Página 12 en Italia

Desde Roma

Un impresionante testimonio ofreció este miércoles ante los jueces del Tribunal del Vaticano una de las presuntas víctimas de molestias y abusos sexuales en el Preseminario San Pío X de la Santa Sede, de parte del entonces seminarista y hoy sacerdote Gabriele Martinelli.

Los acusados en este proceso son dos sacerdotes de la diócesis de Como (norte de Italia): Martinelli, que fue ordenado sacerdote en 2017, y Enrico Radice, hoy retirado, que desde 2002 era rector del Preseminario y está acusado de haber encubierto a Martinelli.

Ubicado dentro del Vaticano y muy cerca de la residencia de San Marta, donde vive el papa Francisco, el Preseminario San Pio X es una estructura religiosa que aloja a estudiantes de escuelas secundarias de todo el mundo para ayudarlos a discernir su vocación, es decir ayudarlos a saber si quieren o no ser sacerdotes. Mientras están en el preseminario los jóvenes tienen como tarea el hacer de monaguillos en las celebraciones que se hacen en la Basílica de San Pedro. Por eso a veces el preseminario es llamado “la escuela de los monaguillos del Papa”.

El interrogatorio de la presunta víctima --de la cual se prefiere no revelar el nombre, poniendo sólo las iniciales L.G.--  por parte de los jueces duró casi tres horas, en las que habló de los seis años de molestias y abusos sufridos desde que él tenía unos 13 años. “Se metía en mi cama mientras yo dormía”, y los otros chicos que dormían en la misma habitación “o dormían o fingían que dormían”. Estando en la cama, las molestias consistían en manoseos o masturbaciones. Las relaciones sexuales propiamente dichas se hacían en una habitación vacía de la que Martinelli se había apropiado y que era llamada “la farmacia”, pero también en la habitación de Martinelli. Al principio la víctima dijo que sufrió una gran conmoción, pero que después se resignó.

L.G. contó además a los jueces que entró al Preseminario en 2006 por sugerencia del párroco de su pueblo, ubicado algunos kilómetros al norte de Milán. Sus padres se habían divorciado y para él, ir a Roma, y prestar servicio en la Basílica de San Pedro era una suerte de “rescate social”. “Yo me sentía muy orgulloso y eso era motivo de orgullo también para mi comunidad. Mi foto con el Papa aparecía en los calendarios parroquiales”, contó. Los primeros dos meses en el Preseminario fueron muy positivos, pero hacia fines de 2006 comenzaron los abusos. “Martinelli se metía en mi cama de noche. Para mí era una cosa muy extraña, yo era muy joven, no me había lanzado todavía al mundo del sexo. En mi casa nunca había escuchado hablar de sexo. Sentí una gran confusión. No entendía lo que estaba sucediendo”, dijo. “Me bajaba los pantalones y comenzabaa tocarme para después masturbarse. Cuando terminaba, se iba como si no hubiera hecho nada. Fue tremendo para mí. Me sentí paralizado”. Esos abusos se repetían hasta dos o tres veces por semana, después comenzó a exigir sexo completo, contó.

Los jueces le preguntaron por qué no trató de reaccionar o de gritar. La víctima dijo que cuando Martinelli entraba en la habitación, él trataba de alejarlo haciendo ruido con los cajones de la cómoda o dando piñas a la pared. Entonces Martinelli se iba. Pero volvía después de media hora. En el momento de los abusos, la víctima dijo sentir “una total separación entre alma y cuerpo. Mi cuerpo estaba ahí como un objeto”, relató.

En 2009, siendo ya más grande, decidió hablar con el rector Radice, pero no fue explícito sobre los abusos sufridos, aunque le dijo que Martinelli lo fastidiaba. “Ahora, a los 30 años, me siento culpable de no haber sido más claro”, subrayó. Radice de todas maneras lo trató mal, muy duramente, acusándolo de ser sólo envidioso y amenazándolo con llamar a su párroco y a su familia. Después de lo cual, L.G. se resignó a su suerte y no intentó denunciar nada. Martinelli, según la víctima, funcionaba casi como un “delegado del rector” y usaba ese poder para obtener favores sexuales, extorsionando a los jóvenes, incluso amenazándolos con expulsarlos del Preseminario.

En 2013, cuando la presunta víctima había salido del San Pío X, escribió una carta al entonces obispo de Como, Diego Coletti, a quien le hizo notar las “violencias físicas” que había sufrido, y también le dijo que no quería provocarle problemas sino que sólo necesitaba un poco de dinero para poder pagarse las sesiones de psicoterapia. Pero nunca recibió respuesta.

Varios años después, Kamil, un compañero polaco del Preseminario, que también había sufrido abusos de parte de Martinelli, insistió para que L.G. hablara sobre el tema. “Yo no lo quería escuchar. Para mí era un tema terminado”. Y todo esto duró hasta que un grupo de periodistas de un programa televisivo llamado “Le iene” (Las hienas), lo convenció para que hablara.

L.G. tiene hoy serios problemas para dormir, a nivel sexual y también para establecer relaciones de confianza con otras personas, contó, recordando además que decidió irse del Preseminario y no seguir el camino hacia el sacerdocio porque sentía “disgusto y asco” hacia el ambiente eclesiástico. “Me venían náuseas sólo de pensar en la posibilidad de entrar a un seminario”, subrayó.

Iniciado en octubre de 2020, el proceso debía continuar el 18 de marzo con una visita de los jueces al Preseminario. Pero por motivos ligados a al covid, esta visita ha sido postergada. La próxima audiencia será el 26 de marzo, donde se escuchará el testimonio de otra presunta víctima, el polaco Kamil, compañero de Preseminario de L.G.

Este juicio --como muchos otros que se están haciendo en el mundo contra la pedofilia de parte de miembros de la Iglesia-- ha sido facilitado por las decisiones tomadas por Francisco en 2019, luego de que en febrero de ese año se realizara en el Vaticano un encuentro con cardenales y obispos de todo el mundo sobre abusos sexuales. Entre las medidas que Francisco tomó en 2019 hay que mencionar la abolición de una norma que impedía la realización de un proceso dentro del Vaticano si la persona ofendida no había presentado la denuncia en el término de un año, a partir del momento en que se habían producido los hechos. Y como aseguran los psicólogos expertos, las personas que han sufrido abusos de este tipo difícilmente pueden confesarlo o hacer una denuncia en menos de un año.

Otra decisión importante que ayudó a sacar estos hechos a la luz, después de que Francisco insistiera repetidamente sobre la “tolerancia cero” hacia los abusos, fue la abolición del “secreto pontificio” no sólo sobre las denuncias, sino sobre los procesos y decisiones referidas a las personas que han cometido abusos de menores y también referidas a los que los han encubierto, a menudo cambiando a los culpables de una parroquia a otra.