El día del orgullo concentra muchas emociones, por una parte, es una fiesta reivindicativa y de lucha, a partes iguales, que proviene los movimientos sociales de base y que encarna diferentes formas de protesta, más o menos contestatarias. En este sentido me identifico mucho con este lema “El orgullo es protesta, ¿a quién le molesta?” del Orgullo Crítico madrileño de 2006, que resitúa su celebración en la movilización. Sin embargo, estamos ya muy lejos, histórica y políticamente, de las revueltas de la cafetería Compton (1966) y del bar Stonewall (1968), las protestas reprimidas en las ramblas catalanas (1976) y tantas otras que aún no conozco pero quisiera hacerlo, en el Sur global. Protestas encabezadas por travestis, prostitutas, maricas y bolleras con pluma, que no son la cara más amable de la “normalización lgtb”.
Hay una crítica relevante desde los movimientos sociales y que sigue vigente hoy sobre la presencia de las empresas en el orgullo, el lavado de cara y rentabilización de un evento en aras de despolitizarlo. Además de resistir o sobrevivir a la mercantilización del orgullo, ahora mismo lo que también se plantea en muchos de los eventos del orgullo de diferentes ciudades es el peso del sujeto político sexual, el imaginario social en transformación de una ciudadanía habitualmente excluida y señalada, cuyos derechos se han de restaurar, con más o menos intención transformadora o normalizante. En este sentido, nos cabe preguntarnos para qué pueden servir estas celebraciones, si siguen siendo una oportunidad para protestar y divertirnos, para plantear una visibilidad irreverente que nos ayude a seguir cuestionando la normalidad. Para mucha gente, sigue teniendo sentido, aunque sea planteando un contra-orgullo, un bloque alternativo, o tener una presencia irreverente en su corriente principal.
Me cuentan que una delegación madrileña está estos días por Buenos Aires, ¡qué envidia!, como evento previo al orgullo de Madrid en este año, que tiene carácter mundial ¡qué locura! Espero y deseo que seamos capaces de aprovechar la oportunidad para mariconizar y travestizar nuestras luchas, planteando la importancia de la pluma y el bollerío, y sobre todo, las necesidades de las personas con identidades y sexualidades no normativas más vulnerables en nuestros entornos, que habitualmente son trans, mujeres, migrantes, jóvenes y ancianos, personas con discapacidad, trabajadoras sexuales y otras que ocupan lugares subalternos. Siento que somos muchas las que queremos seguir dando la pelea desde diferentes frentes, incluso durante las fiestas del orgullo.
* Docente, investigador, autor de Trans*exualidades. Acompañamiento, factores de salud y recursos educativos (2015)