Algo pasa con la tendencia a pensar y vivir las relaciones humanas bajo la forma de un control. La vocación tan extendida de dominio sobre el otro suele teñir los vínculos de un tono espeso de nula flexibilidad. Cuando esto sucede lo primero que se sufre es la pérdida del placer, luego continúa la caída de las ganas hasta la pendiente que impide cualquier juego desde el erotismo. Sin embargo, la primera y más inmediata transformación de una relación suele ser su viraje al intento de dominación o control ¿Qué otras consecuencias menos evidentes traerá esta recaída, masivamente compulsiva e indetenible, sobre las personas involucradas, cuyo extremo anonadante sería el crimen?

Si eros es lo que no somos como impulso a encontrarlo, pero se impulsa justamente desde lo que no alcanzamos, lo que no tenemos, incluso desde el lugar donde no estamos, quizás lo que no resulte tolerable sea que eros crea nuestra alteridad desde ese vacío. Y oculta de ese modo eros la profunda dependencia a los otros en la que caemos en esa búsqueda infinita por ser lo que no soy, alcanzar lo que no tengo, tener lo que no, llegar al lugar donde no estoy. Eros camoufla nuestra enamorada sumisión al otro y así hace que la finitud nos toque. Y nos siga tocando. Y de tanto tocarnos y buscar volver a tocarnos, surge lo infinito de su tacto cuando lo que buscaba tocar, en un momento imprevisible me toca. Pero ese preciso punto no se reduce a dominación ¿Qué sucedió entonces allí de absolutamente distinto?

Si bien las relaciones de control carecen de ese movimiento, en espiral abierta y en una especie de reversión, aún así con sus esquemas rígidos lo explicamos todo, aunque resultan inmutables y no cambian realidad alguna; sólo permutan funcionamientos fijos, ni siquiera son enroques. No hay mucha más variante que pasar de controlador a controlado, de sometida a sometedora sin transformar nada sustancialmente.

 

Recordemos que Platón cuenta en el mito de su origen que eros nace con ímpetu y perece en un mismo dia; es hábil pero desaparece; chispa y surgimiento, desfallecimiento y flaqueza; el máximo recurso únicamente surgiendo desde la extrema pobreza. Hay una oscilación entre posiciones contrarias en el relato mítico del nacimiento de eros convertidas en personajes, Poros y Penía son sus padres y su madre Penía tuvo que ingeniárselas para entrar en los festejos de Afrodita pues habiendo sido expulsada porque no tenía nada se arregló para ingresar subrepticiamente y seduciendo a Poros ebrio se hizo engendrar su hijo Eros. Una actividad desde la carencia absoluta logra atravesar rechazos y poderes imperantes donde los opuestos irreconciliables generan otra cosa que reproducción de esquemas de dominación. ¿Necesitaremos en estas épocas que nos tocan volver a pasar por los relatos míticos para extraer de sus historias alguna salida? (Poros remite a “poro de la piel” y por lo tanto no sólo se ha traducido como “recurso” sino también como “expedito” y “salida”).