La charla se da en un bar del centro de la ciudad, que él mismo define como parte de la construcción identitaria de la modernidad catamarqueña, esa que borró a conciencia a los “indios” de sus registros de personas.
Ezequiel Fonseca, además de ser el director provincial de Antropología, es docente e investigador de la Universidad Nacional de Catamarca (UNCa). Fuma antes de entrar, lo he esperado casi una hora, pero tuvo que ir a una localidad a resolver el proceso de restauración de los restos de un dinosaurio encontrado hace unos años, cuyo rescate, dice, fue desastroso. Por fin nos sentamos y puedo prender el grabador. No está pactado ningún tema, pero si hay uno transversal en el noroeste argentino es la tensión entre tradicionalismo e identidad. Hacia allí irá tomando forma la charla.
-Catamarca es un de territorio con gran cantidad de yacimientos arqueológicos, cómo se regula ese patrimonio.
-Catamarca arranca con una ley en 1984 que es la 4218 que regula ese tráfico ilícito. En 2003 se sanciona una ley nacional que toma como modelo la ley de Catamarca que es una de las primeras. De ahí se genera una dinámica entre Nación y provincias con toda una estrategia en contra del tráfico ilícito. Entonces aquellos que declararon información del 2003 a la fecha, nosotros tenemos registro, sabemos quién tiene piezas, qué hicieron. En los casos que no tenemos registro que es anterior al 2003, entonces interviene la Justicia. Si nosotros fundamentamos cuáles son las características identitarias de esos bienes, tenemos más oportunidades de ganar esos juicios.
-¿Cuáles son los criterios de periodización de las culturas del territorio?
-Dentro de la arqueología del noroeste argentino, dividimos en periodo temprano, agroalfarero, que es donde empiezan los segmentos sedentarios, ya tienen una casa, empiezan a producir sus propios elementos. Hay estilos decorativos que van desde el 500 aC hasta el 300, dependiendo la zona pueden llegar hasta el 500.
El periodo medio va a arrancar aproximadamente desde el 500, 600. Vamos a tener el periodo que se llama integración regional, comprende a un solo proceso cultural que es la cultura de la Aguada. Este tiene un proceso de expansión territorial que es en casi todo el noroeste, desde el sur de Salta, algunas zonas de Santa María, y de ahí para abajo, Belén, Adalgalá, y esta zona del Valle Central, hacia La Rioja, y llega hasta el valle de Unco en Mendoza. Un estilo decorativo con características arquitectónicas, edilicias, representaciones plásticas. Unas de las famosas pinturas rupestres y más llamativas, están en la zona del este de Catamarca, que se conoce como La Tunita, La Candelaria, la Cueva de Oyola, que son pinturas representativas de sacrificadores, rituales, cuentan historias.
-¿Sacrificios humanos?
-Sí. Es cortarle la cabeza a la persona, tener la cabeza de los pelos y del otro lado un hacha. La representación de ese sacrificador la vamos a encontrar desde Ecuador para abajo, es muy recurrente y Aguada se caracteriza por ese tipo de iconografía. Lo particular de Aguada, es decir en Catamarca, pero también las provincias colindantes, es que este fenómeno como condición religiosa, política, tiene sus características locales. Y con una extensión en el tiempo.
-¿Se han encontrado restos que confirmen este sacrificio?
-Sí, en excavaciones se han encontrado cráneos, cráneos quemados. No es muy común, es complejo encontrar un enterratorio en un proceso de investigación. Por ejemplo, en las 920, que es un barrio de acá, un señor estaba poniendo un tanque cisterna en su casa y en el proceso de excavación encuentra unos huesos. Intervenimos para hacer el rescate y era una persona que tenía una flecha incrustada en su pecho, y no tenía cráneo, ni otro ajuar más que la flecha enterrada en su pecho. Es decir, si podemos ver un proceso de interpretación, a esa persona en algún momento le quitaron el cráneo como las representaciones iconográficas y obviamente fue enterrado con la flecha en su pecho.
-¿Y está identificado este sacrificio con algún ritual?
-Hasta el momento no podemos encontrarlo, pero sí hay espacios, por ejemplo, montículos ceremoniales, tanto en La Rinconada como en Capayán. Nosotros en 2019 encontramos un montículo ceremonial en el kilómetro 7. Pero como vino la pandemia no pudimos desarrollar investigaciones.
-¿Estamos hablando siempre de una cultura diaguita-calchaquí?
-Ahí hay una diferenciación. Nosotros en la arqueología usamos estos conceptos para referirnos a los procesos culturales. Poder trasladar una característica cultural a pueblos étnicos es un conflicto que tenemos, hacer esos procesos de continuidad.
En el caso de calchaquíes y diaguitas hay que tener en cuenta que es una clasificación de los españoles, un tipo de representación cultural. El noroeste argentino llevó casi 150 años conquistar, constantemente había conflictos con la mayoría de las poblaciones, podemos decir que los diaguitas podrían ser aquellos indios amigos con los cuales los españoles se desplazaban, porque los españoles no se movían solos, eran un grupo de 40, 50 hombres a caballo, con perros, y acompañados de 200, 400 indios amigos, que iban a los distintos lugares haciendo la avanzada a los españoles, obviamente buscando oro. Esta condición de ir fundando ciudades, tenés la fundación de Santiago del Estero, la madre de ciudades, vendría a ser la madre de las colonias. De ahí parte todo hacia el noroeste. Londres, que es una localidad de Catamarca, vendría a ser como la segunda, pero tuvo varias instancias de fundación, porque no llegó a tener un proceso urbanístico, una dinámica de articulación con las poblaciones que nosotros conoceríamos como diaguitas. Pueden ser poblaciones abaucanas, pueden ser hualfines, que esos sí son nombres étnicos, pero no diaguitas ni calchaquíes, esos son nombres clasificatorios de los españoles. Digamos que es una generalización. Entonces la interpretación que nosotros hacemos de diaguitas y calchaquíes es esta relación de indios amigos, no le va a gustar a mucha gente, pero los españoles no hubieran avanzado todo lo que avanzaron si no hubieran tenido la complacencia de un grupo de indios que les enseñe los caminos, a llegar a los sectores más importantes, no es casual, no es que los españoles tenían un detector de metales.
-Sin embargo, es necesaria una referencia identitaria.
-Hoy hay un proceso identitario de muchas poblaciones que reclaman su historia originaria y se autodefinen como diaguitas. Cada uno va a definir su identidad como mejor crea conveniente, pero dentro de los procesos históricos van apareciendo estas características.
Hay todo un proceso de desterritorialización en la conquista que ya era una estrategia de los incas, los trasladan porque si se quedan en lugar se vuelven belicosos, le quitan su identidad, le bajan la autoestima. Y es difícil decir de dónde eran originariamente, porque después esas personas van haciendo familia, van construyendo otra identidad y con el tiempo van siendo presas de este proceso colonial. Entonces llegamos a fines del siglo XIX y principio del XX, donde no había conexión entre el pasado y el presente, porque la ruptura que genera el proceso colonial, hace que se pierda todo proceso identitario. Recién a finales del siglo XX, principio del XXI, a partir de 1992, cuando se cumplen los 500 años de la conquista, se empieza en Latinoamérica a reclamar sus procesos identitarios. En el año 85, De la Rúa hace una Ley, donde se reconoce la preexistencia de pueblos originarios, tienen que pasar casi 10 años para que se introduzca ese sujeto con derechos en la Constitución Nacional de 1994. Y la Argentina va construyendo esta conformación de este sujeto. Hoy en Catamarca hay unas 35 comunidades que reclaman estos derechos originarios.
-¿Crees que en Catamarca hay vigencia de prácticas coloniales en la actualidad?
-Sigue vigente, es un proceso de lucha constante de construcción. Seguimos teniendo problemas de tráfico ilícito, seguimos teniendo problemas de gente que porque tiene un apellido español cree que es descendiente de español, pero cuando empieza a hacer su árbol genealógico se va a encontrar que tiene un ancestro negro, un ancestro indio, un ancestro islámico. La mayoría de la población que somos en el presente no tiene una línea particular, somos descendientes de criollos, una acumulación de gente que vino a América. Ni siquiera los pueblos originarios, todos somos un proceso de hibridación, es una América híbrida.
-¿Qué papel representa la iglesia en estos procesos?
-Lo tenés que ver en el contexto, si bien hoy uno va a la catedral y mira hacia la cúpula y va a ver una representación que a mucha gente le va a chocar, porque está representando el proceso de colonización y la virgen del lado de los colonizadores que están atacando a los malos que serían los indios. Eso genera rechazo. Y sigue vigente. Bueno hay una lógica, hay mucha gente que cree que es descendiente de los españoles, descendiente de los europeos y construye una realidad vinculada con lo que podemos decir la modernidad. Otra gente que se ve en el espejo y se ve con rasgos podemos decir de las vasijas, vas al museo y vas a ver que tenés nariz de gancho, los pómulos con determinadas características, y eso genera identidad y referencia de las personas. Entonces esa construcción va teniendo una condición política, va teniendo un proceso de construcción de una sociedad.
La sociedad catamarqueña para fines del siglo XIX se concebía como europea, como que no había descendiente de indios.
-En San Fernando no se nota una identificación con esas culturas.
-Lo que pasa en la ciudad es un proceso identitario que se construyó. Catamarca decide a partir de 1870 modificar su cultura urbanística. Tenés un personaje muy particular como Caravati que es el hacedor urbanístico de la modernidad. Esta población lo que hace, bueno cuando vos te portabas mal en la escuela qué te decía la maestra, “no seas indio, compórtate como civilizado”. Hasta en nuestro proceso de formación, por más que sea de una forma banal, está metido ese proceso de modernidad, “comportate como una persona civilizada”.
-A la misma vez son sociedades que reclaman tradicionalismo.
-Pero qué tipo de tradicionalismo. El tradicionalismo de la condición de modernidad. No reclaman el tradicionalismo colonial. Cuando se decide modificar todas las estructuras de casas coloniales, hay un biógrafo de apellido Espeche que hace un registro de la ciudad hacia 1870. Nos llamaba la atención que en Catamarca no había mención a indios en ningún registro de personas. Se habían esfumado. Y este señor empieza a decir que aquí en la localidad de Choya, a 5 kilómetros de la ciudad, en lo que hoy está la capilla, ahí estaban los indios, y que esos eran los que trabajaban en la ciudad, venían a limpiarles las casas a las familias pudientes y hacían distintos tipos de trabajos. Y su tarea cotidiana era caminar 5 kilómetros de ida y 5 kilómetros de vuelta. Entonces tenemos diferenciado un proceso urbano con un proceso que venía del pasado tradicional indiano. Aquellos indios que venían a trabajar a la ciudad se tenían que vestir con levitas, con pantalones, como si fuera un proceso moderno.
-A la vez Catamarca estaba fuera del Camino Real.
-Siempre estuvo afuera, porque lo que hoy conocemos como Ruta 9 siempre fue el camino que conectó el noroeste argentino. Entonces tanto Catamarca como La Rioja quedaron un poco marginales. Imaginate las zonas del interior de las mismas provincias. Salvo los pueblos del oeste con las conexiones con Chile. Cuando se rompen las conexiones con Chile, se empieza a notar mucho más el índice de pobreza. Estamos hablando de mediados del siglo XIX. Se rompe porque el Estado Nacional quería que el tráfico se vaya todo directamente hacia el puerto de Buenos Aires. Entonces montones de campos que producían ganado, se vendía a Chile que tenía un proceso minero ya desarrollado en ese momento, los alimentos cárnicos tanto de Catamarca como de La Rioja alimentaban toda la zona del norte chileno. Había toda una dinámica comercial. La lógica centralista de llevar todo para el puerto, hace que estos ferrocarriles empiecen a conectar todas las producciones hacia un mismo lugar.