De los 3,9 millones de puestos de trabajo que se perdieron entre el primer y el segundo trimestre del año pasado en Argentina, 1,3 millón corresponden a jóvenes de entre 18 y 30 años. Los datos surgen de un análisis realizado por el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM), consorcio integrado por la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, la Universidad Nacional Arturo Jauretche y la Universidad Nacional de Hurlingham.
En América Latina el empleo juvenil se transformó en un problema social de creciente relevancia, tanto por la escasa oferta de puestos de trabajo como por la calidad de empleos a los que acceden los jóvenes. La Organización Internacional del Trabajo señala que hay 9,4 millones de jóvenes desempleados en latinoamerica, 23 millones que no estudian ni trabajan ni están en capacitación y más de 30 millones que sólo consiguen empleo en condiciones de informalidad.
En Argentina, la desocupación en jóvenes de 18 a 30 años (alrededor de 9 millones y el 20 por ciento de la población) creció 6 puntos porcentuales, pasando de un 20 por ciento en el primer trimestre de 2020 (pre-pandemia) a un 26 por ciento durante el segundo trimestre, el período más crítico de la crisis sanitaria. Mientras que, dentro de la población adulta (entre 31 y 65 años) la tasa de desocupación fue significativamente menor, alcanzando un pico de 10 por ciento en el segundo trimestre.
Durante el tercer trimestre hubo una recuperación: al comparar la cantidad total de jóvenes ocupados previa al estallido de la crisis de la covid-19 a fines de marzo con los del tercer trimestre de 2020, los jóvenes que han perdido su trabajo definitivamente alcanzan a los 560 mil.
Factores del desempleo
"El 2020 ha demostrado nuevamente la elevada vulnerabilidad laboral de los jóvenes frente a situaciones de crisis económicas", explica Darío Romano, coordinador del área Trabajo y Producción del CEM . Es que más allá de los últimos datos, la problemática del desempleo juvenil emerge con fuerza en cada crisis: "Como en 2001, la crisis económica y social detonada por las políticas económicas llevadas adelante por el gobierno de Cambiemos impactó de lleno en la población juvenil, elevando la tasa de desempleo entre 2017 y 2019 del 19,8 al 22,6 por ciento para las mujeres y del 15,5 al 17,9 por ciento para los hombres", explica el informe del CEM.
Uno de los factores que explican por qué los jóvenes son más vulnerables a perder el trabajo frente a las crisis es la informalidad: la tasa de informalidad laboral de los asalariados adultos (31-65 años) era (pre-pandemia) de 29 por ciento y la juvenil alcanzaba el 51 por ciento, e incluso mayor si se reduce el rango etario entre 18 y 24 años, alcanzando un 64 por ciento de informalidad.
Durante el segundo trimestre del año anterior, del total de empleos informales perdidos como resultado de la pandemia en el país (2,2 millones), casi la mitad estaban ocupados por jóvenes (950 mil).
El mayor impacto sobre el desempleo joven afecta además por ocupar puestos en las ramas de actividad económica más golpeadas por la pandemia, como el comercio donde se desempeñan el 25 por ciento de los jóvenes ocupados; hotelería y gastronomía (11 por ciento de los jóvenes), construcción (9 por ciento mayormente varones) y servicio doméstico (8 por ciento, mayoritariamente mujeres).
"Durante la pandemia, estas ramas disminuyeron considerablemente sus dotaciones de personal y, si consideramos solamente la disminución intertrimestral de empleados jóvenes, los números son elevados: Servicio doméstico redujo sus empleados jóvenes en un 60 por ciento, hotelería y gastronomía 57 por ciento, Construcción 55 por ciento y Comercio 3 por ciento", explica el CEM.
"Esta frágil situación explica el lanzamiento por parte del gobierno nacional de programas dirigidos a promover oportunidades educativas y laborales como el Potenciar Inclusión Joven, las Becas Manuel Belgrano y, recientemente, un programa dirigido a generar incentivos para que las pymes incorporen jóvenes de entre 18 a 24 años. Se tratan de importantes iniciativas que deberán acompañarse con políticas macroeconómicas que promuevan un ciclo de recuperación de la actividad y del empleo”, concluye Darío Romano.