Desde Lago Puelo
Granja de la Pradera Harinas es el emprendimiento de una familia con más de 50 años en la región. “Mis papás llegaron de Bélgica e Italia cuando tenían quince años. Se conocieron en El Bolsón y proyectaron tener una granja para producir alimentos naturales para vivir de eso en la tranquilidad de estos lugares. Era el año 66”, cuenta Brigitte. La familia tuvo hasta 2007 un tambo con fábrica de quesos. En esa época pusieron un molino de harinas cien por ciento integrales que abastecen a toda la zona. “A las 15.30, mientras terminábamos de cosechar en una propiedad que tenemos en El Hoyo nos dimos cuenta de que el incendio era voraz en Golondrinas arriba y en breve iba a llegar a la chacra de nuestros padres”, dice Brigitte. La reacción de los hermanos fue rápida. “Pusimos las herramientas en la pampa para que no se quemen. Se organizó y se juntó todo lo que se pudo con máquinas y lo que fuera para atajar el incendio”, agrega. El momento del incendio es de total incertidumbre. Especialmente cuando circulan vientos huracanados cargados de fuego, que es lo que pasó ese día. La disponibilidad de herramientas y agua puede ser la diferencia entre salvarse y perderlo todo, pero no es garantía de nada: todo queda librado a la naturaleza del fuego.
A escasos días de los voraces incendios en las localidades de la Comarca Andina, que ya cuentan dos víctimas fatales, 300 viviendas destruidas, pérdida de animales de cría, animales domésticos, pérdida de producción, y que dejaron sin hogar a cientos de familias, el alivio de estar a salvo empieza a transformarse en desesperación y solidaridad en partes iguales. Los combatientes junto a vecinos recorren las zonas afectadas sin descanso, mientras las instituciones realizan tareas de relevo con cientos de voluntarios para que la ayuda pueda llegar a todos. Por la región cordillerana de Chubut ya circularon funcionarios nacionales y provinciales, legisladores, el ministro de Ambiente, Juan Cabandié, y hasta el presidente Alberto Fernández.
Todo perdido
Cuando el fuego empezó a unirse con el de cerro Radal, la Chacra Las Chivas que hace quesos de cabra lo perdió todo. Los productores alcanzaron a salvar a los animales y sus crías recién nacidas pero no corrieron con la misma suerte que su vecina La Pradera. “La chacra nuestra quedó como isla verde y agradecemos la lluvia porque de no haber llegado no nos hubiéramos salvado. Son 50 años de laburo... Lo intentamos con todas nuestras fuerzas pero principalmente fue el aguacero de la madrugada el que nos salvó”, dice la hija de Dina y Marc.
Cuando los hermanos tuvieron esa certeza decidieron recorrer las chacras vecinas para dar una mano. “El fuego no está apagado aunque haya llovido y hayan pasado varios días. Se siguen haciendo cortafuegos, llenando tanques de agua, mientras continuamos gestionando el regreso de la energía. Los productores nos unimos y hubo mucha solidaridad para que no se queme la cosecha porque estamos en el cierre de ciclo productivo”, cuenta Brigitte. En la Comarca, quienes viven de la producción deben hacer como las ardillas y acopiar al cerrar la temporada. “Pasa con toda la cosecha, que este momento es clave, muchos emprendimientos de gran producción e historia se nos fueron en un suspiro sin que pudiéramos evitarlo”, se lamenta la productora.
Entre las cenizas de lo que fueron chacras productivas, es el momento para muchos de empezar de cero. “Nosotros somos hermanos con conocimientos y empuje para salir adelante, pero hay mucha gente sola, que eligió estar ahí viviendo tranquilos, cuidadores de casas y en cinco minutos se fue todo de las manos”, reflexiona Brigitte. “Uno cuida lo suyo pero pensando en el vecino, porque sabemos que la luchamos igual. Nace sola la solidaridad de los que somos gente que está hace tiempo y sabemos lo que cuesta”, agrega.
De a ratos, Brigitte “baja” al pueblo para contestar mensajes y acceder a la señal celular. “Ahora estamos gestionando para llenar tanques australianos. Sabíamos los callejones clave en los que a la gente se les quemó la conexión de agua y fuimos preguntando si necesitaban completar sus tanques. Fuimos a los productores que intuíamos estarían con problemas”, explica. Cuando le preguntaron si necesitaba agua, el productor rompió en llanto. “Sabemos que es prioritario apagar el fuego pero vemos cómo se seca la fruta ante nuestros ojos”, le explicó entre lágrimas. Quienes conocen, producen y quieren al lugar entienden que es el momento de resolver organizadamente con solidaridad. “El objetivo que tenemos como vecinos es resolver las cosas lo más colectivamente posible”, concluye, mientras suspira agotada.
Correr para salvarse
Pasadas las cuatro de la tarde del martes, a Tino, que es nacido y criado en El Bolsón hace casi 40 años, lo empezaron a llamar amigos avisando que había un incendio en la zona de Golondrinas (Lago Puelo), donde viven sus padres. Tino llamó desde el teléfono fijo y avisó que iría con amigos para realizar lo que se hace en estos casos. Mantener la humedad, cortar la cadena de combustión bajando algunos árboles, esparcir las ramas. Su madre le dijo que sí, que fuera tranquilo porque no parecía estar cerca. Esa fue la última vez que pudieron comunicarse ese día. Los vientos se elevaron con fuerza y las llamas avanzaron a una velocidad que nadie esperaba.
“Íbamos con amigos con herramientas y motosierras pero a tres callejones de la casa de mis padres me pararon los bomberos diciendo que no se podía pasar. Les insistí en que tenía que ayudar a mis padres a salir y ellos nos subieron al móvil para acceder a la zona”, cuenta Tino. “Ni bien salimos el fuego era terrible. Estaba a los dos lados de la calle, la gente pasaba a toda velocidad en todas direcciones y en todo tipo de vehículos. La presencia de humo blanco y humo negro, que es el de las estructuras de las casas, generaba mucho temor. En el móvil sentíamos calor. En el trayecto vimos consumirse dos o tres casas y cuando tuvimos que doblar desde el último callejón el fuego era infernal y no recomendaban subir pero lo hicimos para encontrar a mis viejos”, rememora agobiado.
Cuando llegaron a lo de sus padres, Tino pudo ver que el fuego salía de adentro hacia afuera en la casa. “Yo gritaba para encontrarlos mientras veía que se prendía fuego la casa del cuidador de la chacra, los galpones donde tenemos la cámara de frío... todo estaba en llamas y mi amigo al ver que yo estaba azorado me preguntó dónde estacionaban: un tingladito sin la camioneta de mis viejos habitualmente estacionada allí”, relata. Asumieron que se habían ido y gracias a eso pudieron retirarse de la zona de peligro. Sin embargo, cuando comenzaron a desandar el camino, debieron desviarse hacia la localidad de El Hoyo donde el fuego ya avanzaba por la ladera de la montaña. El fuego avanzaba sin pausa.
“Veíamos animales salir corriendo, gente en auto, moto, familias completas con camionetas con cosas arriba... era un despelote. Comenzamos a ir hacia el sur y allí nos cruzamos a unos muchachos que cortaban árboles para hacer cortafuegos. Ayudamos un rato a detener la marcha porque se había trabado el tránsito y eso pone en riesgo a muchas vidas. Mucha gente fue al lugar sencillamente a mirar y eso pudo terminar en una tragedia”, explica Tino.
Por la magnitud del desastre, el poblador debió bajar caminando. En El Bolsón había un camión de bomberos y un muchacho que trabaja en lo de sus padres, que producen fruta fina, le dijo que ellos estaban en lo de los vecinos, a dos kilómetros. “Esperaba noticias de mis viejos, no sabía nada, nadie me atendía, no había señal. Tres horas después caen mis viejos y me dicen que lo habían perdido todo. Ahí me explicaron que no es que habían sacado la camioneta: la habían corrido por el fuego, pero no la vi por la magnitud del humo”, explica.
A los padres de Tino el fuego los encerró en la casa y debieron correr campo traviesa por el lado Este del vecino. “El fuego avanzó de forma abrasadora, se mojaron en el tanque australiano hacia lo de otro vecino porque escucharon ruido y movimiento lo que los hizo asumir que las cosas estaban más tranquilas. Había un vecino que defendía su casa y uno que lo acompañaba los trasladó para sacarlos del peligro”, explica el poblador. Lejos del fuego, mojados para salvarse y agotados de correr cuesta arriba, los padres de Tino se dirigieron caminando a lo de otro vecino para regresar a lo de su hijo.
“Mis viejos casi se mueren, estamos contentos con que hayan podido salir pese a la gran cantidad de pérdidas materiales. El fuego los seguía mientras corrían, venía por tantos lados que sólo podían escapar hacia arriba. Había viento huracanado y cálido como un torbellino muy fuerte que hacía a las llamas avanzar a una velocidad enorme. Al otro día fuimos al lugar y las pérdidas eran totales. Se quemó todo. La casa, la camioneta, el galpón donde producen frambuesa, la maquinaria y las herramientas”, lamenta Tino.
Las plantas de frambuesa se achicharraron por el calor y se quemó media hectárea de bosque implantado de pino que hay en las proximidades. Incluso se consumieron las mangueras de riego. Los alambrados están caídos, no hay luz ni gas en el pueblo. Ya se trabaja intensamente para reestablecer el servicio, pero los daños son imposibles de medir.
El bosque combustible
Darío vive en el terreno ubicado en lo que se conoce como callejón de La Antena (calle de Las Nieves) una zona alta de Golondrinas. Por allí pasó uno de los frentes del fuego, que se inició a unos 800 metros más abajo a la tarde del martes 9. “Fueron momentos de mucha angustia, en un momento pensé que no iba a salir porque un cambio de viento me cerró la vía de escape”, cuenta Darío.
“Una vez alejado del fuego todo fue ayudar como y en lo que se podía. Mucha gente yendo y viniendo, vecinos y gente que subía a colaborar, mucha voluntad con el riesgo. En el centro del incendio se escuchaban explosiones frecuentes”, recuerda Darío. A todo esto se sumaba el agravante de la presencia de plantaciones de pinos que ocupan superficies considerables, se encuentran abandonadas e implican un riesgo. Allí se generan ambientes muy combustibles entre pinocha y resina que facilita una rápida propagación del fuego. “Los pinos no son los principales responsables de los incendios, pueden agrandarlo o dificultarlo. Pero el problema real es el abandono: el desmanejo de las plantaciones por un lado y el abandono de las instalaciones de tendido eléctrico”, explica Darío, que es Ingeniero Forestal.
Hoy por hoy, pinos y postes de luz se encuentran inclinados y es el momento de voltearlos para evitar el riesgo de caídas. “La conclusión con los pinos es que hoy toca considerarlos como parte del ambiente. Se asilvestraron por lo que ya no es discutible su presencia. Es necesaria una capacidad económica que permita dar soluciones de manejo, algo que tiene un costo de enormes dimensiones que sólo puede aportar el Estado”, concluye Darío.
Animales en las cenizas
Desde el día del incendio, Antonela, que vive lejos de la zona afectada por el fuego e integra la Protectora de Animales de la Comarca Andina, se preocupó por dos cosas: por un lado, conseguir donaciones para las familias, y por otro, cómo hacer que hubiera un reencuentro con sus animales domésticos. “Recorrer el lugar es terrorífico, a las familias se les quemó todo y es devastador. Nos vimos con una mujer que tiene nenas de 5 y 9 años. Ellas tenían doce gatos, gallinas, conejos y tres perros en su casa”, cuenta Antonela.
De los doce gatos encontraron a diez quemados, igual que al conejo. Al momento del fuego fuerte, los perros pudieron salir con la familia y pudieron atajar dos gatos mientras escapaban. Son extensiones amplias de un pinar en el que todo se prende a la vez. Algunas gallinas se quemaron por completo. “Tuvimos que salir a buscar a los animalitos, enterrarlos y decirle a los nenes que se fueron”, cuenta la protectora de animales.
El equipo de Antonela asiste en distintos lugares. “Una señora mayor perdió a su perra con sus 4 cachorros. Los animales de cría también quedaron sueltos. Se tuvo que desprender de todos porque no tiene casa ni nada como para mejorar su situación. Los gatos la pasaron peor que los perros porque escaparon para cualquier lado. No paramos un minuto”, cuenta la protectora.
En las redes, la gente desesperada busca a sus animales de compañía y pregunta por el paradero, ellas también cruzan esos datos y dan asilo a los animalitos que todavía no salen del susto. La respuesta es solidaria. Muchas familias pudieron reencontrarse con sus mascotas en el medio de tanta amargura colectiva. “Vamos a seguir buscando animales lastimados y estamos animadas porque un montón de veterinarios de todos lados se prestan para armar sobre la ruta una carpa de emergencias para atenderlos de los daños. Tanto grandes como pequeños”, concluye, agotada. Toca dormir, bañarse y contar las donaciones que no paran de llegar.