La izquierda latinoamericana ha protagonizado un período histórico fundamental en este siglo. Ha logrado avanzar contra la corriente de las tendencias globales y con ello ha logrado disminuir la exclusión social, cuando ese fenómeno no hace más que aumentar en otras partes del mundo y en otros países del mismo continente que no han reaccionado en contra del modelo neoliberal.
Después de esos avances, los errores de la misma izquierda, más el cambio de la coyuntura internacional han posibilitado que la derecha se aprovechara para retomar la iniciativa, cambiar los términos de los enfrentamientos y frenar los avances. Se pasó a un tiempo en que la derecha ha comandado los procesos políticos en los países antineoliberales, logrando varios triunfos.
La misma izquierda ha acusado los golpes. Con desconcierto al inicio, después de años de victorias y avances, enseguida asumió la actitud defensiva, quedando relegada a contestar los ataques de la derecha. Esta ha concentrado sus ataques en acusaciones de corrupción, de uso del Estado para provechos propios, para financiar sus actividades. Al mismo tiempo, atacan el modelo económico, buscando deconstruir los éxitos logrados y diseminar un sentimiento de fracaso en la población.
Retomando la ofensiva, la derecha puso a la izquierda a la defensiva, posición siempre incómoda, porque se contesta con los términos planteados por el adversario. La izquierda pasó a tener que defenderse de las acusaciones de corrupción, pasó a tener que retomar la defensa de su modelo económico y de los efectos positivos que ha generado de distribución de renta.
Pero innegablemente la izquierda perdió su impulso inicial en este siglo, regaló campo al enemigo, lo vio enardecerse y movilizar a sectores significativos de las poblaciones contra los gobiernos que han encarnado los intereses populares. La derecha logró crear, en sectores medios de la población, pero también en sectores populares, resistencias fuertes en contra de los gobiernos populares y de sus mismos líderes.
En algunos países los partidos de izquierda quedaron aislados de grandes sectores de la población, han perdido contacto con los sentimientos populares y han permitido que la derecha o ganara elecciones o se fortaleciera incluso en capas del pueblo.
Pero la derecha tropieza con su misma incapacidad de construir proyectos que atiendan a intereses de la población. Después de hacer promesas que no pueden atender, cuando llegan a gobernar, ponen en práctica los viejos modelos neoliberales, atentan abiertamente en contra de los derechos conquistados por la población, demuestran que efectivamente gobiernan para una ínfima minoría de la población, que son incapaces de retomar el crecimiento económico y tampoco de garantizar los derechos de la gran mayoría.
Es hora de que la izquierda latinoamericana retome la iniciativa y la ofensiva. Los gobiernos de Mauricio Macri y de Michel Temer revelan los proyectos que la derecha tiene para nuestros países, condenándolos a retrocesos enormes, a la depresión económica y al desempleo. Los pueblos brasileño y argentino muestran creciente rechazo a esos gobiernos. El pueblo ecuatoriano ha demostrado que no quiere retroceder a la era neoliberal.
Pero para que la izquierda pueda retomar la iniciativa y volver a protagonizar una nueva ola antineoliberal, es indispensable que el pensamiento crítico latinoamericano vuelva a desempeñar un rol de articulación entre la reflexión teórica y la práctica política, contribuyendo de nuevo, de forma decisiva, a abrir un nuevo período político en el continente, que será continuidad de lo que fue hasta ahora, pero que tiene que descifrar las nuevas condiciones políticas externas e internas, así como corregir los errores cometidos hasta aquí. De esa forma, la izquierda latinoamericana volverá a retomar la iniciativa y a impulsar una segunda ola de gobiernos posneoliberales en América Latina.