No son cosas que a un chico le pasen de largo. Su padre caminando por el medio de la calle con una multitud empujándose para verlo de cerca, la cara pintada con dos dedos de cada mano en gesto tribal, la música hipnótica, el pueblo cantando y bailando alrededor y luego soldados, gritos, disparos, golpes, fuego.

“Estuve con mi padre Fela desde sus comienzos, lo recuerdo todo como si fuera ayer”, dice Femi Kuti en charla por Zoom. Made, su hijo, conectado también a la reunión, lo mira atento. Es lunes por la tarde, hora de la siesta en el día más caluroso del año en Lagos, y ambos se prestan a la entrevista para hablar sobre Legacy+, el fantástico disco doble con el que se propusieron llevar un paso más allá una dinastía familiar de música y militancia que ya lleva siete generaciones y cuyo exponente más célebre fue Fela Anikulapo Kuti, ícono perseguido, compositor bestial, símbolo ingobernable del activismo político en Nigeria y uno de los mitos más grandes de la música africana, cuya onda expansiva ha llegado incluso a Buenos Aires, donde desde hace más de una década se realiza todos los años un festival alternativo que lleva su nombre, dedicado al Afrobeat.  

“Puedo contarte todo”, continúa Femi. “Me acuerdo de sus primeros hits en 1971 y la manera en que competíamos con mis hermanas para ver quién aprendía primero las letras o quién sacaba los mejores pasos de baile. Lo vi tener un éxito tras otro desde entonces y lo vi perder todo lo que tenía después de los primeros ataques de la policía. Recuerdo cuando incendiaron su casa en 1977, cuando asesinaron a mi abuela, cuando lo encarcelaron injustamente o cuando lo golpearon tan brutalmente que hasta quebraron huesos de su cabeza”, evoca el hijo de Fela. “Es aterrador pensar que seguimos viviendo en la misma situación de entonces, pero la intención desde siempre fue llevar con nuestras canciones esta antorcha que ahora recoge Made. Y si el mensaje es una pastilla muy amarga, la música es el trago agradable que la acompaña.

Made y Femi Kuti, nieto e hijo de Fela (Foto: Optimus Dammy) 

MÚSICA Y REVOLUCIÓN

Hoy Femi es uno de los músicos más populares de Nigeria, pero allá por 1986, cuando a sus veintitrés años de edad decidió cortarse solo y dejar la banda de su padre, las cosas no le resultaron nada sencillas. Para empezar, la idea no le cayó nada bien a Fela, quien ya por entonces era el artista más amado de su país y el enemigo público número uno del gobierno. Pero eso también formaba parte del legado: su madre, Funmilayo Ransome-Kuti, feminista, maestra, activista, la primera mujer en estudiar en la más prestigiosa escuela de gramática de su país, en los años cincuenta lideró una marcha de diez mil trabajadoras de mercados que se manifestaron a favor de sus derechos laborales, mientras que su padre --el abuelo de Femi-- fue el primer presidente del sindicato de docentes de Nigeria.

El curso de la historia que devendría en mito comenzó en 1958, cuando Fela torció por primera vez su destino: había partido a Londres para estudiar medicina como sus hermanos, pero una vez allá escribió una carta a sus padres diciendo que iba a estudiar música. Se anotó en el Trinity College y al poco tiempo comenzó también a involucrarse en la escena nocturna de jazz de la ciudad. Su primo Wole Soyinka, premio Nobel de literatura en 1986, había puesto en escena por entonces una de sus obras teatrales en el Royal Court Theatre e invitó a Fela para que interpretara la música de acompañamiento.

“La obra trataba sobre el apartheid, pero su entendimiento de la cultura africana era muy superficial”, contó Soyinka. “Nada de eso le movía un pelo, vivía esperando la hora de volver al club de Londres donde tocaba”. En esa ciudad Fela conoció a la primera de sus veintiocho esposas, Remi Taylor, docente británica descendiente de nigerianos junto a quien tuvo a Femi y a sus hermanas Yeni y Sola. Pronto armó una banda que llamó Koola Lobitos, y mientras desaprobaba exámenes en la escuela de música ganaba seguidores en la escena under londinense con un estilo de moda en Nigeria conocido como highlife, uno de los primeros puntos de contacto entre la música africana y occidental a través de una mezcla de ritmos latinos, jamaiquinos, jazz y elementos africanos.

A mediados de esa década, luego de que Nigeria se independizara de Inglaterra tras un régimen colonial de cincuenta años, Fela regresó a su país. Allí se sumó a la banda Tony Allen (llamado “el mejor baterista del mundo”años más tarde por Brian Eno), alguien que permitió llevar las composiciones de Fela a otro nivel a partir de su profundo conocimiento del jazz y diferentes ritmos africanos. Pero hacia fines de los sesenta, admirado con el funk y el soul de James Brown (que comenzaba a volverse una celebridad en Nigeria), Fela decidió conocer de cerca esos estilos y viajó en 1969 con su banda a los Estados Unidos. Allí trabó relación con Sandra Izsadore, cantante y activista integrante de las Panteras Negras que lo introdujo a la obra de Malcolm X, Martin Luther King y los movimientos de lucha por el orgullo de la raza negra. Nigeria atravesaba por entonces una dramática situación con una guerra civil que había dejado como resultado más de un millón de muertes y una junta militar en el gobierno, y tras esa experiencia reveladora inspirada por la contracultura más combativa del país del norte, Fela regresó a su país decidido a emprender una revolución a partir de su música. “Amaba a su madre más que a ninguna persona, y fue ella quien le dijo que si quería tener éxito tenía que crear un estilo propio”, contó Femi. “Por entonces James Brown era muy grande, y Fela sentía que tenía que crear algo mejor. Ese fue el desafío al comienzo de su carrera. Estaba totalmente decidido a crear algo por lo que la gente llegara a amarlo por sobre cualquier artista, y así fue como nació el Afrobeat”.

Fela Kuti al frente de su banda

BANDA EN FUGA

Todo lo que vino después dio lugar a una de las biografías más excepcionales en la historia de la música popular del siglo pasado. Por un lado está la parte política y musical: con elementos bailables del highlife más el free jazz, el soul y el funk que había conocido de primera mano en Los Ángeles, Fela cambió el nombre de su banda a África 70 y creó un estilo único con piezas que podían durar hasta treinta minutos, conjurando un espíritu rebelde donde lo tribal y lo sexual se fundían con letras ácidas que satirizaban a las fuerzas imperialistas, a la junta militar y a los músicos que buscaban su ascenso social siendo funcionales al gobierno, promoviendo a su vez la unión de todo el pueblo africano y la lucha contra cualquier resabio del colonialismo. Eso en muy resumidas cuentas es el Afrobeat, el género que él mismo creó y que lo llevó a convertirse como había soñado en la estrella más grande de su país.

Pero ninguna descripción de Fela estaría completa sin la mitología que a partir de entonces comenzó a crecer alrededor de un estilo de vida que lo encontró sumando seguidores y enemigos poderosos a cada paso, viviendo en espíritu comunitario junto a su banda y decenas de mujeres con las que siempre se mostraba en público, tocando ocho horas todas las noches en el mítico club The Shrine y fumando sobre el escenario cigarrillos de marihuana del tamaño literal de una trompeta (en un país donde hasta las más insignificantes acciones en ese sentido eran consideradas infracciones penadas con prisión). Su popularidad creció de manera vertiginosa, tanto que en 1974 decidió levantar una valla con alambres de púa para evitar el ingreso de la policía en el complejo de tres pisos donde vivía y lo declaró territorio autónomo: la República de Kalakuta, su propio país, un estado dentro de un estado que fundó sin trámites burocráticos ni pedirle permiso a nadie y que pronto se expandió hacia el barrio que rodeaba el complejo, donde instaló un estudio de grabación y una clínica de acceso gratuito dirigida por uno de sus dos prestigiosos hermanos médicos.

Payl McCartney con Fela en Lagos, Nigeria, año 1975

Paul McCartney, uno de los tantos admiradores que Fela ganó por el mundo en aquellos años (al igual que Stevie Wonder, Brian Eno o Miles Davis, quien llegó a decir que el Afrobeat era la música del futuro), contó recientemente en una entrevista el particular encuentro que tuvo con el músico en Nigeria. Todo comenzó cuando el exBeatle le solicitó a EMI que le informara qué estudios tenía a disposición en el mundo para grabar las canciones que formarían parte del tercer disco de Wings, Band On The Run. Finalmente se decidió por el que la discográfica tenía en Lagos, para de paso conocer de cerca de qué iba este artista que estaba dando que hablar en todos lados. Cuando llegó fue a verlo a The Shrine y quedó impresionado, tanto que llegó a decir que era el show más fantástico que había visto en su vida. Allí también estaba Ginger Baker, baterista de Cream, otro devoto de Fela que había grabado un álbum junto a él. En una entrevista reciente, Paul contó: “Fela se apareció en el estudio con treinta novias y una botella de whisky que había marinado con un kilo de marihuana. Era todo un gato salvaje. Yo había decidido junto a los de la banda que no iba a fumar. Estábamos en un lugar que no concíamos y era todo bastante salvaje. Entonces estamos ahí sentados y uno de su banda viene y saca una caja de cigarros Rothmans llena de porros y me ofrece uno. ‘No, gracias’, le dije, y después le ofreció uno a Ginger, que dijo ‘¡Sí man, claro!’. Fela, que estaba viendo la escena, gritó: ‘¡Mi amigo Ginger! El único hombre que conozco que nunca se niega a un poco de humo’. Entonces dije ‘¡Ja, ok, dame uno!’. Hombre, ¡qué viaje! Era mucho más fuerte que cualquier otra marihuana que haya probado, no sé si no tendría algo más. Pero fue una gran noche, y el show de su banda estuvo absolutamente increíble”.

Tapa de Zombie, uno de los clásicos de la discografía de Fela Kuti

LA CASA POR LA VENTANA

“Su popularidad fue su gracia salvadora durante aquellos años”, recuerda Femi. “Lo amaban. Salía a la calle y todos se agolpaban a su alrededor para cantar sus canciones: las mujeres de los mercados, los carpinteros, los plomeros, los conductores de colectivo. Tenía un burro al que puso de nombre ‘El Presidente’ y una vez quiso ir montándolo desde la casa hasta el club donde tocaba. La gente en la calle gritaba y cantaba a su alrededor, pero el animal comenzó a tirar patadas hacia todos lados, yo no quería ni acercarme”. Pero el estado de gracia no duraría mucho. La crecente tensión de los allanamientos policiales alcanzó su punto máximo de ebullición con la edición de Zombie, uno de sus discos más populares, donde cantaba: “Zombie/ te movés cuando te lo ordenan/ caminás cuando te lo ordenan/ matás cuando te lo ordenan”. La respuesta fue salvaje: las fuerzas armadas arrasaron con Kalakuta, quemaron viviendas, violaron mujeres, golpearon y encarcelaron a los habitantes de la comuna y empujaron a la madre de Fela por la ventana de un tercer piso, quebrando su cadera y provocando su fallecimiento tras un coma de ocho semanas.

El asesinato de su madre radicalizó el odio de Fela contra la dictadura, y al cumplirse un año exacto de aquel salvaje ataque llevó adelante uno de los gestos más cuestionados de su compleja leyenda cuando para provocar al gobierno se casó en ceremonia pública con veintisiete mujeres, muchas de las cuales eran bailarinas y coristas de su banda. La prensa sensacionalista, que se hacía un banquete con cada uno de sus movimientos, entrevistó a Fela poco después de la boda señalando que había rumores de que muchas de ellas lo engañaban, a lo que él respondió: “No soy su dueño, ese concepto del matrimonio es herencia de las costumbres coloniales que nos impusieron”. “No eran gatitas, eran tigresas”, cuenta uno de los músicos de la banda en la excelente biografía Fela: vida y tiempo de un ícono musical, del escritor y musicólogo Michael Veal. “Cada vez que salían a la calle la gente las atacaba, las acusaba de prostitutas, pero eran mujeres muy fuertes que habían decidido tener un estilo de vida totalmente dedicado al arte en una sociedad conservadora llena de prejuicios”. La actriz nigeriana Bolanle Austen-Peters, directora del musical Fela and the Kalakuta Queens, comentó: “Eran una inspiración muy grande para todas las jóvenes que escapábamos de nuestras casas para verlas. Todos esos espectáculos que existen hoy con artistas como Rihanna o Beyoncé ya los hacían las bailarinas de Fela a comienzos de los setenta”.

Fela Kuti y sus Kalakuta Queens

Femi se había mudado a Kalakuta en 1975 y desde muy joven siguió el mismo compromiso político y musical de su padre. A sus diecisiete años ingresó a África ’70 como saxofonista, pero hacia 1986 consideraba que algunos de los hábitos de Fela comenzaban a interferir seriamente en el mensaje –sobre todo la liviandad con que se tomaba las denuncias por narcotráfico dirigidas hacia algunos integrantes de su entorno, que a entender de Femi abusaban de su confianza– y fue entonces cuando decidió emprender su propio camino, dejar la banda y comenzar una búsqueda musical propia, continuando con el fuerte mensaje político pero con una imagen alejada de todo exceso. La prensa tomó el gesto como un desplante del heredero del trono hacia su padre, y el mismo Fela mostró su descontento negándose durante cinco años a hacer declaraciones sobre su hijo. Todo hasta 1991, cuando limaron asperezas, volvieron a hacer las paces y Fela declaró que la música de Femi representaba la evolución del Afrobeat. “Nadie en Nigeria estaba interesado en mi música cuando empecé, pasaron diez años hasta que me aceptaron”, recuerda Femi. “La prensa en especial era muy negativa. Todos querían que yo fuera exactamente como Fela, pero éramos como el día y la noche, aun cuando yo era su fan número uno. Cuando incendiaron la casa yo tenía quince años, podés imaginar lo traumático que fue pasar por todo eso. Durante el ataque Fela me gritaba que me escondiera debajo de las mesas. Su popularidad fue cada vez más y más grande, y cuando comencé mi camino nadie podía comprender por qué iba en su contra. Pero yo no iba en su contra, solo quería ser yo mismo, y eso es lo mismo que espero hoy de mi hijo”.

VIVIR COMO UN POSEÍDO

Legacy+ partió de una consigna clara: ninguno se entrometería en las composiciones del otro: “Cuando Made tenía diez años y me dijo que quería ser músico le di todos los ingredientes, pero le dije que la sopa se la iba a tener que cocinar él”, cuenta Femi. Con esa idea como punto de partida, cada uno grabó su disco de manera independiente antes de la pandemia y finalmente ambos trabajos fueron lanzados en conjunto a comienzos del mes pasado: el resultado es una exultante muestra de la energía bailable del Afrobeat y una implacable lección sobre el arte de escribir canciones de protesta.

“Vamos, díganselo, para que cambien sus modos”, agita Femi en “Na Bigmanism Spoil Government” a las coristas de su banda, quienes luego disparan “Si el gobierno no cumple con su trabajo/ hagamos que nos den electricidad/ que nos den un buen sistema de salud/ que nos den agua buena para beber”, mientras que en “Your Enemy” Made interpela directamente a la policía (“¿Por qué se lo llevan?/ ¿Qué hizo?”) haciendo referencia directa al Escuadrón Especial Anti-Robos (Special Anti-Robbery Squad), nombre bajo el que la policía nigeriana llevó adelante en los últimos tiempos arrestos injustificados muchas veces brutales, los cuales despertaron una movilización masiva bajo la consigna #EndSARS que fue violentamente reprimida y en la que Femi intercedió para que liberaran a las personas encarceladas durante la protesta.

Cuenta Made: “Cuando era chico veía a mi papá tocar cada noche para dos mil, tres mil personas, todos los días de la semana, incluso los domingos. Era estricto, fáctico, político, apasionado. Y rara vez sonreía sobre el escenario. Podía estar todo el show con una energía totalmente agresiva, lleno de furia. Y al otro día, cuando volvía del colegio, lo veía practicar con el saxo durante horas y horas hasta el momento del siguiente recital. Fue ese nivel de pasión y energía lo que me llevó desde los diez años de edad a estar convencido de que quería dedicarme a esto”.

Made Kuti (Foto: Ifeoma Kalu)

Bajista en la banda de su padre Femi e intérprete de todos los instrumentos en su propio disco, el menor de los Kuti (hoy con veinticinco años de edad) estudió música en Inglaterra en la misma escuela donde a comienzos de los sesenta lo hizo su abuelo Fela. Ahí conoció al pianista y compositor argentino Juan José Rezzuto: alumno de Bruno Gelber en su etapa de formación en Buenos Aires, Rezzuto resultó una figura clave en aquellos primeros años de aprendizaje de Made y fue quien lo acercó por primera vez a conceptos del jazz modal y el rock contemporáneo. “Juan fue junto a mi padre la persona que más me influyó”, afirma Made. “Yo tenía quince años y mi nivel de piano era básico, y junto a él logré en un año y medio pasar del nivel uno a obtener el diploma del nivel ocho. Luego me empleó como profesor en su instituto, y cada vez que me acercaba a saludarlo les decía a sus colegas ‘Ah, mi estudiante favorito’, algo que para mí era todo un orgullo. Tengo el mejor de los recuerdos, mi experiencia musical en Londres fue mucho más enriquecedora gracias a él”.

En su canción “Different Streets”, Made hace referencia a su abuelo: “Fela, profeta a su pesar/ desafió todas las probabilidades en su contra contando lo que veía/ y resulta siniestro saber/ que hoy continuamos viendo lo mismo”. Fela falleció víctima de su propia rebeldía a sus cincuenta y ocho años de edad (la edad que hoy tiene Femi) tras contraer VIH en 1997 y negarse a hacerse estudios o atenderse con médicos. En entrevistas declaró que el virus era un invento (aun cuando su hermano mayor, ministro de Salud entre 1985 y 1991, había lanzado el primer programa contra el Sida en Nigeria) y se mostraba en contra del uso de preservativos por considerarlos antinaturales y alejados de la esencia africana, todo en un momento en que el virus estaba provocando estragos en el continente.

Tras su fallecimiento, con un multitudinario funeral al que asistieron más de un millón de personas, Femi tomó un rol protagónico en la difusión de campañas de prevención: “Vivía como poseído por un deseo de muerte, y solo por provocar a las autoridades llegaba a hacer cosas que ninguno de nosotros comprendíamos”, cuenta. “Pero el valor de su lucha y su compromiso político inspiró a muchísimos africanos y está por sobre todas las cosas con las que puedo no estar de acuerdo. Y su obra musical fue sencillamente la obra de un genio”.

EN EL RÍO DE LA PLATA TAMBIÉN

“¡Ah! Esto es importante que se sepa”, agrega Femi de pronto, enojado. “No es cierto que mi padre haya dicho que sin Tony Allen el Afrobeat no habría existido. Esperá, mirá, te voy a mostrar”. Se levanta y sale de cámara. Made lo mira y ríe. Tras unos pocos segundos regresa, muestra un libro que lleva el título Dis Fela Sef: The Legend(s) Untold. Golpea de manera repetida la tapa con su dedo índice y continúa: “Esta biografía la escribió Benson Idonije, el mejor manager que tuvo Fela en su carrera. Ahí vas a encontrar toda la verdad, todo lo demás es una gran mentira. Tony Allen hizo un excelente trabajo, pero si leés todas las biografías vas a ver que Fela nunca dijo que nadie haya contribuido a sus composiciones o agregado nada a su música. Desde chico vi cómo le pasaba las partes de batería (toca en el aire, imitando a Fela: ‘¡Tum tum pam tum pam!’). También él mismo tocó en algunos shows la batería y el bajo, y la gente enloquecía cuando lo veía hacer eso. Fela tiene muchos fans en el mundo, y es muy importante que sus fans conozcan la verdad: fue él mismo quien escribió toda su música”.

La prueba más cercana de la cantidad de seguidores que tiene la obra de Fela Kuti en el mundo es el FELA, festival latinoamericano de Afrobeat llevado adelante en Buenos Aires desde hace diez años y donde participaron bandas locales y colectivos de San Pablo, Nueva York, Barcelona o Tokio y hasta el hijo menor de Fela, Seun Kuti, nacido en 1983 y referente del género al frente de Egypt 80, la última banda de su padre. “Estaríamos encantados de ir a tocar allá alguna vez”, afirman enseguida Femi y Made.

Tras media hora de charla, la entrevista llega a su fin. Made cuenta cómo fue crecer dentro de ese legado: “Tuve una infancia muy libre, luminosa. Andaba en skate o en bicicleta entre la banda de mi papá mientras ellos ensayaban o se sentaban a comer, y de a poco empecé a preguntar por esas fotos que había en las paredes, Malcolm X, Fela… Cada respuesta me llevaba a nuevas preguntas, y así fui comprendiendo el lugar de donde vengo y el rol que quiero ocupar en todo esto. Muchas veces me preguntan si el legado de mi familia es una carga, pero para mí es una inspiración”. Femi agrega: “Toda la obra de Fela va a decirle mucho a quien la escuche sobre la historia de Nigeria y África en aquellos años. Y después está la manera en que impactó en todo el mundo, con todas las historias similares que se vivían en diferentes lugares en esa época, y cómo influenció a artistas de todos lados. Su obra es uno de los ejemplos más grandes del poder universal de la música”.

La última pregunta hace referencia al “+” en el título del disco: “Fue idea de mi papá”, afirma Made. “Esto no empezó con nosotros ni va a terminar con nosotros. La lucha por los derechos de nuestro pueblo y el volumen en la voz de nuestra familia ha sido muy fuerte a lo largo de muchas generaciones”. “Y lo va a seguir siendo”, concluye Femi. “Y por mucho tiempo más”.