Un ataque con misiles sobre las ciudades de Al Bab y Jarablus dejó un saldo de varios civiles heridos a diez años del inicio de la guerra en Siria. Miles de personas se manifestaron el lunes en la ciudad de Idlib para continuar exigiendo la renuncia del presidente Bashar al Assad, mientras Reino Unido anunció sanciones contra seis miembros del gobierno sirio. La guerra, que involucra a múltiples actores, causó más de 388 mil muertos y ha forzado a 12 millones de personas a abandonar sus hogares, de acuerdo a cifras de la ONU.

Misiles balísticos fueron disparados desde la base aérea de Kuweires en Alepo, ciudad bajo control del gobierno sirio, y alcanzaron a Jarablus y Al Bab, ciudades ocupadas por Turquía y situadas al norte del país, informaron el ministerio de Defensa turco y la ONG Observatorio Sirio para los Derechos Humanos con sede en Londres. El ataque "tuvo como objetivo asentamientos civiles y camiones cisterna de combustible (...) varios civiles resultaron heridos", dijo el ministerio turco en un tuit acompañado de un video que muestra varios camiones en llamas. Estas instalaciones fueron objeto de repetidos ataques en los últimos meses, aunque ni Damasco ni Rusia, su aliada con tropas en territorio sirio, los han reivindicado.

En paralelo Londres anunció nuevas sanciones contra seis miembros del gobierno sirio, entre ellos su canciller Faisal Moqdad, por "reprimir" a la población. "El régimen de al Assad ha sometido al pueblo sirio a una década de brutalidad por tener el valor de exigir una reforma pacífica", afirmó el canciller británico, Dominic Raab.

Miles de personas se manifestaron el lunes en Idlib, última gran región de Siria controlada por grupos rebeldes y yihadistas, para marcar el décimo aniversario del inicio del levantamiento contra el presidente al Assad. "Hemos venido para reiterar nuestro compromiso y para hacer caer al régimen", aseguró Hana Dahneen, que participó en las primeras manifestaciones hace diez años.

El conflicto se desató cuando el gobierno sirio, legítimamente electo, reprimió marchas opositoras en coincidencia con las protestas de la llamada Primavera Árabe en otros países de la región. La violencia del reclamo derivó rápidamente en una guerra cada vez más compleja y sangrienta.

Visto en un principio como un reformista por Occidente, que lo premió en cada país que visitó, el presidente sirio combatió el levantamiento con la fuerza de las armas y mantuvo esa militarización ante la transformación del conflicto interno en una compleja guerra que involucra a rebeldes, extremistas islámicos, kurdos, potencias regionales como Turquía y fuerzas internacionales.

Más allá de los intereses geopolíticos, la guerra trajo consigo cientos de miles de muertos y produjo un éxodo forzoso: al menos 12 millones de personas (más de la mitad de la población de Siria antes de la guerra) debieron abandonar sus hogares huyendo de la violencia, de las cuales más de 6,2 millones son desplazados internos y 4,6 millones son refugiados, sobre todo en Turquía, Líbano y Jordania.