El discurso de Alberto Fernandez en la apertura de sesiones ordinarias y el alegato de Cristina Kirchner en la causa dólar futuro marcan una nueva etapa política. Frente a la radicalización de las derechas, sus discursos de odio, el terraplanismo político y el neoliberalismo sanitario, construir nuevos marcos conceptuales y consolidar la coalición de gobierno son tareas vitales no solo para lograr un triunfo electoral sino principalmente cultural.
El 27 de octubre del 2019 no ganó solo una fórmula electoral, tampoco un frente por más que su nombre así lo indique. El triunfo del Frente de Todos evidenció que Alberto y Cristina más que un binomio para los comicios fueron una síntesis histórica de un proceso en el cual quienes fueron agredidos y agredidas por cuatro años de neoliberalismo recargado y salvaje decidieron dar vuelta la página y escribir un nuevo capítulo en la historia de las victorias populares.
Una coalición no es un frente, supone un esquema de poder y de creación política más complejo en el que los equilibrios marcan el día a día. De la unidad para ganar a la unidad para gobernar, de la unidad popular a la unidad nacional, de la unidad en la adversidad a la unidad en la diversidad, son algunas de las claves para entender un fenómeno inédito que lidia con dos pandemias; la neoliberal y lal covid-19.
Nunca hay que olvidar que el neoliberalismo es un proyecto económico, pero también cultural. Para aplicar sus políticas despliega una serie de narrativas que legitiman su filosofía de vida. Sucede que la crisis que trajo la pandemia expuso a todo el planeta a nuevos dilemas cuyas respuestas tuvieron que apresurarse en un marco en el que todos y todas estuvimos y estamos en riesgo. El capitalismo financiero cool y su cultura hiperindividualista fueron puestos en cuestión. Con una gran aceptación, el Estado volvió al centro de la escena y a su vez se revalorizaron consensos sobre las políticas del cuidado y la importancia del sistema de la salud pública.
Frente a esta situación, las élites reaccionaron de forma extremadamente agresiva, apostando a los discursos de odio, la antipolítica, las falsas dicotomías (libertad o autoritarismo, economía o salud, república o populismo), e incluso muchas veces poniendo en cuestión la idea misma de democracia y la legitimidad de los gobiernos populares.
En nuestro país, este rol lo asumió principalmente Juntos por el Cambio, agudizando la polarización y fomentando un espiral de irracionalidad que ha buscado dar por tierra cualquier tipo de acuerdo social. Una estructura política con matices y tensiones en su interior, con un ala dura encabezada por Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Elisa Carrió y una blanda liderada por Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli y dirigentes con responsabilidad de gestión. Lo cierto es que a medida que pasa el tiempo queda cada vez más en evidencia que son dos caras de una misma moneda; facetas que se inscriben en la larga marcha de estas élites por construir una nueva hegemonía.
Se trata de una derecha que no ha parado de generar imaginarios excluyentes que se sostienen en la injusticia simbólica de que hay ciudadanas y ciudadanos de primera y otros de segunda, quienes “trabajan” y quienes son “parásitos”, quienes pueden pagar una vacuna y quienes no. Un renovado repertorio de “civilización o barbarie” que naturaliza la desigualdad mientras que en su cruzada contra la “infectadura”, deteriora el debate democrático.
En este escenario, es imprescindible discutir las estrategias del campo popular para disputar un nuevo sentido común, renovar nuestros horizontes y derribar con imaginación política las utopías neoreaccionarias. Son tareas difíciles sino somos capaces de tejer una metodología que haga de la unidad en la diversidad una práctica concreta que permita arribar a síntesis superadoras.
El ex vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera utiliza la noción de tensiones creativas para dar cuenta de aquellas contradicciones al interior del bloque histórico popular que tienen la particularidad de dinamizarlo en vez de lastimarlo, es decir, que son creativas en la medida que luego del conflicto se construyen consensos que permiten avanzar.
Pero para avanzar son necesarias dos condiciones: que las críticas y pujas tengan instancias que permitan fortalecer a la coalición de gobierno y que se desarrolle una tarea pedagógica para convencer no solo a quienes ya están convencidos sino al conjunto de la sociedad.
Hace unos días, en nuestro plenario mensual de Agenda Argentina (que contó con la participación del Jefe de Gabinete y miembro fundador del espacio, Santiago Cafiero) debatimos, justamente, la necesidad de desarrollar nuevos marcos conceptuales y valorar lo realizado en este tiempo.
Sobre todo, planteamos pensar el futuro no como una incertidumbre con ganadores y perdedores (en la cual están quienes se adaptan y quienes no) sino como un derecho colectivo que se construye en un presente adverso; un presente en el que nuestras prioridades deben ser la reactivación económica, el plan de vacunación nacional, el acuerdo social y la unidad en la diversidad.
En este tiempo han aparecido nuevas demandas mientras que otras ya existentes han cobrado un protagonismo inédito. También se han consolidado renovadas agendas como reforma tributaria, impuesto a la fortuna, desglobalización, plan Marshall criollo, la cuestión ambiental y el Green New Deal, la economía popular, la virtualización de la vida, el teletrabajo, la bancarización de nuestros datos, la educación a distancia y las políticas del cuidado.
Estamos en un momento único de la historia, un momento de transición... La salida de esta pandemia puede ser con mayor concentración de la riqueza por parte del establishment, más discursos de odio y mayores niveles de radicalización de las derechas o, por el contrario, con más Estado, más igualdad, más justicia social y más democracia. Por eso es clave reflexionar acerca de cuáles deben ser los nuevos NUNCA MÁS de nuestro país. NUNCA MÁS a contraer deuda externa irresponsable, NUNCA MÁS al lawfare como práctica judicial y política; NUNCA MÁS a los golpes de Estado de nuevo tipo y procesos destituyentes en América Latina, NUNCA MÁS al “sálvese quien pueda”. Estos pueden ser algunos ejes para comenzar.
Hoy, en tiempos donde la humanidad vive una pandemia también se torna imprescindible discutir cuál es el rol del pensamiento crítico y de los intelectuales. Porque disociar teoría y práctica es tan falso como tener que elegir entre la salud o la economía. No hay ninguna acción política, decisión gubernamental o política pública que no se sostenga en algún saber técnico, científico o académico. Pensar es hacer. Y en tiempos de excepcionalidad y urgencia es cuando más debemos reflexionar ya que justamente, es a partir de esas reflexiones que podemos tomar las mejores decisiones para nuestra práctica concreta.
**Los autores forman parte deAgenda Argentina, una iniciativa conjunta de una generación de colectivos de pensamiento crítico de los ámbitos académico, profesional, político y cultural. Fundada en 2018 por los grupos Callao, Génera, Usina, CESO, El Sur no espera y Atahualpa fue incorporando otros colectivos militantes técnico-profesionales.