Desde París. La pandemia Covid está redistribuyendo las cartas de la geopolítica mundial. Rusia y China irrumpieron desde los márgenes con sus propias vacunas al mismo tiempo que Occidente acaparaba el 90 por ciento de la producción de los, hasta ahora, tres laboratorios autorizados a elaborar la vacuna, Pfizer-BioNTech, AstraZeneca-Oxford y Moderna. Este jueves 11 de marzo la Agencia Europea de Medicamentos, AEM, aprobó a su vez la distribución de la vacuna de Johnson & Johnson. Se trata del primer antídoto que funciona con una sola dosis y que puede conservarse en la heladera durante tres meses. La AEM tiene una lista de espera con otros 20 productos más, entre ellos Sputnik V. Pese a que su eficacia ha sido probada mediante una utilización en tiempo real en muchos países, entre ellos la Argentina y otros 8 países de América Latina, los europeos alargan la autorización final con argumentos no siempre claros. Según el RDF, el fondo soberano ruso encargado del suministro de Sputnik V en el extranjero, 48 países la están suministrando actualmente (una población de 1,2 mil millones de seres humanos). En principio, Sputnik V se encuentra en fase de “evaluación” en la Agencia Europea. Sin embargo, hay un permanente cruce de acusaciones entre Moscú y la UE. Esta última ha demostrado una extraordinaria grosería y mala fe con respecto a la vacuna rusa. Un responsable de la Agencia Europea de Medicamentos (Christa Wirthumer-Hoche) desaconsejó a los países de la Unión que recurrieran a Sputnik V con el pretexto de que esa vacuna era “una ruleta rusa”. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, juzgó que esas declaraciones eran “lamentables” y exigió “disculpas”. La corona de la mala fe se la llevó la mismísima presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, quien se preguntó “por que Rusia propone en teoría millones y millones de dosis sin progresar lo suficiente en la vacunación de su propia población”.
La AEM tardó tres meses en autorizar cuatro vacunas (Pfizer-BioNTech, AstraZeneca-Oxford, Moderna y Johnson & Johnson). La última, la de Johnson & Johnson, ingresó en el proceso en el mes de febrero. En total, hay otras tres vacunas más a la espera de la autorización europea, es decir, que se encuentran en la denominada fase de “examen continuo”: Novavax, CureVac y Sputnik V. Moscú se burla de la demora en autorizar su vacuna y se pregunta (en Twitter) “si vale realmente la pena participar en el proceso de evaluación si la Unión Europea (UE) no tiene la intención de agregar en su portafolio de vacunación Sputnik V”. Europa alega que los datos suministrados por Rusia no son del todo “convincentes” y, como se trata de la primera fórmula producida fuera de Occidente con ambiciones de ser distribuida en los países occidentales, exige que “las pantas de producción sean inspeccionadas” (Ursula Von der Leyen). Pese a todo, Sputnik ha ido venciendo las desconfianzas en ciertos países. En total, Moscú tiene pedidos por 815 millones de dosis, China 720 millones, los laboratorios norteamericanos 8,1 mil millones y los europeos 4,1 mil millones. Los pedidos de las vacunas occidentales superan en mucho a los de Rusia y China. Descartadas, despreciadas, deslegitimadas y apartadas al principio por las potencias occidentales, la vacuna rusa y las chinas (Sinopharm y Sinovac) comienzan su lento ascenso allí donde antes vieron las puertas cerradas, es decir, el mismo Occidente. La primera que forzó el acceso pese a la mala voluntad de los europeos fue Sputnik V. Dentro de los países de la UE, sólo Eslovaquia, República Checa y Hungría la reservaron para su campaña de vacunación. Pero el miedo puede ser más poderoso que el mismo poder. Los aplazamientos enormes en el suministro de la vacuna por parte de Pfizer-BioNTech y AstraZeneca-Oxford han hecho que la formula rusa se metiera poco a poco por la puerta chica. Inicialmente, 55 millones de dosis estaban previstas de aquí a junio para la recién aprobada vacuna de Johnson & Johnson. Sin embargo, ya se habla de dilaciones en la agenda. Italia, ahora, acaba de formalizar un acuerdo con Moscú para producir la vacuna en Italia. La Cámara de comercio ítalo-rusa reveló el pasado 9 de marzo que “a partir del 9 de julio de 2021 Sputnik V será producida en Lombardía”. El acuerdo prevé la producción de “10 millones de dosis entre el primero de julio y el primero de enero de 2022”. Se trata, de hecho, del primer acuerdo a escala europea para la producción, en el territorio de la UE, de la vacuna de Moscú. Según Rusia, su dispositivo actual le permite proveer a Europa de unas 50 millones de dosis entre abril y junio de 2021. La guerra por obtener dosis suplementarias desató una pugna entre la Unión Europea y los laboratorios y una guerra interna entre los mismos países del Viejo Continente. Criticada ante la lentitud de la campaña de vacunación, Ursula von der Leyen anunció el miércoles 10 de marzo un nuevo acuerdo con Pfizer-BioNTech destinado a conseguir cuatro millones de dosis más antes de finales de marzo. Al mismo tiempo, el presidente del Consejo europeo, Charles Michel, acusó al Reino Unido de poner un veto a las exportaciones de la vacuna AstraZeneca-Oxford hacia la Unión Europea. El Primer Ministro británico, Boris Johnson, rechazó la acusación y reiteró que su país se «opone al nacionalismo de la vacuna bajo todas sus formas».
Confrontación abierta
Como ocurrió con las máscaras en 2020, la confrontación entre Estados y laboratorios se despliega ante la opinión pública. Es tan evidente como lo es la postura política de Europa ante la vacuna rusa. Si 1.200 millones de personas recurren a Sputnik V en el mundo cabe preguntarse qué más necesita la UE como condición para abrirle las puertas. La paradoja es norme. En Bélgica se encuentra la sede de la Comisión Europea. Bruselas es la capital de Europa por antonomasia. Sin embargo, la campaña de vacunación belga es una de las más caóticas. Menos del tres por ciento de la población ha sido vacunada. Los porcentajes no son más alentadores en el conjunto de la UE. El 6,1 de sus ciudadanos han sido vacunados con una primera dosis contra 17,1 en Estados Unidos, 21 en Chile, 32 en Gran Bretaña y 57 en Israel. Autorizaciones para el suministro de la vacuna demasiado lentas, trabas logísticas, mala programación, lentitud exasperante en la aplicación de las decisiones y demora de los laboratorios explican el paso de tortuga con el que avanza Europa. Según datos de la Comisión, los laboratorios Pfizer-BioNTech, Moderna y AstraZeneca le entregaron hasta ahora 57 millones de dosis. En Estados Unidos, Pfizer-BioNTech y Moderna distribuyeron 100 millones de dosis. El golpe más fuerte fue la evaporación de 80 millones de dosis prometidas por AstraZeneca. De las 120 millones previstas el laboratorio británico sueco solo está en condiciones de entregar 40. Como AstraZeneca respetó los volúmenes y los plazos pactados con Reino Unido, en Bruselas corre la sospecha de que el laboratorio le vendió a Londres (22 millones de personas vacunadas) dosis destinadas inicialmente a la UE. Occidente no puso ni un céntimo para el desarrollo de Sputnik V. En cambio, gastó un total de 16 mil millones de dólares exclusivamente en fondos destinados a la investigación y la producción de otras vacunas de laboratorios privados (operación Warp Speed). La UE invirtió 2,9 mil millones de dólares en esas ayudas. Occidente dejó a Sputnik V en el congelador. Las desavenencias con Moscú y la política de geometría variable que la UE aplica cuando le conviene, así como el temor de que Rusia extienda su influencia en la zona occidental han pesado más que otras consideraciones. Un clima tórrido de “guerra fría” rodea la producción y la distribución de la vacuna. Ese clima va mucho más allá de los antagonismos entre rusos y occidentales. También concierne las relaciones entre los países del eje occidental y sus laboratorios.