La Vida me había llevado hasta allí.

No podía discutirlo con Ella,

por eso terminé por aceptar,

algo necesitaba aprender en esa situación.

Así de simple.


Lo que las enfermedades vienen a decirnos, si es que aceptamos que La Vida, por medio de ellas, nos pueda estar diciendo algo, nos confirma que no existe distancia entre medio externo y medio interno, así como --afirma Nietzsche-- no existe distancia entre el hacer y el ser. Lo humano, a lo largo de su historia, ha ido creando y profundizando una distancia imaginaria entre él y el resto de los seres y las formas. Junto con este distanciamiento se ha ido perdiendo de vista a sí mismo, a la especie y a La Vida. Sus inicios los vemos allí donde los hombres --de manera principal-- y las mujeres, que debían velar por el bien de sus pueblos, pasaron a quererlo todo para sí. Esto comenzó cuando lo humano dejó de percibirse como una más de las formas, para dejarse guiar por ese otro en él, eso que llamamos, Yo. Fue así como esa función --degradación de sujeto, más egoísmo sin límites--, se sintió con el derecho de controlar todas las formas olvidando la importancia del bien común. Comenzó por su prójimo al que insiste en volverlo rebaño, en ajenarlo (1), en distanciarlo de aquello más propio y mejor. Así, una parte de lo humano ha terminado por declararle la guerra a La Vida, volviéndose peste y al fin pandemia. Un ser capaz de destruirlo todo con tal de incrementar sus buenos negocios.

¿Por qué un psicoanálisis nietzscheano ahora? Sucede que, al resultarnos el psicoanálisis, tal como se lo ha empleado o desvirtuado hasta hoy, adaptando y ajustando sujetos al sistema imperante, comprendimos que necesitábamos nuevas herramientas. Fue así como además de Freud y Nietzsche, hemos encontrado en las prácticas y cosmovisiones ancestrales que guardan en retazos ciertos curanderos y chamanes --hombres o mujeres-- en todo el mundo, que, ordenando ese conjunto de saberes, podemos, mediante las prácticas que de ellos surgen, ayudar a formar sujeto para sí, es decir menos atrapados por el sistema. Si bien la pandemia va a pasar ya nada será igual. Nadie puede ser el mismo luego de atravesar ciertos límites. La Pandemia, las necesarias cuarentenas y distanciamientos sanitarios han propiciado que lo humano asistiera horrorizado a las caídas sucesivas de sus máscaras.

Ya no hay forma de ocultarlo, para vivir de una forma que exprese lo más propio y mejor de cada sujeto hace falta vivir de acuerdo a lo deseado. Nadie puede lograr resultados distintos repitiendo sus conductas. De no animarse a trabajar para realizar todos los cambios necesarios, aquello que predominará será lo peor de esos seres horrorizados por las imágenes que les devuelven los espejos. Lo peor es más fácil, la deshumanización, su irracionalidad y brutalidad.

No se trata de optar entre la guerra y el amor, sino --nada más y nada menos-- de animarse a dejar el Yo en un discreto segundo plano. El objetivo es retomar los diálogos con La Vida, para dejar que sea Ella quien nos guie. Lo humano, hombres, mujeres o cómo cada uno se perciba, siempre tendrá la posibilidad de intentar --prescindiendo de todo pensamiento mágico, picaresco o negacionista--, siendo sujetos ordinarios, rozar, por momentos, lo extraordinario. Se trata de algo semejante a tener o no un orgasmo, ese increíble, ese brutal y súbito viajar al centro de la galaxia, sentir que se muere mientras se comprende que se está gritando, llorando y riendo a la vez. Después, poco a poco cada uno regresa a su carne, a su forma. Se puede trabajar para habitar lo extraordinario cada vez más tiempo, ejerciendo la propia humanidad.

Enrique Tosto es médico, escritor, psicoanalista nietzscheano, curandeador. Creador y director del Jardín y Reserva La Selvita en el Delta del Paraná.

1. En la actualidad esta palabra ha sido desplazada por otra con el mismo sentido: enajenar, enajenado.