La asociación civil Ciencia Sativa y el equipo regional del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) comenzaron a trabajar en el primer proyecto de cultivo de cannabis con destino medicinal en la Patagonia. El 29 de enero el Ministerio nacional de Salud había aprobado el proyecto, al que se sumó también el laboratorio rionegrino Profrarse (Productora Farmacéutica S.E). “Es el primer proyecto posterior a la Ley nacional de Cannabis Medicinal -reglamentada el año pasado- que está a cargo de una asociación de auto cultivadores” señaló a Página/12 Gabriela Calzolari, bióloga, investigadora del Conicet y presidenta de Ciencia Sativa, y remarcó que “la idea es abastecer con fitopreparados terapéuticos al sistema de salud de Neuquén y Río Negro”. El otro gran objetivo de la investigación es describir el comportamiento de la semilla en las condiciones ambientales de la Patagonia Norte, para adaptar el manejo técnico y productivo que requiere.
La Estación Experimental de Alto Valle, ubicada en el paraje de Guerrico -entre las ciudades de Allen y General Roca- ya tiene la tierra lista, los cercos instalados, y ahora sólo le faltan las semillas. Con la resolución del Ministerio de Salud, del 29 de enero, los investigadores pudieron presentar ante el Instituto Nacional de Semillas (INASE) la solicitud para importar las semillas.
“El año pasado hubo un incremento fuerte en las consultas y en la demanda del aceite de cannabis para todo tipo de patologías, desde dolores oncológicos hasta insomnio o ansiedad”, relató la referente de la organización, fundada hace tres años en la ciudad de Bariloche, que se encarga de vincular a profesionales de la salud, usuarios -personas que demandan el producto-, y micro cultivadores solidarios, y advirtió que, hasta el momento, “lo legal es el aceite importado, que es la vía menos utilizada porque el costo es altísimo y no sirve para todas las patologías”. En la provincia de Río Negro, la otra forma de acceder al producto es recurrir al autocultivo o al excedente de otros micro cultivadores.
En Argentina hay actualmente tres proyectos de producción nacional de aceite de cannabis: uno en Jujuy, en manos de la empresa Cannava, que preside Gastón Morales y depende del financiamiento de la compañía estadounidense Green Leaf Farms, otro en Posadas, a cargo de la empresa con participación estatal Biofábrica Misiones S.A., y el proyecto de la compañía Pampa Herp, en la localidad bonaerense de Pergamino. Uno de los objetivos del proyecto de INTA y Ciencia Sativa es generar una semilla apta para crecer en las condiciones climáticas de la Patagonia. “Tenemos un fotoperíodo muy inestable, con pocas horas de luz en invierno y demasiadas en verano”, explicó Calzolari y aclaró que “tenemos que evaluar qué variedades pueden resistir las condiciones del suelo, el clima y los vientos de la zona”.
“Nuestro espíritu es el trabajo interinstitucional. Tenemos los recursos y ellos como cultivadores tienen la experiencia”, precisó a este diario Mariana Amorosi, directora del centro regional Patagonia Norte del INTA. El proyecto, que el organismo presentó junto a la asociación civil en octubre del 2019, prevé el cultivo de plantas cannábicas en dos hectáreas de la chacra experimental de Guerrico, en el valle de Río Negro, para producir material floral para la elaboración de fitopreparados estandarizados, caracterizar las variedades de semillas para lograr la adaptabilidad local, y generar un banco de germoplasma -semillas- de distintas variedades. “Con la resolución del Ministerio podemos importar las semillas, una variedad con una concentración alta de CBD -uno de los componentes cannabinoides que lleva el aceite- que nos dona un banco de semillas para investigación de Colombia”, explicó Amorosi. "En la industria del cannabis necesitamos generar evidencia, registrar y estudiar la trazabilidad para poder valorar nuestro propio cultivo nacional”, añadió.
El paso a paso
Con la aprobación del Ministerio, el paso siguiente es importar las semillas. Después, hay que esperar el cultivo y caracterizar las variedades y, en una tercera etapa, recurrir a los laboratorios públicos. Según afirmaron las referentes del proyecto, el laboratorio de Río Negro, Profrarse, tiene los recursos para producir en escala el aceite, una vez que esté lista la cosecha. “Mi trabajo está en evaluar la formulación -la receta del producto- para que el laboratorio pueda producirlo”, explicó Calzolari y remarcó que “tenemos todos los recursos y capacidades para producir aceite de cannabis legal en nuestro país”.
Para llevar a cabo ese análisis, la investigadora obtuvo una beca cofinanciada por el Conicet y la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (Anlap). “Vamos a necesitar diferentes perfiles químicos para cubrir la mayoría de patologías. Es un proyecto largo y ambicioso, que requiere de varias etapas”, aseguró la referente de Ciencia Sativa y especuló que “si plantamos este año, esperamos una primera cosecha a principios de 2022”.
Informe: Lorena Bermejo