En los lejanos años '80. Marvin Hagler, al igual que otros supercracks del boxeo de entonces como Sugar "Ray" Leonard, Thomas Hearns y Roberto "Mano de Piedra" Durán, formó parte de la familiaridad del aficionado argentino. Sin canales de cable ni transmisiones por streaming de internet, sus grandísimas peleas se vieron todas a través de la televisión abierta. Su reluciente cabeza rapada, su estampa de peleador zurdo fino y poderoso, su técnica y su bravura atrajeron grandes audiencias y dieron mucho que hablar en una época en la que el boxeo era, sin dudas, el segundo deporte del país en atracción popular e interés periodístico.
Hagler, además, tuvo una ventaja: su largo reinado como campeón de los medianos arrancó tres años luego del retiro de Carlos Monzón en 1977 y uno después del ciclo fugaz del mendocino Hugo Corro (1978/79). Por lo que no era un desconocido para el gran público cuando en 1980 noqueó en 3 rounds al inglés Alan Minter en el estadio de Wembley y ganó el título. Mucho más cuando en 1982, Tito Lectoure convenció a Bob Arum, el máximo ejecutivo de la Top Rank, de poner a Juan Domingo Roldán en las mismas carteleras en las que Hagler defendía su corona. Roldán llegaba en vivo y en directo a la Argentina y a continuación y como un plus, el "Maravilloso" Marvin (el apodo antecedía su nombre real) aparecía en pantalla exponiendo su título.
No hubo necesidad de presentarlo a Hagler cuando el 30 de marzo de 1984 derrotó a Roldán por nocaut técnico en el 10º round en el desaparecido Hotel Mirage de Las Vegas: ya era un boxeador admirado por el público que le reconocía su calidad de gran campeón. Por eso, la empobrecida televisión estatal de aquellos años iniciales del alfonsinismo compró con los escasos dólares que tenía, sus últimas cuatro peleas ante Mustafá Hamsho, Tommy Hearns, John Mugabi y Sugar Ray Leonard. Eran garantía de rating, buena venta publicitaria y de emociones fuertes.
Hagler nunca prometió nada que despúes no entregara sobre un ring. Siempre dio espectáculo y sus peleas más que eso, fueron peleones. El público argentino vibró con aquel inolvidable primer round ante Hearns en 1985 y disfrutó la clase magistral que compartió con Leonard en la última pelea de su vida, el 6 de abril de 1987 y cuyo resultado todavía hoy sigue concitando polémicas. El tramo central de la extraordinaria campaña de Hagler (62 triunfos, 52 por fuera de combate), 3 derrotas y 2 empates) se palpitó desde muy cerca en nuestro país. Por eso, cuando visitó Buenos Aires en 2005, una tarde se agotó de tanto firmar autógrafos, sacarse fotos y recibir saludos en plena calle Florida y una noche, recibió una cerrada ovación del público del Luna Park. Que lo reconoció, lo admiró y ahora lamenta su muerte inesperada como si hubiera sido un campeón de los nuestros, hecho en la Argentina. Conocido y querido por todos.