“Hice varias canciones nuevas y eso es lo que más me alegra. Sé que la gente quiere ‘Sueño de Valeriana’, ‘Mi amor es rojo’ y ‘Basura en colores’, pero me voy a dar el gusto de tocar temas nuevos también”, se entusiasma Rubén Goldin. El ciclo Abierto al Cielo de Teatro Lavardén, lo recibirá esta noche a las 21 en formato banda y con las ganas de retomar el vínculo con el público; lo acompañan Gastón Hermier en bajo y guitarra, Agustín Borsini en batería, y Rodrigo Zacarías en teclados.

“Escribí un tema en italiano, dedicado a mi bisabuela, a quien no conocí. Se llamaba Santa Dal Pra, y su nombre me mató, ¡qué lindo que es! Es la madre de mi abuelo paterno. Él nació en Vicenza, en el norte de Italia, no vi ni fotos de ella, pero sin embargo le hice una canción. Te cuento: ‘Santa Dal Pra, la mia bisnonna, dove sarai, in quale cielo. Santa Dal Pra, che bel nome, questa canzone è per te’, y después canto una partecita en español. La música es una armonía medio italiana, muy lenta, pero el sonido de la guitarra parece Pink Floyd, mezclo lo que me gusta”, comenta.

-La música como una manera de llegar a ella, ¿no?

-Yo la llamo una especie de “endo-canción”, ella no la va a escuchar nunca, mi abuelo y mi viejo tampoco, pero hago una canción para mí, es para adentro. Mi novia me decía: “De algún lugar del cielo, te está escuchando y sonriendo”.

-Ya lo creo. Y el idioma italiano que te agrega otra musicalidad.

-Empecé con unos arpegios, con la guitarra tocando como una mandolina. Vicenza es cerca de Venecia, ¡así que te imaginás todo lo que se te viene a la cabeza! Otra de las canciones que escribí es “Río de almas”, sobre un chiquito que se suicidó con 17 años. Era compañero de la escuela de mi hija, Violeta. El pibe empezó a tomar LSD, se intoxicó mucho y se mató. Antes de que ocurriera eso, yo escribí una letra y una música que recién ahora grabé. Se la mandé a mi hija que vive en Madrid y me dijo que le daba miedo escucharla, pero cuando lo hizo le pareció muy lindo lo que escribí: “Si ves pasar un barco de almas por Caronte, si ves pasar un barco de almas y creés que es tiempo de ceder, esto no es más que un sueño amargo, no vas a desaparecer”. Es un tema con una música tipo rock and roll, tipo Charly García, con un riff insistente.

Entre las canciones a incluir, hay una que Goldin recupera: “Ludueña”, del disco Brilla el Sol (1991). “Es un tema que nunca toco, escrito para el barrio donde me crié. Son todas frases que me inspiraron, al observar que el barrio no cambiaba. Frases que escuchaba en la peluquería de mi vieja, donde aparecía Olga, una vecina que era adicta al hielo: llegaba disfónica, ¿qué le pasó?, le preguntaban, ‘el médico me dijo que soy adicta al hielo, me como tres cubeteras y quedo con la voz así’; ¿y cómo anda?, ‘y…, los chicos ya se fueron, la casa es muy grande’; lo puse tal cual en la letra. Pilar andaba en bicicleta por el barrio y levantaba quiniela, era muy saludable. Un día viene mi vieja y me dice: ‘Che, murió Pilar. Parecía tan sana’. Listo, eso fue a la letra (risas). Termino nombrando a mi hermana, Alicia: ‘Alicia trajo cinco maravillas’, sus hijos, ‘el gallo canta su victoria del alba, ya sale el sol, a trabajar’. No era más que pintar lo que sucede: ‘los trenes pasan demasiado cerca, se llevan sueños, familias enteras, solo mirar y saludar’. Dejame que te cuente, hay otro personaje: Diego era un pibe que estaba siempre en la calle, había tenido un ataque de meningitis, y tenía un rollito de papel en la boca como si fuera un cigarrillo; cuando pasaba una mujer lo tiraba al suelo y lo pisaba, con eso supuestamente las seducía. Todo eso está en la canción”.

-Como una pintura a lo Fellini.

-Una vez le dije a (Héctor) Molina que cuando veía Feos, sucios y malos de Scola, veía a mi vieja y el barrio. De Fellini hace poco vi de nuevo Amarcord, y me vuelvo loco, de hecho le puse así a una canción. Me encanta el cine. Pasa un vecino en su bicicleta, murió Pilar, parecía tan sana, uno se va, otro vendrá; son pequeñas películas.

-¿Cuál otra vas a incluir?

-Hay una que por ahora se llama “Nadie”. Tenía un tema, una música, y se la mandé a Fander, como una idea. Él me mandó una letra tremenda, que tuve que trabajar de nuevo. Yo le había enviado dos estrofas, y él hizo seis. Ya la van a escuchar: “Yo vivo sin lugar ni representación, sin aire para mí. No salgo a reclamar ni a levantar la voz, con nada que decir. Yo no acostumbro a maldecir ni a esparcir la hiel, pero yo te escuché mentir. Leí tu editorial, las trampas de tu ley. Yo limpio en el tapiz la pulcra suciedad debajo de tus pies. Soy el que baja al surco el sol, te da de comer”. Al final se pone más densa: “Sabré sobrevivir porque no puedo odiar tu vida, pero en vez no dejo de medir tu labio más falaz, tu ojo que no me ve. No te confíes depredador, ¿quién se come a quién? Tu golpe del final fue siempre para mí. No falles esta vez, pues no tendré piedad. Las cosas son así”. No sé si se entiende (risas).

Además de “Girasoles” y “El ogro y la bruja”, Goldin incluirá una canción de amor, “que le hice a mi novia, medio como un blues. Acá utilizo algo distinto. Los chinos tienen un símbolo donde el pasado se pone delante de la persona, en el frente. En un momento, digo: ‘El pasado está frente a nosotros, y sabemos que no lloverá’. Creo que también voy a cantar una canción que cantaba Ney Matogrosso, ‘Sangre latina’, que no es suya, un tema cortito y muy interesante; junto con ‘Amarcord’, ‘Dados redondos’, ‘Basura en colores’, ‘Alma guaraní’ que no lo escribí pero me hubiera gustado; y ‘Las cosas que uno quiere’, tema inspirado en mi vieja: “yo quiero para mis amigos la mejor tierra, un mate calentito en el invierno y una trigueña que les quite el sueño” (canta). La trigueña es mi vieja, que le quitaba el sueño a mi padre cuando era joven (risas).