Un detalle minucioso sobre cómo se piensa desde el psicoanálisis a los varones y las mujeres es el núcleo de la investigación que realizaron los psicoanalistas Marina Esborraz y Luciano Lutereau en el libro digital La comedia de los sexos. "El análisis es el primer método clínico que se inventó para ir contra el patriarcado y sus efectos”, escriben ambos. “El complejo de castración no tiene que ver con la presencia o ausencia de pene, sino con que la diferencia sexuada se inscriba en términos de culpabilidad de la mujer: si ella está castrada es porque algo malo hizo”. Y no ahorran en críticas hacia su profesión: "El analista deconstruido es más moralista que todos los prejuicios freudianos juntos”. Además de psicoanalista, Esborraz es Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires y docente de la cátedra de Psicopatología II de la UBA. Lutereau es psicoanalista, Doctor en Psicología y Doctor en Filosofía por la UBA, donde también es docente, y coordina la Licenciatura en Filosofía de UCES.

Uno de los temas es el miedo a la pérdida del amor. ¿Es algo inherente al ser humano o se vive de manera diferente de acuerdo al género? Esborraz considera que ambas posturas son verdaderas. "El amor en sí requiere de la presencia del otro. Se espera la correspondencia. Muchas veces los conflictos surgen porque la correspondencia no es simétrica. Nunca hay una simetría completa en el amor, pero hay un punto en el que Freud hace referencia a la angustia por la pérdida del amor y eso lo ubica más del lado de lo femenino porque él lo plantea como el equivalente a lo que en el hombre denomina 'angustia de castración'". Esborraz dice que hay distintas versiones de lo que implica la pérdida de amor, sea desde una posición femenina o masculina. "Se puede vivir como se vive en los distintos sujetos, hombres o mujeres, el duelo por la pérdida de un amor. En el hombre, es perder a alguien, perder a algo, si hablamos como amor más allá de una persona en particular. Y en las mujeres muchas veces ocurre que al perder un amor es como si perdieran el sentido del amor. En ese punto, la diferencia la podemos leer en ese sentido", plantea Esborraz.

-Ustedes dicen algo fuerte: que sólo se puede amar a un varón y que los varones no aman a las mujeres sino que las desean. ¿Cómo se evidencia esto?

-No es que los hombres no aman a las mujeres. Esa frase parte de unas hipótesis que nosotros establecimos en otro libro, Amar a un varón. La intención fue desesencializar la cuestión varón-mujer, masculino-femenino y plantear las cuestiones en torno a conflictos entre el amor y el deseo. Partimos de una idea que Freud pone como concepto: la libido es masculina. Entonces, cuando se ama, se ama a un varón. De hecho, el niño cuando ama a la madre, también la ama como madre fálica y eso después tiene que caer. Lo que se desea es un objeto que causa el deseo. Y en esos términos pusimos que ese objeto de deseo es femenino. Amar un varón y desear una mujer no es en el sentido de varón y mujer como entidades sino en términos del conflicto entre amor y deseo. La diferencia entre amor y deseo es que el amor requiere de la presencia del otro. El deseo también se puede realizar en ausencia. O sea el deseo se puede realizar en fantasías, no requiere de la presencia del otro. De hecho, el deseo está mucho más asociado a la falta. En cambio, el amor es siempre la necesidad de una presencia. No se ama en ausencia.

-¿Nunca el matrimonio es amigo del deseo?

-No, me parece que el matrimonio puede ser amigo del deseo. Con el tiempo y con los años, lo que llamamos deseo sexual se puede ir perdiendo. Eso es cierto, pero que se pierda el deseo sexual no implica que se pierda el erotismo en la pareja. Creo que son cosas diferentes. Una cosa es el deseo sexual y otra es poder mantener el erotismo, que no pasa solamente por lo que ocurre en la cama. Pero no me parece que necesariamente el matrimonio sea enemigo del deseo. Cada quien va a encontrar tal vez diferentes formas de mantener el deseo en un matrimonio, sobre todo después de muchos años. Pero también hay una cuestión de cómo se viven la sexualidad y el deseo a los 20, a los 30, a los 40, más allá de estar en pareja o no. También muchas veces estamos acostumbrados a pensar la sexualidad y el erotismo en la juventud. Seguramente, no es exactamente lo mismo a los 40 años, a los 50 que a los 20, donde por ahí el erotismo pasa más por la palabra, por una conversación, por otra cosa, no por la impronta más de la seducción.

-¿La belleza en la mujer se mide desde otros ideales que en el varón?

-Sí, totalmente. Es un tema complejo la belleza en la mujer. Se supone que eso que a la mujer le da algún sentido, el brillo fálico, en el hombre no se requiere ese brillo fálico a través de su cuerpo y de su imagen. En el hombre se requiere que demuestre la potencia. O sea, en algún punto alcanza para afirmarse en cierta posición viril. En la mujer, siempre todo resulta un poco más enigmático. Entonces, la belleza es un punto que se le exige a la mujer y muchas mujeres quedan muy afirmadas en ese punto de la seducción por la belleza. Y cuando pasan los años que, evidentemente, algo de eso cae, esto puede angustiar mucho. Lo vemos. O sea, cómo poder seguir afirmándose en ese punto para establecer un lazo con el otro solamente con la belleza. Además, sabemos que es una exigencia bastante fuerte en las sociedades.

-Ustedes señalan que el varón que está en pareja y está, a la vez, con otras mujeres, tiene una actitud adolescente. ¿Es tan así?

-No es una postura moralista, que esté mal actuar como adolescente. Lo que estamos diciendo es que muchas veces la seducción a otro viene al lugar de evitar sentir celos. Entonces, para evitar sentir celos, ¿qué hago? Seduzco a otro. Entonces, es como transferir esos celos a la otra persona. Eso es una actitud que podríamos decir bastante juvenil porque lo que intento es que para no ser yo el celoso me dedico a seducir. En general, muchas veces esas otras seducciones tampoco es que se concretan o llevan a un encuentro receptivo. Basta con saber si puedo generar un interés en el otro. Por eso, muchas veces se ve en los adolescentes cuando por una decepción con la persona con la que están o que se termina la relación, lo primero que hacen, sobre todo los hombres, es salir a buscar otras mujeres.

-Ustedes señalan una frase contundente: "Ser maduro es poder sufrir por amor con dignidad".

-Sí, porque retomando lo de los adolescentes, cuando hay una pelea en una pareja, empiezan a mostrarse en las redes sociales a la noche, en ropa interior o ese tipo de acciones, o hacer llamados las 3 de la mañana. Todo un tipo de actitudes que con el tiempo dan un poco de vergüenza. Si se piensan un poco, son acciones que están por fuera de la dignidad. Por supuesto que todos hemos sufrido o podemos sufrir por amor, por desengaños, por decepción, por frustración. Ahora, hay distintas formas de sufrir. O sea, también hay gente que realiza actos de venganza con el otro, que también es una forma bastante indigna de transitar una pérdida. Entonces, podemos sufrir con dignidad, sin cometer esos actos que nos dejan después en una posición vergonzosa.

* Para conseguir La comedia de los sexos se puede consultar aquí.