Cuando Las Bodas Químicas actuó en Niceto Club el jueves 5 de marzo del año pasado, lo hizo para empezar a tantear las canciones de su último álbum de estudio, Ley de gravedad (2020), que iba a ser presentado formalmente en mayo. O al menos ésa era la intención inicial. Pero los integrantes del grupo, al igual que miles de músicos alrededor del mundo, no tenían entre sus planes la aparición de una pandemia que estacionaría la cotidianidad hasta nuevo aviso. Ni siquiera en sus pesadillas más remotas. Sin embargo, antes de que el verano se despida y la incertidumbre sobre el futuro inmediato vuelva a estar latente, la banda tendrá revancha y tocará su tercer disco de larga duración. Lo hará este viernes 19 a partir de las 20.30 en el CAFF (Sánchez de Bustamante 772), espacio de resistencia contracultural dentro del universo de las salas de recitales porteñas.
La elección de la banda para su vuelta a los escenarios no fue fortuita, pues su baterista, Nicolás Daniluk, también es integrante de la Cámara de Clubes de Música en Vivo, ente que luchó arduamente durante los últimos meses para la supervivencia de estos recintos. “El caso del CAFF (sede de la tanguera Orquesta Típica Fernández Fierro), es un ejemplo del trabajo colectivo”, explica el músico y gestor cultural. “Un logro histórico que tuvimos últimamente fue la habilitación definitiva del Salón Pueyrredón. Esto nos invita a darle valor a la escena. Después, su acomodo a la realidad que nos está tocando vivir, es otra cosa. Si bien nos gusta tocar en escenarios grandes, este recital decidimos llevarlo adelante en un lugar que tiene la esencia de aquellos espacios paraculturales de los 80 y 90. Salen de la tradición, aunque con el cuidado que exige la época”, señala uno de los ángulos del cuadrilátero que completan el guitarrista y cantante José Lavallén, el bajista Andrés Tersoni y Roco Collado en sintes, percusión y programaciones.
-Ante el darwinismo cultural que imperó en el último año, ¿temieron en algún momento que su proyecto pudiera desaparecer?
-Me parece inclaudicable la vocación. Si no tenés ese motor interno, es difícil sobrevivir a proyectos que después se queden truncados con situaciones tan extremas como la pandemia. En general, salvo que tengás un piso de confort, lo importante es tener la voluntad de llevarlo adelante. Independientemente de la circunstancia. Ahí aflora la esencia del artista. La mayor de las mierdas es un fertilizante.
-Muchas canciones y discos se resignificaron con la pandemia. Lo que antes quería decir una cosa, ahora parece tener sentido en esta época. ¿Ley de gravedad es la excepción?
-Se resignificó muchísimo en este contexto. Incluso nuestro disco anterior, Juguete de Troya (2017), cabe dentro de esa resignificación. Con nuestra poética, que es un poco más metafórica, hay expresiones difusas o menos precisas. Anticipábamos un momento difícil de tener cuidado porque el dinosaurio tiene una misión. Vivimos cosas difíciles en el país por no estar atentos a eso. Las canciones de Ley de gravedad tienen un marco de tratar de encontrar dentro de la oscuridad una dificultad y una gravedad, conflictos y complejidad, y encontrar una luminosidad. Las Bodas Químicas es un poco eso: oscuridad y luz, y buscar un balance entre esas dos facetas. Todos los temas intentan reinventarse, atravesar tormentas y lidiar con las dificultades. Encontrás una búsqueda de esperanza o una añoranza de encontrar la salida a las dificultades.
-Musicalmente, el disco se mueve también en ese claroscuro.
-Es un poco lo que nos sale. La forma de entender lo que nos atraviesa para componer las canciones está presente en los tres discos. No somos tan de proyectar la música o los temas que hacemos. Al entrar en el estudio, se empiezan a juntar las piezas del rompecabezas. Es una sensación natural más que un diseño. A mí parecer es el mejor disco. No es que a los otros no los quiera, pero siento una evolución. Nos encantaría seguir así: sin prejuicios, pero con responsabilidad.
-Cuando un artista dice que es su mejor disco, ¿esa euforia no deslegitima lo que hizo antes?
-Siempre está la ilusión de que uno busca la superación. Lo nuevo es lo que uno más defiende. Pero eso no tiene que ver con denostar las canciones anteriores, porque las de nuestros tres discos son muy parejas. Lo que sucede es que con los años hay una especie de asimilación del oficio. En la mecánica de Ley de gravedad, lo que veo es que el equipo juega mejor.
-Una de las características más sobresalientes de su último disco es que se atrevieron a distorsionar más e incluso a rockearla aún más. ¿Ese deseo estuvo presente antes de entrar a grabar?
-Los discos de Las Bodas Químicas tienen una línea conductiva identitaria, pero los conceptos sonoros son diferentes. Lo que hay en Ley de gravedad es un pulso sintético y fuerte. Es un disco más filoso, sin duda. Lo que no significa que estamos evolucionando hacia ese lugar. Simplemente, así fue. Escucho mucha energía vital.
A pesar de que el nuevo trabajo de la banda se pasea por el blues rock y la urgencia del arrebato, aunque tanta intensidad consigue ser drenada con canciones introspectivas como “Revel” (junto a Richard Coleman), Daniluk asegura que no hubo un disparador en especial para desplegar toda esa vitalidad. “El plan no fue concretamente una decisión”, explica el baterista, cuyo grupo nuevamente recurrió a Ale Vázquez para hacerse cargo de la producción. “La terminó rockeando la propia energía del momento en el que estaba la banda, el momento del país y el momento personal de cada uno de nosotros. Es un disco con montón de aristas, pero más enfocado. Tiene menos psicodelia y pop con respecto a Juguete de Troya, lo que no quiere decir que volvamos a recurrir en alguno otros momentos a elementos más de los 60 o 70 como los del primer disco”.
-Aunque colaboraron en un sinnúmero de ocasiones, es la primera vez que Sergio Dawi participa en un disco de la banda. Este gesto lo convierte casi es un integrante más del grupo.
-Con Sergio es difícil reducir la relación sólo a la música. Es como de la familia. Compartimos muchos años y muchos proyectos, no sólo de un lado sino del otro. Siempre vino a tocar en nuestras reversiones, pero es la primera vez que aparece en un disco de Las Bodas Químicas. Era algo que nos debíamos.
-¿Este recital es una vuelta de la banda o se toman con pinzas el futuro?
-Si bien estuvimos bastante activos, tocar es algo único. Espero que esta pandemia nos invite a encontrarnos de otra manera, a valorizar la vida, al otro y al encuentro.