El 29 de julio de 2017, la adolescente Anahí Benítez, de 16 años, salió de su casa de Parque Barón, en Lomas de Zamora, para caminar unas cuadras hacia el Parque Municipal Eva Perón. Su familia denunció la desaparición ese mismo día y el 4 de agosto del mismo año el cadáver de Anahí fue encontrado desnudo, con lesiones cortantes y golpes en la cabeza, enterrado en la Reserva Natural Santa Catalina. La autopsia determinó que fue estrangulada, que le habían suministrado drogas y que en esas condiciones había sido abusada. El 2 de junio de 2020, Marcos Esteban Bazán, el dueño de la casa donde se cree que Anahí fue retenida, drogada, violada y estrangulada en 2017, fue condenado a prisión perpetua por el femicidio de la adolescente de 16 años. A lo largo de los tres años que lleva detenido, Bazán obtuvo el respaldo de distintos organismos de derechos humanos que consideran que se trata de una "causa armada", tal como planteó su defensa en el alegato. Otro imputado, Marcelo Villalba, cuyo ADN fue identificado en restos de semen hallados en el cadáver de la víctima, de acuerdo a un informe forense, fue, en principio, diagnosticado por un cuadro de "esquizofrenia paranoide" con una "estructura psicótica" por una junta médica de Lomas de Zamora. Luego, en noviembre de 2020, tras otra pericia, fue declarado por el Tribunal en condiciones psiquiátricas de "comprender el proceso en su contra", pero aún no se resolvió.
La lucha que emprendieron los compañeros que iban con Anahí a la Escuela Nacional Antonio Mentruyt (ENAM), queda reflejada en Algo se enciende, documental de Luciana Gentinetta, que tendrá su première el martes 23 de marzo a las 21 en el Gaumont, como parte de la Competencia Argentina del 22º Bafici. Gentinetta tiene 23 años, es fotógrafa y directora audiovisual y Algo se enciende es su ópera prima. En 2017, su corto Constitución ganó una beca en la Universidad Siglo 21. Un pibe trans del Conurbano, su último ensayo fotográfico, fue ganador de la beca Algabo-Turma 2018, mención de honor en el Premio Estímulo Joven 2019 y de la Fundación Alonso y Luz Castillo. Estudia actualmente Comunicación Social y Fotografía.
Hay un dato que no es menor: Gentinetta cursó en el mismo colegio que Anahí. Su documental -producido por Valeria Tucci y Aníbal Garisto- no es informativo ni pretende bucear en los vericuetos de la causa judicial, sino que se centra en los recuerdos y las experiencias que chicos y chicas de 16 y 17 años compartieron con Anahí y que, de un día para otro, frente al horror que significó su femicidio, salieron a movilizarse por las calles de Lomas. También rescata el valor artístico que tenían esas marchas y cada uno aporta recuerdos de su compañera. Algo se enciende contiene momentos de gran intensidad y emoción, pero nunca cae en un golpe bajo sino que demuestra el valor de recordar a una compañera que ya no está.
Algo se enciende surgió a los seis meses del femicidio de Anahí, en una actividad artística que estaban haciendo todos sus compañeros en la plaza de Lomas, frente a la municipalidad. "No era tan así como una movilización de reclamo sino que después del femicidio de Anahí, los compañeros continuaron con un reclamo de justicia sostenido durante varios meses, el 4 de cada mes, pero éste en particular fue el primero en que ellos decidieron abandonar la idea de movilización y demás porque los desgastaba mucho emocionalmente, y decidieron hacer una conmemoración artística. Entonces, decidieron hacer una intervención artística en el espacio público, retomando un poco la esencia de su amiga, en lo que ella hacía", cuenta Gentinetta en diálogo con Página/12. "Estaba cubriendo con mi cámara de fotos porque me surgía y, entonces, un poco nació porque quería empezar a retratar todo esto que estaba sucediendo adentro de la comunidad educativa y que, por sobre todo, lo estaban motorizando los chicos que tenían 16, 17 años. Me parecía súper valioso ese punto de giro que ellos estaban haciendo por una necesidad emocional de poder atravesar el femicidio", agrega la directora.
-¿Sentías que por haber cursado en esa escuela era más una necesidad que una elección hacer un documental sobre los chicos y las chicas que compartían el curso con Anahí?
-Sí, porque es una escuela con una larga tradición de organización estudiantil, y una escuela que nos enseña mucho a participar en la comunidad y lo importante que es esa contención. Entonces, había una necesidad de reunir en un documental todas esas características de la comunidad, todas esas cosas que veía cristalizadas que estaban sucediendo con Anahí en sus amigos. Entonces, había una necesidad personal como de decir: "Che, tengo este material propio de las fotos que venía sacando, de las filmaciones. ¿Por qué no lo usamos como registro útil para la historia de la escuela, para contarles a otros que vengan más adelante, a otros estudiantes, a otros profesores, cuál es la historia y cómo sucedió lo que sucedió adentro de la comunidad?"
-Podrías haber hecho una película informativa sobre el caso pero decidiste basarte en los testimonios de los estudiantes. ¿Por qué la pensaste de este modo?
-Porque estoy cansada de las coberturas de femicidios en los informativos y policiales. Era inherente a mí involucrarme emocionalmente con todo lo que estaba sucediendo en la escuela y con todo lo que les sucedía a esos chicos, con los que además nos conocemos porque no tenemos tanta diferencia de edad. Yo por un tiempo cursé la secundaria aunque ellos eran más chicos. Necesitaba retratarlos de una manera que no naturalizara la situación, que ahondara un poco en la trama y en todo lo que pasó después, en todo lo que queda después de un femicidio, porque en general nos enteramos poco en los noticieros. Las noticias se hacen fugaces y no siempre hay un seguimiento más personal de lo que pasa en tal o cual femicidio. Por lo menos en la televisión y cómo deciden algunos medios retratar los femicidios. No pretendía que fuese informativo. Para lo informativo se podía googlear, se podía buscar en otros medios. Yo quería hacer algo ligado a lo artístico y, por sobre todas las cosas, buscar el entramado de lo que sucedió después y contar un poco de manera oblicua, si se quiere, el femicidio de Anahí. Es el puntapié pero después no es lo que sostiene la historia. Lo que sostiene la historia es cómo se movilizan esos chicos.
-La película tiene intensidad y dramatismo. ¿Cómo jugaron esos dos factores al hacerla teniendo en cuenta que se trata de un caso real en el que se pueden herir sensibilidades?
-Fue bastante complejo porque tenía todo el tiempo en la cabeza no caer en determinadas escenas. Ya de por sí la situación es intensa y dramática, como dijiste, y es triste. Pero centraba mis energías en la pulsión que los seguía llevando a los chicos dentro de la escuela. Apoyándome en eso, no dejaba de ser intenso ni dramático, pero no caía en una situación dramática al pedo, o en una situación triste o morbosa más triste de lo que ya es. No trataba de meter el dedo la llaga sino de darle la vuelta para ver qué era lo que había detrás de eso, cuál era la pulsión de los chicos de seguir haciendo intervenciones artísticas, cuál fue la forma de ellos para anteponerse a toda esa situación, qué había en el contexto de la escuela que los ayudó a anteponerse a esa situación. La cuestión era basarse en eso.
-Estremecen muchos de los testimonios sobre Anahí: desde la incredulidad de que le hubiera pasado algo apenas desapareció hasta el grito de justicia cuando ya se conocía su final. ¿Fue muy duro grabar esos testimonios?
-Sí, completamente. Y me encontraba con los chicos en situaciones diferentes también a la hora del relato: a algunos les costaba más, otros estaban más desenvueltos. Cada uno era un mundo. Fue difícil pero también me generan mucha admiración ellos por su capacidad de elaborar. No sólo elaborar personalmente todo lo que sucedió sino también para poder explayarse en una entrevista y poder dejarlo claro como lo hacen en el documental.
-¿Crees que los compañeros y compañeras se sintieron hostigados por los medios?
-Sí, sin dudas. Justamente por lo que decía antes del formato de cobertura que, en general, tiene sobre todo la televisión sobre este tipo de casos. Lo ejemplifico: el día después de que Anahí apareció sin vida, los chicos decidieron hacer una movilización a Congreso reclamando justicia la mañana siguiente. Ahí se juntaron bastantes personas para una movilización que fue de un día para el otro y la organizaron ellos. Cuando la columna del colegio entró a la Avenida de Mayo con la bandera del colegio y con los amigos y amigas de Anahí que estaban adelante, la prensa se abalanzó sobre los chicos. Tanto fue así que los egresados que estábamos tuvimos que hacer una especie de cordón para que ellos pudieran seguir avanzando y no se les vinieran encima. ¿Sabés qué nos decían los periodistas? "¡Correte! ¡Salí, dejame sacar la foto!". Ese era el nivel de hostigamiento que sufrían los amigos y amigas de Anahí, menos de 24 horas después de que ella apareciera sin vida.
-¿El arte les sirvió a chicos y chicas de 16 y 17 años para expresarse también en torno de lo vivido?
-Sí, completamente. Y un poco la idea de eso es que ellos retomaron a su amiga como artista y empezaron a hacer cosas artísticas también, como una forma de sobrellevar ese duelo. Fue muy claro. Sobre todo más a la altura de los seis meses del femicidio, cuando empecé a encarar la peli, la comunidad y sobre todo los estudiantes se volcaron mucho a las actividades artísticas, como una forma de expresión y de soltar todo lo que les había atravesado la situación, pero a través del arte. Y lo más lindo fue que lo retomaron con la premisa de que Anahí era artista, que ese arte no tenía que morir, y ellos hicieron sus propias producciones artísticas. Eso es retomado en el documental a través de los poemas, la música y demás.
-¿Otro de los objetivos de esta película es colaborar para luchar por justicia?
-En principio, el objetivo del documental es poder registrar esta situación desde los estudiantes, desde la comunidad educativa, y poder abonar a la memoria de la escuela y de cómo podemos retratar la situación de un femicidio. Ojalá si ayuda para otras cosas. Lo que pasa es que toma poco la cuestión policial porque no pretende echar luz sobre eso. Por lo menos, yo como directora no tuve esa pretensión. Si se diera, sería buenísimo, pero no estoy tan segura por cómo es el documental. Pero sí me parece que es importante empezar a tener otros relatos para poder hablar de femicidio y de la necesidad de justicia en los casos de violencia de género en general.
-¿Crees que el cine puede ser una herramienta para la lucha contra los femicidios?
-El cine, como cualquier expresión artística, es el reflejo de un contexto. Y cuanto más creativa y reflexiva es sobre ese contexto, la expresión artística es más rica, En ese sentido, el cine sí puede ser una forma de revelar ese contexto y de reflexionar en conjunto sobre eso.
-¿Qué significa tener 23 años y hacer una película sobre un tema tan doloroso?
-En principio, es estresante porque nunca esperé la forma en fue creciendo la peli. Y después, a nivel profesional, es estresante porque me encontré con un montón de procesos largos e intensos que no había imaginado. Al mismo tiempo que es estresante, por el lado artístico es muy lindo poder ver esto terminado, y poder compartirlo con las personas que participaron y que me ayudaron a llevarlo adelante. Y, por supuesto, poder difundirlo. Entonces, es como una sorpresa constante y es reconfortante ver todo este trabajo así terminado. Pero es producto de procesos muy intensos que no conocía, es la primera vez que los atravieso, pero son súper interesantes. Obviamente, encontré algo que me encanta hacer y que seguramente seguiré haciendo.
* Además del 23 de marzo a las 21 en el Gaumont, Algo se enciende se podrá ver el 28 de marzo a las 19.30 en el Museo Larreta, al aire libre. Y desde el mismo 23 a partir de las 22, se habilitará para ver por 72 hs en vivamoscultura.buenosaires.gob.ar Todas las entradas son gratuitas y se reservan dos días antes de cada evento registrándose en la página web mencionada.