En el cierre de la She Believes Cup, luego de la derrota de la Selección femenina frente a los Estados Unidos por 6-0, la jugadora Yamila Rodríguez se acercó a su ídola, Megan Rapinoe, e intercambió la camiseta con ella. El momento quedó registrado en una foto y la futbolista argentina, orgullosa, la compartió en sus redes sociales. Pero la imagen fue replicada por Rapinoe con un pequeño retoque: como la casaca albiceleste no tenía el apellido en la espalda, lo agregó con Photoshop y aprovechó para mojarle la oreja a la AFA. "Yo lo arreglé, pero realmente arreglen esto", escribió el emblema del fútbol femenino. El caso se hizo viral y entonces Vanesa Santana, mediocampista central y capitana del conjunto argentino durante el certamen, habló con Pibas con Pelotas sobre la polémica: “Es una tristeza que la camiseta de la Selección no tenga nuestro apellido. Lo que hizo Megan es un ejemplo a seguir para todas nosotras, que tenemos que tratar de ayudarnos para poder crecer”.
–¿Te sorprendió que jugaran sin los apellidos en la camiseta?
– Quizás en el momento no nos preocupamos por eso, pero sí que es muy importante. A veces por ahí salimos en la tele y la gente no sabe nuestro nombre porque no lo tenemos en la espalda. Te doy un ejemplo: yo en el Sporting de Huelva tengo mi propia camiseta, con apellido, y te estoy hablando de un club de España. En Colombia también lo tenía, y que eso no pase en la Selección Argentina es muy triste. Igualmente, como saben, vamos a darlo todo de la misma manera para defender nuestros colores.
– En el debut frente a Canadá, fuiste la encargada de llevar la cinta de capitana. ¿Sentiste un poquito más de responsabilidad?
- (Se ríe). Sí, la verdad que no pensé que me iba a tocar ser capitana, porque yo soy una persona muy tranquila. Pero el cuerpo técnico lo decidió así y me dio la oportunidad de vivir esta experiencia nueva en mi carrera, que me dio mucho orgullo. Estoy muy agradecida con Miriam Mayorga (N. de la R.: mediocampista de la Selección Argentina) y con todas mi compañeras, que me ayudaron un montón.
–Hace poco titularon una nota: “De vender helados en La Salada, a meter un golazo de chilena en Europa”. ¿Esa sos vos?
–Sí, en mi familia somos cinco hermanos y fuimos criados solamente por mi mamá. Ella trabajaba mucho pero el dinero no alcanzaba, así que empecé a vender heladitos de agua para ayudar en mi casa. Con la plata que juntaba en la semana, me compraba un sándwich, una gaseosa y pagaba el micro para ir a jugar con mis compañeros.
–Empezaste jugando en tu barrio, Villa Celina, con tus hermanos y vecinos varones. ¿En qué momento llegaste a Boca?
–Siempre fui fanática de Boca, como toda mi familia, y lo sigo siendo hasta el día de hoy. Cuando yo tenía 12 años, mi mamá trabajaba en una casa de familia haciendo limpieza y siempre pasaba por la Bombonera. Yo le decía que quería jugar en el club, pero a esa altura ni siquiera sabía que existía el fútbol femenino. Hasta que un día mi mamá pasó por Casa Amarilla, le preguntó a un hombre de seguridad si me podía anotar y él le dijo que dentro de poco iban a hacer pruebas. A los 14, que era la edad mínima que tenía que tener, me anoté y quedé.
–¿Tuviste que dejar el colegio para poder trabajar y entrenar al mismo tiempo?
–Sí, tenía que salir a trabajar para alimentarme. Trabajé haciendo limpieza, también en una joyería, atendiendo negocios… Siempre me la rebusqué y después terminé la escuela a la noche. En ese momento entrenaba en Boca, iba a trabajar y a la noche estudiaba.
–Nunca paraste de trabajar, incluso cuando ya jugabas en la Primera División del club. ¿Por eso decidiste irte a jugar al exterior?
–Sí, además yo siempre tuve el sueño de jugar fútbol femenino profesional, y cuando supe que en Colombia eso estaba pasando por primera vez en la historia, supe que iba a ser mi oportunidad para seguir creciendo como jugadora.
–¿Con qué te encontraste allá?
–Cuando me fui a jugar al Atlético Huila, me encontré con un fútbol distinto. Entrenaban todos los días y yo no estaba acostumbrada a eso, porque en Boca entrenaba lunes, miércoles y viernes para jugar el fin de semana. En Colombia entrenaba hasta los días que viajaba. Lo hacía a la mañana, después viajaba y me quedaba en un hotel. Yo nunca me había concentrado en un hotel. Para mí era otra realidad, un sueño que se estaba cumpliendo. Cuando me decían que en dos horas salía el avión para ir a jugar a Bogotá, yo pensaba: “No, me están jodiendo, ¿cómo voy a viajar en avión si en Boca iba en micro escolar?”.
–Acá en Argentina eso era impensado.
–Imaginate que cuando hablé con el presidente del Huila, él me preguntó cuánto me pagaban en Boca para arreglar el contrato y yo le dije que no ganaba nada, que sólo me pagaban un viático y que tenía otros trabajos aparte. Como no tenía sueldo, entonces me pidió que le diera una idea. Me hizo una muy buena propuesta y recién ahí pude empezar a vivir del fútbol.
–¿Querías vivir del fútbol para poder ayudar a tu familia?
–Sí, eso siempre. Hoy gracias a Dios tengo la posibilidad de enviar dinero a casa y que mi familia esté mucho mejor económicamente. Puedo ayudarlos a todos, a mi mamá, a mis hermanos, a mis sobrinos. Tengo esa suerte y agradezco mucho a mi familia, que siempre me apoyó. Mi mamá estuvo en todas, más allá de que a veces no podía acompañarme a los partidos porque tenía que trabajar para darnos de comer, me crió sola y me crió muy bien. Siempre me dio el mejor ejemplo.
–Hoy estás jugando en el Sporting Club de Huelva de la Liga Iberdrola de España. ¿Qué diferencias encontrás con respecto a Sudamérica?
–La competencia, eso es muy difícil. Acá tenés que entrenar al cien por ciento para estar en una convocatoria. Los equipos son cada vez más fuertes, los torneos también. Si no rendís o no jugás varios partidos, quizás al año siguiente no tenés una propuesta para seguir. Esa competencia te hace crecer de golpe como jugadora y como persona también. La competencia es mucho mejor que en Sudamérica.
* Ornella Sersale, Sofía Martínez, Florencia “China” Pereiro.