Marzo trae vientos de memoria en el deporte cuando se acaba el verano. Refrescan el ambiente, señal de que hay antídotos contra el olvido negacionista que pretende secar nuestros recuerdos. Se acaba de lanzar en todo el país la campaña para plantar 30 mil árboles por cada desaparecido. En Mansión Seré, un ex centro clandestino de detención ubicado en Castelar –hace 21 años resignificado en espacio de DD.HH– hubo un homenaje el viernes para recordar a ocho atletas víctimas del terrorismo de Estado. La Secretaría de Derechos Humanos de Avellaneda organizó una visita a otro ex CCD, El Infierno, para que el plantel de fútbol femenino de Racing pudiera conocerlo. San Lorenzo cedió las instalaciones de su ciudad deportiva para que fuera posible la primera reunión presencial del año de la Coordinadora de DD.HH del fútbol argentino. Boca y River están preparando un acto conjunto para el 24 de marzo como reconocimiento a sus socios desaparecidos. La Carrera de Miguel recibió el miércoles 10 la mención especial del Premio Konex por el capital simbólico que representa desde hace 21 años. La Universidad de San Martín (UNSAM) publicó el libro Deporte y sociedad civil en tiempos de dictadura y la de La Pampa prepara actos para el 45° aniversario del golpe donde serán homenajeados los más de 220 deportistas desaparecidos.

En Atila o Mansión Seré estuvo secuestrado Claudio Tamburrini el arquero de Almagro y militante de la Federación Juvenil Comunista (la Fede). La historia ha sido demasiado contada e incluso llevada al cine en la película Crónica de una fuga (2006). El 24 de marzo de 1978 se escapó junto a tres compañeros de ese depósito de vidas con fecha de vencimiento. Llovía demasiado, pero el grupo se descolgó con sábanas anudadas desde un primer piso. Saltó a la calle y desde ese momento la fuga se convirtió en una crónica universal por la supervivencia. Tamburrini hoy vive en Suecia, donde formó una familia, da clases de filosofía e investiga temáticas sobre el deporte.

Los nombres de los ocho deportistas desaparecidos.

La vieja casona que regenteaba la Fuerza Aérea bajo el imperio de la picana ya no existe más. Pero existe una Casa de la memoria y la vida, existe una gestión como la del intendente Lucas Ghi con políticas activas sobre los DD.HH y desde el viernes una placa en homenaje a ocho deportistas desaparecidos. Siete jugadores de rugby: Claudio Giombini, Gustavo Lefleur, Gustavo Grigera, Luis Pablo Steimberg, José María Donda –el padre de Victoria, la interventora del INADI–, Osvaldo Mantello y Enrique Sierra. Y una jugadora de tenis de mesa: Patricia Rosa Roisinblit.

El acto lo coorganizó el municipio de Morón con las subsecretarias de Derechos Humanos, Políticas Sociales y Deporte de la provincia de Buenos Aires. Hubo discursos alusivos al motivo del encuentro, familiares que acompañaron y quedó la sensación de que en ese espacio la memoria está a resguardo. A 34 kilómetros de ahí, en Avellaneda, la cancha de Racing se levanta orgullosa a diez cuadras de donde funcionó El Infierno, un ex centro clandestino de detención. Paloma Fagiano, Luciana Bacci, Silvana Alfaro, Micaela Adorno, Eugenia Nardone, Milagros Otazú y Sofía D’Ambrosio visitaron ese espacio como futbolistas de la Academia. Igual que hace unos años un grupo de jugadores de Huracán llegaron hasta la exESMA incentivados por Angel Cappa.

Como el ex técnico del equipo de Parque Patricios, Antonio Spinelli alentó la visita de sus dirigidas: “Quiero que esto se transforme en una política del fútbol femenino de Racing. Nosotros pretendemos formar personas, no sólo jugadoras, y creemos que es indispensable que comprendan qué pasó en el país y qué cosas de esas que pasaron nos siguen afectando como sociedad”.

El 22 de febrero a las puertas del Cilindro de Avellaneda también se había realizado un acto-homenaje a los seis fusilados de Racing, militantes asesinados frente a la cancha en 1977. Un indicio más de que las políticas de memoria, verdad y justicia en los clubes tienen una dinámica constante. Lo demuestra el papel que cumple la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino, una organización de socios e hinchas que decidieron juntarse para visibilizar lo que hacen adentro y afuera de sus instituciones.

En marzo volvieron a reunirse en la ciudad deportiva de San Lorenzo “para seguir construyendo perspectivas” sobre DD.HH, políticas de género y actividades como la restitución de la condición de socios a los desaparecidos que estaban empadronados hasta que se los tragó la dictadura genocida. La Coordinadora es una referencia inevitable de esa nueva subjetividad que recorre y ocupa los espacios donde antes había socios honorarios que condujeron el terrorismo de Estado. La junta militar de Videla, Massera y Agosti en River, Suárez Mason en Argentinos Juniors – todos dados de baja- y en pocos días más el máximo responsable de la ESMA condenado por delitos de lesa humanidad. Será sacado del padrón del club que preside Jorge Amor Ameal donde figura como socio honorario desde 1972 con los mismos derechos que un socio activo, vitalicio, del interior o del exterior, salvo por la posibilidad de votar y ser electo que ya no podrá usufructuar Massera porque murió en 2010.

Para el 24 de marzo se está preparando una actividad conjunta entre Boca y River por sus socios desaparecidos. El impacto que tendría hará que aumente el capital simbólico que constituyen estos actos reparatorios por memoria, verdad y justicia. En otros clubes seguramente se multiplicarán actos virtuales, presenciales o semipresenciales con el mismo propósito. En algunos podría anunciarse la restitución de la condición de asociados a las víctimas de la dictadura cívico-militar o cuántos desaparecidos contienen los padrones. Así ya se hizo en Banfield y Estudiantes de La Plata, entre otros.

Las universidades públicas también preparan actividades que promueven distintas evocaciones. La UNSAM presentará el 25 de marzo a las 15 de modo virtual el libro Deporte y sociedad civil en tiempos de dictadura cuyos textos compilaron el historiador Raanan Rein y los sociólogos Mariano Gruschetsky y Rodrigo Daskal, quienes además aportaron sus miradas en distintos trabajos sobre temáticas contextualizadas en el período 1976-1983. La Universidad Nacional de La Pampa también anunció un acto para el 24 de marzo con aportes a la comprensión de ese pasado desde el deporte y los derechos humanos. Son tan solo un puñado de ejemplos de cómo distintas organizaciones de la sociedad civil –incluidas las deportivas - robustecen la memoria siguiendo el camino que marcaron los organismos de DD.HH.

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