La pregunta que más hicieron fue cuándo les iban a dar la segunda dosis. Al grupo de docentes de Almirante Brown menores de 60 años que esta semana se vacunó en la sede de Suteba de Ferrari 512 les tocó Sinopharm, la vacuna de origen chino porque ésa no se puede aplicar a mayores de esa edad. El estado de ánimo que predominaba entre maestros que hicieron la fila manteniendo distancia un mediodía de sol, pero no sofocante y al resguardo de la sombra de los árboles del barrio era una fragua de ansiedad por recibir la dosis que tanto habían esperado, alegría por haber vuelto a las clases presenciales y cierto temor natural al eventual contagio y a cómo se van a ir acomodando al nuevo esquema.
El sistema dual de enseñanza que estableció la provincia de Buenos Aires (una semana presencial, otra a distancia) está dando sus primeros pasos y los docentes contaron a PáginaI12 cómo se adaptaron ellos y sus alumnos, que pasaron tanto tiempo sin verse, a este nuevo sistema que impone el coronavirus. Dicen que la resistencia al cambio es un fenómeno más propio de los grandes que de los chicos, que ya se organizaron en los recreos hasta para jugar a las estatuas y poder al mismo tiempo divertirse y mantener la distancia social que impone la pandemia.
La vacuna que recibieron fue la que llegó al país el 25 de febrero en un vuelo de Aerolíneas Argentinas y la primera dosis inmunizó a los docentes en un 65 por ciento. Pero a juzgar por las ganas de vacunarse que demostraron, se hubieran vacunado con cualquiera. "Estoy muy emocionada, éste es el principio del fin de todo. Yo en este momento estoy dispensada (N. de la R., tiene un permiso para dar clases a distancia), pero ya quiero volver. El trabajo es muy importante para las personas y estoy muy conforme con el sistema. Le tengo un poco de miedo al regreso porque soy grupo de riesgo, pero con la vacuna es otra cosa y me lo tomo como un desafío. Con mi marido jorobamos con que nos daríamos cualquier vacuna: la china, la rusa, la paraguaya" dijo a este diario María Sandoval, docente de tercer grado de la escuela San José.
Sandra García tiene 51 años y es directora de la escuela 25 de Rafael Calzada. "El regreso fue excelente. Funcionó todo bien. Un nene me trajo un cactus que aprendió a hacer con la madre. Me dijo que lo pensó desde el primer día de pandemia", contó emocionada. Y explicó cómo está funcionando el colegio con el nuevo protocolo. "En los recreos, los chicos hablan en vez de jugar y cuando juegan, juegan a las estatuas o a las esquinitas para mantener la distancia", contó en la fila. Al rato y para aprovechar el tiempo de espera se metió en un zoom con algunos inspectores.
Era interesante ver cómo el coronavirus impactó distinto en cada docente en función del grado de protección que habían elegido para la ocasión. Todos se cuidaron y mantuvieron distancia interpersonal, pero mientras algunos llevaban apenas un tapabocas, otros eligieron un barbijo quirúrgico o el Atom Protect del Conicet y los más miedosos, como María Alicia, le agregaban un protector de acrílico. Por si las moscas. Ella tiene 59 años, es docente secundaria, da matemática y no tiene pelos en reconocer su temor. "Estoy aterrorizada, fue un mal año, después de todo esto me jubilo. El mundo está en llamas", dijo a este diario. Para su materia (matemática) no le resultó bien la educación a distancia y hasta se animó a decir que las clases en 2020 no debieran haber existido. "Ni acá ni en la China", enfatizó. Dice que le apasiona la matemática "porque me funciona bien el hemisferio izquierdo, pero se me complican un montón las lenguas" y no cree que vaya a volver a las clases presenciales. Ahora está de licencia, pero ya decidió jubilarse.
Mientras esperan, las y los docentes conversan a distancia. En algunas escuelas, se volvió a la presencialidad mejor que en otras por el estado en el que se encontraban después de cuatro años de macrismo, pero el gobernador Axel Kicillof ya dijo que se están reparando las que están en malas condiciones.
Conscientes de que los melones se acomodan andando, los docentes más motivados buscan soluciones a los nuevos problemas que van surgiendo con el nuevo sistema. "Yo en este momento tengo tres burbujas y doy exactamente lo mismo en las tres, tenemos que buscar el modo de hacer algo con eso porque es muy desgastante", le comentaba una maestra a la otra, para ver qué se puede hacer para no triplicar la misma clase que antes daba para un solo grado.
El en Gobierno están entusiasmados con la velocidad de vacunación. Si se sigue al ritmo de la semana del 8 de marzo, la proyección indica que mensualmente van a poder vacunarse por mes 4 millones de argentinos. Claro que depende de si se van cumpliendo las entregas, pero lo que ven con optimismo es que la logística para aumentar las aplicaciones está respondiendo bien.
Mariano Cascallares, intendente de Almirante Brown, estuvo presente en el operativo de vacunación al que asistió PáginaI12. "La clave de que funcione bien es tener consideración hacia los vecinos. Saber cuál es la población objetivo. Tener todo trabajado con anticipación y trabajar con mucho voluntariado", dijo a este diario y contó que además del de la calle Ferrari funcionan en el distrito otros seis centros de vacunación.
Manuel da clases de artística plástica en Glew. Tiene 53 años. Por ahora, virtuales. "Extraño la presencialidad porque la educación es comunitaria. Las clases a distancia fueron duras al principio. La periferia es dura, pero ya estamos por retomar", dice este hombre que también es ceramista.
Vacunades
Después de vacunarse, los docentes esperan sentados a la sombra el tiempo necesario para ver cómo reaccionó el cuerpo y escuchar las instrucciones del personal de salud. Una joven les explica cómo tienen que ingresar al sistema el cupón que les van a dar como constancia de que recibieron la primera dosis y que los van a notificar cuándo les toque la segunda; que en ningún caso debería ser antes de los 21 días. Si alguno fuese llamado antes (advierten) lo tienen que notificar. Les recomiendan que no se toquen el brazo y que si se sienten mal, tomen paracetamol cada 8 horas.
"No se siente nada, con otras vacunas he sentido más síntomas. Tengo ganas de reencontrarme con con los chicos", dice recién vacunada Erica Acebal que da clases de ingles en Glew.
Mirta Beatriz Quiróz, con zeta y no con la ese con la que finaliza el apellido del ministro de Salud porteño, se siente bien. Su caso es especial porque eligió especializarse en educación para adultos. Da clases en la la escuela 722, donde el mayor galardón es que personas de cualquier edad terminen la primaria. También en algunos casos le toca alfabetizar. Quiere volver a las clases presenciales porque "las personas necesitan el contacto", pero como el centro donde da clases funciona también como comedor, por el momento las va a dar de modo virtual. Su trabajo es un desafío, pero le encanta.
Dice que la gente llega con la autoestima muy baja, creyendo que no sabe nada. Y que parte de su trabajo es demostrarles que eso no es cierto. Por ejemplo, un grupo de mujeres le enseño a amasar pizza, todos se ayudan entre ellos y le resulta especialmente emocionante la ceremonia de entrega de diplomas cuando sus alumnos terminan la primaria. "Muchos van con sus familias. Es hermoso. El año pasado no se pudo hacer, pero ojalá de a poco pueda volver a entregar diplomas", dijo a este diario.
Ojalá, una palabra de origen árabe cuyo significado es "si Dios quiere" y que se oyó mucho entre los docentes. De momento la única manera de empezar a terminar con la pandemia es evitar los contagios y que lleguen lo más rápido posible la mayor cantidad de vacunas para que se le pueda poner punto final al capítulo pandemia de coronavirus de la historia. Y se pueda empezar a escribir otro, ojalá más esperanzador.