Atacaron en Chubut al presidente Alberto Fernández. Que estaba en una camioneta blanca y se dirigía a una escuela. La violencia contra este gobierno se ha transformado en un lugar común. Si se pueden poner bolsas mortuorias frente a la Casa Rosada, ¿por qué no habrá de ser posible apedrear al presidente? La violencia se realimenta. Los violentos han llegado a una conclusión: “Este gobierno es débil”. En consecuencia se lo puede y se lo debe atacar de mala manera. Este país no está bien. Tiene un gobierno responsable, que trae las vacunas, las aplica y lo atacan con la cuestión del “vacunatorio VIP”. El gobierno trata de hacer lo que puede, pero todo lo que hace se lo rechazan. Entre tanto el poder mediático y sus periodistas obedientes no se han puesto límites.
Hay buenas noticias cono la liberación de Lula y la prisión de Jeanine Añez en Bolivia. Una para el lado de la justicia. Pero la derecha no se rinde. El ataque a Kiciloff y a su mujer por medio de un personaje que casi uno, por suerte, había olvidado fue aberrante. El personaje es la olvidada Beatriz Sarlo. Logró, con esta cuestión, algo que le gusta mucho, por lo que se desvive: estar en el centro de la escena. Para peor, con ese lenguaje de tono arrabalero que utiliza, le dijo “pelotuda” a una periodista. Es el lenguaje áspero y soez de las redes llamadas “sociales”.
La violencia es la visible y estridente trama de la historia. Hay que ver un documental sobre la primera guerra mundial que hizo el director de El señor de los anillos. Son todos materiales originales, de esos héroes poco reconocidos que son los fotógrafos de guerra. Es estremecedor. Fue una una hazaña hacerlo. Es difícil de ver. Lo que tiene esa primera guerra llamada mundial es la uilización del gas venenoso, las trincheras cubiertas de sangre y barro, el sacrificio abrumador de las infanterías. Esto se ve muy bien en el film de Stanley Kubrick La patrulla infernal, acaso la más genial de las películas antibélicas.
Entre tanto, los belicosos de aquí –según ha sido dicho- han colocado bolsas mortuorias frente a la Cada Rosada. Para colmo, cada bolsa lleva un nombre. Se trata de una amenaza de muerte. Uno de los nombres es el de Estela de Carloto. A veces da asco ser argentino. ¿Lo somos? No lo somos en el modo de los que han puesto las bolsas de cadáveres. No lo somos en el modo del odio.