Pero yo recuerdo los comentarios previos a las dos últimas elecciones papales, y el cardenal Bergoglio era visto como un conservador con llegada al pueblo, una persona que podría acercar la estructura a las bases, pero sin patear el tablero.

Y sin embargo Francisco ha sido tremendamente disruptivo. Quizás no todo lo que pudieran desear los sectores más progresistas, pero sí todo lo que es posible. El esfuerzo personal de Francisco por aggiornar la Iglesia ha sido tremendo. Sus encíclicas son una bocanada de aire fresco en un mundo que reclama transformación, solidaridad y justicia. No tiene pruritos para denunciar a los poderes establecidos como para así también invitarnos a ser más solidarios con nuestros prójimos, sin ningún tipo de discriminación, y cuidar el planeta.

No es el primer Papa que nos sorprende, pero llegó en el momento justo. Oremos por él.

* Teólogo protestante, Iglesia Evangélica del Río de la Plata