A Jorge Casal no le hizo falta ningún test vocacional para saber que su futuro estaría en la investigación de plantas. Desde pequeño, escuchaba atento las historias que su padre le narraba de su trabajo en el campo, un espacio que la familia tenía en Arrecifes, Buenos Aires. Apenas iba al jardín de infantes, Jorge se maravillaba con las prácticas de antaño. El niño escuchaba las historias y sus respuestas se hicieron tan repetitivas que su comportamiento se convirtió en rutina: ni bien terminaba una historia, corría a la terraza de su departamento en Almagro. Porque solo quería jugar con las plantas que había allí.
De adolescente, también pensaba en verde. Así que el camino fue directo y nada problemático: se inscribió en Agronomía (UBA) y desde allí, cada vez otra vez, su vocación se despertó más y más. El tiro de gracia, sin embargo, llegó en 4° año al cursar Fisiología: “observé unos experimentos muy reales. Comprobé cómo el profesor sometía los cultivos a diferentes estímulos lumínicos y me encantó. En aquel invierno de 1979 quedé fascinado y no pude dejar de seguirle la pista”. En la actualidad, es investigador superior del Conicet, vicedirector del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas vinculadas a la Agricultura, y además, dirige el Laboratorio de Fisiología Molecular de Plantas de la Fundación Instituto Leloir.
Agrónomo desde la cuna
Este artículo fue publicado originalmente el día 16 de noviembre de 2016