¿Evitar el contexto? ¿Por qué? Al momento de hablar con Luis Salinas, la situación se impone. Se trata de sensibilidad, la música es sensibilidad. Entonces, ante la pregunta sobre cómo atravesó el año que pasó, comenta a Rosario/12: “Durante el primer mes, la verdad que la pasé muy mal, porque hay una diferencia entre tocar porque te gusta y porque lo necesitás, porque vivís de la música. Cuando a uno le sacan eso es muy duro. De golpe te encontrás sin trabajo, sin la posibilidad de hacer lo que amás. Fue muy duro pero me ayudó mucho mi creencia en Dios, no creo mucho en la Iglesia pero sí en Dios. Cuando empezó todo esto en vez de cantar me puse a rezar. Tomatito me llamó y me dijo (imposta la voz): ‘pero te estás lavando las manos, ¿no?’. Le digo que sí, que me estoy lavando tanto que se me achicaron y hay acordes que ya no me salen (risas)”.

El excepcional músico vuelve a la ciudad para presentarse hoy a las 20 en el Anfiteatro Parque de España (Mitre y el río), en compañía de Juan Salinas y la presencia de invitados sorpresas. El espectáculo también contará con la música del dúo La Perilla. 

Una vuelta a los escenarios que es vital porque, como señala el guitarrista y compositor, “al mirar para atrás te pones mal, hay cosas que ya no pasan, y también porque no se puede mirar demasiado para adelante. Siempre fui de vivir el momento como algo único e irrepetible, pero en este caso mucho más. Lo que ha cambiado ahora es que, la verdad, ya no me quejo, porque tengo mucho respeto a la gente que falleció, a quienes tienen familiares fallecidos o enfermos. Uno tiene que estar agradecido de estar sano. Lamentablemente, acá en Buenos Aires todo está muy politizado. Algo que me conmovió mucho fue cuando quemaron barbijos en el Obelisco, ¿una grieta en eso también? Es horrible que pase. Creo que ante un problema personal, si se está quemando la casa de alguien, lo que tenemos que hacer es apagar el incendio, tenemos que estar juntos, y me parece que no está pasando eso. La grieta ésta ya es muy triste, me duele mucho que la gente se pelee por cuestiones de política y haya quienes piensen que esto es un invento y no se respeten los muertos. Yo tuve un hermano con covid y la pasó muy mal, gracias a Dios salió adelante. Creo que los únicos héroes de todo esto es el personal de salud de todo el país, que arriesga su vida todos los días y no salen en la tele”.

-Me quedé pensando en la necesidad de rezar, y es cierto que entre música y rezo hay mucha similitud.

-La música es una energía espiritual, que está más allá de las notas, y creo que es sanadora. El arte es sanador. Hasta que el arte no pertenezca a la educación y se vuelva esencial, vamos a seguir igual. Hay una frase del flaco Spinetta, quien ante una situación de poco trabajo dijo: “No nos olvidemos que los músicos somos una cosa decorativa para algunos gobiernos”. Y en este caso se vio mucho. El artista está en el último lugar, cuando de alguna manera somos personal esencial. ¿Qué hubiera pasado en esta pandemia sin la música y las cosas que permiten que la gente se distraiga, que hacen bien al espíritu y la mente?

-Y que son las que nos permiten pensar el después.

-Sí, también. No quiero ser parcial, pero digo algo que me dice también gente que no es música. La gente necesita escuchar y ver música, vivir ese momento. Estuve hablando con amigos de Francia y España cuando la cosa se había puesto muy mala, y me decían que ellos tenían una bajada política con respecto al arte, y que los lugares para dos mil personas se abrían con capacidad reducida para que los músicos pudieran tocar, de igual modo con los conciertos al aire libre, todo pagado por el Estado. Se trataba de cuidar a los músicos y los artistas para que pudieran trabajar y comer, teniendo en cuenta lo bien que le hace el arte a la gente. Me parece que es una cuestión de sensibilidad.

Reconocido internacionalmente, con premios y presencia en festivales de prestigio, grabaciones con artistas ilustres y una vasta discografía,  Salinas dice que ama a Rosario porque, “entre muchas cosas, siempre lo vi como un barrio maravilloso, una esencia de barrio que no ha perdido. Además, si yo no hubiera ido a Rosario, Juan no estaría acá, así que imaginate el amor que tengo por la ciudad y su gente. Fue también el lugar donde primero aceptaron mi libertad artística. Fui a tocar allí latin-jazz, y cuando conocí a la mamá de Juan (Silvia Alegre) quise volver, así que inventamos unos conciertos en Lavardén, con Silvia como productora, y recuerdo que fui a tocar folklore porque no quería hacer lo mismo. La gente respondió, como diciendo “hacé lo que quieras”. Eso es algo que en Buenos Aires me costó muchos años. En lo personal y artístico, tengo un cariño muy profundo por Rosario. Cómo será que hice un disco que se llama Rosario (2001), y alguna vez me presentaron en un lugar como ‘el rosarino’ Luis Salinas y yo no lo desmentí. Siempre es algo muy especial ir para allá”.

-Y venís con Juan, ¿no?

-Es difícil hablar de los hijos y ser objetivo pero trato de ser justo. Con esto de la pandemia, él hizo unos vivos los domingos por Instagram. En algún momento le dije que tratara de buscar lo positivo, porque es muy duro también para los chicos de su edad tener que quedarse encerrados. Traté de decirle que buscara la salida por algún lado, y fue muy bueno que empezara a hacer sus vivos tocando solo. Después de 100 días que no nos veíamos y no habíamos tocado juntos, hicimos un streaming y ya lo vi mucho más firme y seguro, creciendo y desarrollando cada vez más su personalidad. Ya hay otro peso tocando con Juan. Se van a sorprender con lo que está pasando con él. Y trataré también de encontrarme en el escenario con algunos amigos, para que sea una fiesta de música y amistad.