Originalmente concebida solo como el envío ilegal y no declarado de capitales al exterior, el concepto de “fuga de capitales” pasó a incluir además en la última década a la “formación de activos externos”.

Es decir, aquellas operaciones permitidas de transferencia de divisas, como a las de “contabilidad creativa” que se utilizan para dotar de una apariencia legal a estas mismas fugas.

La forma más habitual se concreta a través de la sub y sobrefacturación de exportaciones e importaciones, mientras que en las multinacionales, adulterando generalmente las cifras de operaciones entre las casas matrices y sus filiales, o sobrefacturando el giro de utilidades o de adquisiciones. 

La idea de incluir estos tipos de operaciones en la noción de fuga tiene que ver con el similar efecto que produce para la economía. Y es que se realice de forma legal, bajo apariencia legal, o directamente de forma ilegal, el envío al exterior de divisas provoca falta de crédito y/o inversión.

Genera también dificultades para saldar el endeudamiento externo, menor recaudación impositiva, mayor complejidad para fijar el tipo de cambio según las necesidades de la economía argentina, y, eventualmente, desestabilización económica y política.

Neoliberal

En la economía argentina abundaron cualquiera de las formas de fuga de divisas a partir de la última dictadura cívico-militar, que en 1976 impuso el sistema neoliberal, la valorización financiera y la extranjerización productiva.

Fue una política económica luego continuada por los gobiernos de Carlos Menem (1989-1999), Fernando de la Rua (1999-2001) y Mauricio Macri (2015-2019). Según el clausurado por el macrismo Cefid-Ar, -que utilizaba el denominado método residual, que permite abarcar series de tiempo largas a través de la utilización de los datos del Balance de Pagos-, para 2014 el stock de activos externos en el exterior superaría los 400 mil millones.

A ellos, se les debería agregar la poderosa fuga efectuada durante el macrismo, que según un informe del año pasado del Banco Central se situó en 86.000 millones de dólares.

Negación

Aún así, desde la alianza Cambiemos niegan que la deuda tomada haya tenido como destino la fuga, sino que plantean que la misma fue utilizada para abonar vencimientos de obligaciones contraídas con anterioridad, tras lo cual los agentes económicos decidieron efectuar una formación de activos externos. 

Pero de ser así, cabría preguntarse la razón por la que, en 2015 el endeudamiento público era de 240.665 millones de dólares, pero pasó a 323.065 millones de dólares para fines de 2019

Es decir, o bien los dólares que se usaron para el pago de la deuda se fugaron pero redujeron la misma por frenar el roll-over (refinanciación), o bien la deuda se acrecentó porque los dólares tomados en préstamo no se usaron mayormente para saldar vencimientos previos.

Aún más, entre 2004 y 2015 la deuda creció en 48.371 millones de dólares, por lo que en doce años la misma aumentó casi la mitad de lo que subió durante los cuatro años de neoliberalismo macrista. 

Si se recorta el período analizado al momento en que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner impuso el demonizado cepo, se puede observar que el período de Cambiemos cuadruplicó la fuga del lapso comprendido entre 2012 y 2015.

Esto es así pues los 86.000 millones deben contrastarse con los 23.000 millones de dólares fugados en los tres años previos al gobierno de la alianza Cambiemos. Como se ve, a la narración del macrismo, no le cierran los números.

* Magíster en Economía (Flacso).

** Doctor en Economía (UNLAM).