Serán las vacunas. Será el hartazgo de estar encerrado entre cuatro paredes. Será que todavía no llegó el rebrote. Serán –pueden ser—cien, mil cosas, pero Moris está en el bar. Vieja y repetida imagen: Moris, Buenos Aires, café y un bar. Es ahí por sus pagos –Recoleta— y al lado está su hijo Antonio. Los convoca hablar sobre La última montaña, disco que grabaron juntos y que presentarán el viernes 9 de abril en el Auditorio de Belgrano (Virrey Loreto 2348), pero, claro, en el transcurrir de la charla con 

PáginaI12, aparecerán temas aleatorios, disparadores, siempre interesantes como “la crisis del disco”, por caso. O al menos la decadencia de las ediciones en su formato físico. “Lo que es muy difícil es ´subir la idea´ de un disco a las redes”, ironiza el siempre picante Moris, con 78 años que no parecen a cuestas. “Lamentablemente es cierto que ya no se maneja tanto el concepto de disco. Pero nosotros igual lo pensamos así, e incluso vamos a sacar una edición física en breve, a través del INAMU. A mí también me sigue gustando pensar más en la idea de disco, que en el de canciones sueltas”, resiste Birabent hijo, también en la trinchera.

--La épica romántica del vinilo… las tapas de Treinta minutos de vida, Ciudad de guitarras callejeras, Fiebre de vivir, Mundo moderno. ¿Cómo arrancarle al alma eso, no?

Moris.: --Difícil. El disco lo podés tocar, lo podés mirar… lo otro está en el éter, que es como estar en ningún lugar. Ayer leí una nota de Spotify que decía "tenemos sesenta millones de canciones", y eso es lo mismo que decir seiscientos millones, o seis mil millones… parece la guerra nuclear (risas).

Antonio Birabent.: --Por otro lado qué dolor de cabeza ¿no?... sesenta millones de canciones (risas).

Las del flamante La última montaña --bajando a tierra-- son apenas nueve. Entre ellas, una muy linda canción que interviene a Litto Nebbia en voz y guitarra acústica (“Nieva en Buenos Aires”); una despojada pieza que canta Moris solo (“Mil hombres y mil mujeres”); y “El zorro”, arropada en una música símil a la del Mauricio que hizo rendir a la España rockera a sus pies, entre fines de la década del setenta y principios de la del ochenta, pero que pertenece a su hijo. “Como en el caso anterior (el disco Familia canción), decidimos no poner en los créditos a quién de los dos pertenece la música o la letra de tal o cual canción, y este es un caso”, revela Antonio, que tenía siete, ocho años, cuando su viejo la rompía en Madrid y alrededores. “Hay algo que no es ni de uno ni del otro, que está en el medio, y este es el caso: ´El zorro´ es mía, pero bien podría ser de él”, insiste.

--Ya que mencionan el disco anterior. ¿Qué diferencia aquel de éste?

A.B.: --Fue un proceso distinto al de Familia Canción, porque aquel trabajo fue algo que pensamos hacer de antemano, mientras que éste surgió sin pensarlo, como una sorpresa. No pensábamos en hacer otro disco juntos. La gente incluso nos preguntaba insistentemente cuándo lo íbamos a hacer y nosotros íbamos con la verdad: "nos parece que nunca"… Aquel había sido un disco bárbaro, y no queríamos repetir, ¿para qué?, si había sido un trabajo muy especial el de un padre y su hijo componiendo, grabando y cantando juntos. Pero, bueno, nos sorprendió a nosotros mismos y nos encontramos con que, de repente teníamos un disco.

M.: --Si. Antonio ponía una música, yo una letra, y así, hasta que un día nos encontramos con que teníamos cinco, seis canciones, y él me dijo: ´hagamos un disco, pá´.

--¿Fue producto de la pandemia?

M.: --No, porque cuando lo empezamos casi no había pandemia.

A.B.: --Más bien tuvo que ver, como dice Moris, con algo que surgió, que apareció, y fue sumando.

Moris: --Hubo circunstancias que nos llevaron, nosotros lo que hicimos fue simplemente subirnos a esa ola, y nadar en ella.

--El disco es bien ecléctico, tanto en lo musical como –obviamente-- en lo generacional.  ¿Cuánto tiene esta doble sinergia de rémora de los sesenta o de los setenta del siglo pasado, y cuánto de hoy?

M.: --Bueno, ecléctico es una palabra muy ecléctica, ¿no? (risas) Pues claro que es un disco variado; están las influencias de él, las mías, y la tercera influencia que mezcla lo de él y lo mío, que sería como una tercera voz, más la suma de Lolo Micucci, y Víctor Volpi, quienes se han metido mucho en la producción, en los arreglos, algo muy importante por cierto.

--¿Cómo funciona esto de ser padre e hijo en un producto musical? ¿cómo viven esa situación internamente?

A.B.: --Se sintetiza muy fácil, porque no hubo un proceso muy largo de composición… Vino la letra, volvió la música, y todo se hizo de una manera fluida. Mucho más tiempo llevaron los arreglos, pero la composición fue bastante automática. Esto también había pasado en Familia Canción, ojo, porque los dos tenemos muchas composiciones en la cabeza que van surgiendo, y eso habilitaque se dé entre nosotros una retroalimentación que hace que uno potencie al otro, y al revés.

M.: --Siempre recordando que esta vez se trató de una cosa espontánea, no buscada… había letras dando vueltas, y había que ponerles música, simple como eso.

--El disco abre con “Porque el sol”, y una frase que suena a ayer, hoy y siempre: “Tu libertad no tiene límites”. ¿Cómo la ubican en contexto?

M.: --En principio, esa frase alude a la libertad interior no, a la exterior… me gustan mucho los arreglos, con esas campanas.

A.B.: --Me representa mucho esta canción a mí, porque es un canto muy esperanzado. Si bien relata situaciones de la vida que son amargas como la guerra, el paso del tiempo o la muerte, a su vez esa idea de que el sol siempre va a estar ahí es fuerte. No es casual que la hayamos elegido para abrir el disco. Tiene algo muy de himno.

--¿Qué importancia le dan al orden de los temas, a esa jerarquía que desvela a muchos músicos, pero importa poco a otros?

A.B.: --No mucho. Yo armé el orden. Elegí “Porque el sol” como primera, y el final lo dice todo: “La última montaña”. Por lo demás, intenté que lo variado transcurriera fluidamente en el disco, que de por sí te lleva por ese viaje de diferencias.

M.: --Yo recuerdo que cuando hice Fiebre de vivir en España, armé una lista, entonces vino el productor y me dijo "este orden hay que cambiarlo", y yo lo engañé. Le dije: "mirá, si vos ponés todos los que están en ´La´ juntos, va a quedar mal", y me dijo: ´bueno, dejalo así´ (risas). Yo sí pensaba mucho en eso poner todas las baladas juntas, y todos los rocanroles juntos.

El dúo Birabent estrenó el disco en público promediando febrero, en el Parque Centenario y con diez músicos en escena. Por supuesto que ni en aquel, ni en el que vendrá, sonaron y sonarán solo las nueve piezas que lo pueblan. Hay mucho más. “Ayer nomás”, “El oso”, “Pato trabaja en una carnicería” y “Sábado a la noche”, en el caso del acervo clásico de Birabent padre; “Madrid”, “Salgo a caminar” o “Río en espiral”, de la cosecha de Antonio; y algunas piezas de Familia canción, claro. “De las mías, vamos a incorporar ´Río en espiral´ al vivo del Auditorio de Belgrano, porque es una canción que me encanta cantar. Vamos a hacer un arreglo a piano y voz, nada más. Siempre es lindo tener un momento en el show en el que la banda desaparece, y quedás solo con un piano, que en este caso es el de Micucci. Además, la cantó Mercedes Sosa y eso le da un valor extra”.

--Un antes y un después, que la haya cantado Mercedes.

A.B.: --Total. Me acuerdo que cuando supe que la iba a cantar ella, la llamé para preguntarle cómo la ensayaba y me contestó: "me meto en la cama, me pongo el walkman debajo de la almohada y la escucho horas y horas y horas, porque es muy difícil de cantar", y yo, claro, le dije: "Mercedes, si es difícil para usted ¡qué me queda para mí!". 

--Está aquella imagen de Spinetta temblando al lado de Mercedes mientras hacían juntos “Barro tal vez”.

M.: --Tendría frío, che? (risas)

--¿Cuál destacás de las que vas a hacer vos, Moris?

M.: --Las cuatro, así de una. ¿Por qué? bueno, primero porque le gustan a la gente. Paul McCartney decía que cuando tocaba temas de Los Beatles en los estadios eran todas lucecitas, y cuando tocaba las nuevas de él, era todo oscuridad (risas). Pero bueno, eso es porque la gente espera algo y tenés que dárselo.

--¿Incluso a desgano?

M.: --No, no, a desgano no. Yo las canto con muchas ganas. Pese a que hace muchos años que las canto, me sigo emocionando cuando las hago. Me meto en la canción, sobre todo en “Ayer nomás”, cuando dice "salí a la calle y vi la gente, ya todo es gris y sin sentido, la gente vive sin creer"… eso es hoy.

A.B.: --Es que cantar sin sentir es casi imposible, excepto que tengas un automatismo falso que algunos deben tener, y que les permite cantar sin ánimo. Pero en estas canciones que ha escrito uno, si no hay algo que todavía te resuena o te emociona, yo creo que no vale la pena cantarlas.

--¿Por esto no hacés “De nada sirve”, Moris?

M.: --¿Imaginá que te digan que la tenés que cantar, porque figura en un contrato? No… “De nada sirve” está muy bien grabada como está en su momento, y no volvería a cantarla, no.

--Sin embargo, es impresionante cómo aún pega en las nuevas generaciones, o al menos en quienes se enganchan con la historia del rock argentino… la tocan, la cantan y persiste una emocionalidad genuina ahí, a más de cincuenta años de aquella grabación.

M.: --Debe ser porque es una primera toma que refleja un momento de crisis en mi vida, y eso debe representar a ciertos pibes de hoy. Era un momento de represión en el país cuando la grabé, y en el momento que lo hice estaba rodeado por Javier Martínez, Claudio Gabis, Alejandro Medina y Pappo. Estábamos todos en un estudio enorme, y yo tenía unos nervios tremendos. Seguramente los pibes deben sentir la misma desesperación que sentía yo, en aquel momento.

El encuentro con Ariel Minimal

Está es solo de Birabent hijo. Armó una banda con Ariel Minimal. Se llama Lenguas Muertas, tiene un EP subido a redes, un disco pronto a editar, y un show en gateras. Tal será el sábado 20 de marzo a las 20 en El Emergente (Acuña de Figueroa 1030). “Armamos esto de casualidad con Ariel. Nos encontramos en la puerta del colegio de nuestros respectivos hijos, empezamos a tener un encuentro semanal, todos los miércoles, donde componíamos una canción de cero, con letra y música, y de repente nos encontramos con que teníamos quince temas fruto de quince reuniones”, refiere el cantante y compositor, acerca del origen del grupo cuyo nombre es una ironía sobre el colegio donde van sus hijos, el "Lenguas vivas". “Le pusimos así también como una forma de referirnos a un idioma que supuestamente ya está muerto, que es el rock… bueno, es una forma de decir que si esa lengua está muerta, nosotros igual la seguimos hablando”, explica Antonio. Además de él y Minimal, integran la banda Claudio Leiva y Marcos Rocca, y las canciones grabadas y subidas a las redes son a la fecha cinco: “Atmósfera pesada”, de Sandro. Y cuatro que pueblan el EP cuyo nombre va de suyo: Las Lenguas chupan canciones de otros. “Es un trabajo inspirado en Beatles, Sandro, Stones, en fin”, apuntala. El próximo paso será publicar un disco de larga duración, cuyos trece temas –todos compuestos por la dupla Birabent-Minimal-- ya están grabados. “El proyecto nos entusiasma muchísimo, porque realmente encontramos una sociedad que nos sorprendió. Componer tan rápido y de forma tan satisfactoria no es algo normal. Además, a diferencia de lo que pasa con mi padre, con Ariel componemos todo a cuatro manos y, si bien él tiene su mundo y yo el mío, estamos en sintonía cuando aparecen los temas”, finaliza el también actor, cuyo 2020 fue muy prolífico. Además de los trabajos con Minimal y Moris, grabó El interior del volcán y Flores en Versalles.