La autobiografía es el texto destinado a estructurar la propia vida a través de la escritura, un artilugio literario que tiene el objetivo de darle un sentido a la historia personal. La cantante Patti Smith reúne en M Train las memorias en las que evoca un pasado a través de la conciencia de los hechos que formaron su existencia. Hay una mirada un poco melancólica, un poco feliz de una mujer con un conocimiento profundo de las cosas que le pasaron, que dejó atrás y la hicieron fuerte, para quitarse el miedo de enfrentar la muerte. En todo el relato, la narradora enfrenta el vacío existencial mediante placeres mundanos: los viajes, los objetos adquiridos, los libros leídos, las personas amadas, las canciones escuchadas, los cafés visitados constituyen el material que conforma su mundo, único. Busca satisfacciones como antídotos contra la tristeza.
“No es tan fácil escribir sobre nada” es una frase que se repite en el libro como una determinación impuesta, es difícil escribirse a sí misma, pero es la forma de constituirse. La cantante rememora hechos externos que sucedieron y que pueden comprobarse con sólo recorrer los lugares en los que estuvo o hablar con las personas que nombra, hechos tamizados con la reflexión interna para crear el estilo personal.
Entre las páginas aparecen fotografías que dan cuenta de que lo narrado fue real: la mesa y la silla en la que se sentaba en su café preferido, la casa de Frida Kahlo que visitó cuando estuvo en México, la tumba de Sylvia Plath a la que fue varias veces, un vestido que se compró, o los amigos que visitó durante su paso por Japón. Así crea un universo repleto de referencias culturales con las que toda una generación puede sentirse identificada y hasta un guiño a Latinoamérica cuando se refiere a su devoción por Roberto Bolaño y Cesar Aira. Escribir es su modo de pensarse y dejar plasmado en el papel esos pensamientos. “Me atraía la idea de pensar y escribir al mismo tiempo”, afirma.
Patti escribe sin la pretensión de los escritores consagrados, se mete en un terreno que no siente su hábitat, pero que reconoce y donde está cómoda. Sus palabras están impregnadas de poesía existencial y una vitalidad detenida que las vuelve trascendentes y repletas de belleza como dardos atravesando un mar revuelto. “No es depresión, sino más bien fascinación por la melancolía, a la que doy vueltas en la mano como si fuera un pequeño planeta, veteado de sombras, de azul imposible”, sentencia. Las memorias de Smith son la antítesis del dictamen de moda de “soltar”: ella no suelta, o lo hace a través de la escritura, los objetos conforman su vida y se aferra a ellos. Un abrigo negro, una cámara de fotos antigua, una obsesión, un libro abierto, un pensamiento, una taza de café al que vuelve una y otra vez como un estigma que recorre sus días: “Me encantaban el abrigo, la cafetería y la rutina matinal. Era la expresión más clara y simple de mi solitaria identidad”. Acá no hay reviente o descontrol, sino la descripción de una vida común con una profesión extraordinaria a la que hace muy pocas referencias, como queriéndose separar por un instante para volver a la persona. Arma su cotidianeidad a través de sus viajes y sus permanencias, un En el camino intimista y escrito por una mujer.
M Train invita a conocer New York a través de sus puntos de vista y adentrarse en el dolor luego de perder a un marido y compañero de aventuras; atrae un impulso de lectura infrecuente y delinea todo el panorama que nos dejó el siglo XX: “Lo que he perdido y no puedo encontrar, lo recuerdo. Lo que no puedo ver, intento evocarlo. Funciono a base de impulsos concatenados que rayan la iluminación”.