Ernesto Guevara de la Serna nació en la ciudad de Rosario, por lo que es argentino de nacimiento. Y si bien durante algunos años fue también ciudadano cubano, cuando abandona la isla camino a su experiencia africana deja una carta para Fidel en la que renunciaba a dicha nacionalidad. Es decir que murió exclusivamente argentino.
Por otra parte su apodo, “Che”, no dejaba dudas de la argentinidad de quien era un obsesivo bebedor de mate. Quienes lo visitaban sabían que no había regalo más agradecido que un paquete de la yerba misionera. Además Guevara cuando leía o escribía, distraído, entonaba tangos, desafinadamente porque la música nunca estuvo entre sus dones.
El interés del Che por los asuntos de Argentina puede ser atestiguado por quienes trabajaron en la agencia Prensa Latina, por él fundada en La Habana, como Rogelio García Lupo. En aquellos tiempos sin internet llamaba casi todas las noches para interiorizarse de las noticias de su patria. Ese mismo interés estaba presente en las cartas que enviaba a su familia.
En la lista de los libros que llevó a Bolivia –o pensaba llevar pues nunca se encontraron– había textos de Bartolomé Mitre, Rodolfo Mondolfo, Roberto Arlt, Aldo Ferrer.
En su condición de revolucionario la Argentina nunca estuvo fuera de sus proyectos. El intento más vigoroso fue la columna comandada por Jorge Ricardo Masetti, que en abril de 1964 intentó hacer pie en la selva salteña que Guevara había diagnosticado como de condiciones similares a Sierra Maestra.
Para dar una idea de la importancia que el Che le dio a la intentona digamos que Masetti era uno de sus amigos y colaboradores más próximos y que con él ingresaron hombres de la mayor proximidad y confianza de Guevara en Cuba como fue el caso de Alberto Castellanos, en cuya casa se celebró el casamiento del Che con Aleida March. También el jefe de la custodia de Guevara en La Habana, Hermes Peña y el comandante Ulises Rosales, años después jefe del Estado Mayor de la Fuerzas Armadas Revolucionarias y el comandante Abelardo Colomé Ibarra, entonces jefe de la Policía de La Habana, luego ministro del Interior.
La experiencia fracasa, es rápidamente conjurada por la gendarmería argentina que creyó que se trataba de una banda de contrabandistas, y el Comandante Primero, es decir Guevara (Masetti se autodesignó Comandante Segundo) ve frustrado su propósito de exportar la guerrilla rural a la Argentina. Masetti, Peña y otros perdieron la vida, Castellanos pasó muchos años preso sin que las autoridades argentinas detectaran su proximidad con el Che y algunos salvaron el pellejo milagrosamente.
Cabe también consignar que, años más tarde, en 1966, la por muchos motivos equivocada elección de la zona para la guerrilla boliviana se vio influenciada porque estaba a pocos cientos de kilómetros de la frontera con Argentina. Todo indica que en Ñancahuazu el Che pensaba fundar un campamento de entrenamiento guerrillero para nutrir columnas que ingresarían en la Argentina, también en Perú.
Quien fuera, en la era pre López Rega, secretario y biógrafo de Perón, Pavón Pereyra, me reveló detalles de una visita del Che disfrazado a Perón en su exilio de Puerta de Hierro, a mediados de 1967. El objetivo fue recabar del líder peronista colaboración para su proyecto boliviano, sabedor ya de la defección del partido comunista. Perón, con amabilidad, desvió el tema hacia el asma del jefe guerrillero y le recomendó abortar el proyecto para no suicidarse. La búsqueda de apoyo argentino se renovará meses después cuando el Che manda llamar a Ciro Bustos para encargarle el reclutamiento de voluntarios.
Los expuestos son solo algunos datos que apuntan a la argentinidad del Che Guevara. Poco hemos hecho argentinas y argentinos para reconocerlo como compatriota. Es notoria su ausencia, salvo contadas excepciones, en el nombre de calles, parques, instituciones, monumentos. Es sin duda, a nivel mundial, una de las grandes figuras del siglo XX y su influencia se extiende hasta nuestros días sobrevolando, en pancartas y cartelones, las protestas sociales en Perú, Polonia o Corea, en todos los países del mundo.
Ciertos sectores de la izquierda vernácula son renuentes a reivindicar su argentinidad por lealtad con Cuba, la derecha porque la potente vigencia del ejemplo del Che no lo desplaza del lugar de peligroso enemigo.
Ya es hora.