“Argentina ofrece retornos de la inversión muy difíciles de lograr en otros países del mundo”. La afirmación no fue hecha en modo de advertencia sino para promocionar las colocaciones financieras de corto plazo en el país. El autor fue el ministro de Finanzas, Luis Caputo, que viajó a Washington DC para participar de las reuniones de primavera del FMI y el Banco Mundial. “Queremos brindar el marco regulatorio y las condiciones financieras y económicas para atraer el capital privado”, enfatizó ayer el funcionario al referirse al proceso de desregulación cambiaria y financiera que, junto con la política de altas tasas de interés del Banco Central, habilitó la bicisenda financiera más rentable del mundo. El clima festivo que genera entre los funcionarios la reinserción plena del país en el sistema financiero internacional tiene como correlato un incremento del 57 por ciento en la vulnerabilidad externa de la economía argentina. Un informe del flamante Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas advierte que el Indice de Vulnerabilidad Externa (IVE) experimentó en 2016 el mayor deterioro en 24 años.
El endeudamiento externo, el desplazamiento de la producción local de bienes de consumo por productos importados, el creciente peso de las materias primas entre las exportaciones y el proceso de liberalización explican el quiebre en la tendencia del indicador. El deterioro en el IVE se encuentra explicado por un incremento del 203 por ciento en la vulnerabilidad comercial. Esa situación expresa las consecuencias del proceso de apertura comercial desplegado por el Gobierno para complementar su estrategia antiinflacionaria. En tanto la pata financiera del indicador del Ocepp, que dirige el economista Itai Hagman, da cuenta de una continuidad en la tendencia de empeoramiento de la situación registrada a lo largo del último lustro, a pesar del incremento en las reservas. El IVE Financiero registró el año pasado un variación del 26 por ciento anual, impulsado por el endeudamiento público.
A contramano de la afirmación oficial, Hagman advirtió que los dólares que ingresaron por esa vía no sólo no acompañan un proceso de desarrollo económico, ampliación de la capacidad productiva o mejoras sostenidas de las infraestructuras, sino que fueron utilizados para financiar la remisión de utilidades, la fuga de capitales y la acumulación de reservas.
En 2016, Argentina abandonó la lógica de desendeudamiento y se convirtió, por el contrario, en el que más se endeudó entre los países en desarrollo. Esa política no se frenó. A pesar de la evidencia histórica sobre las consecuencias sociales y económicas asociadas a los procesos de valorización financiera, Caputo considera infundados los cuestionamientos. “Tenemos un plan de infraestructura muy ambicioso, el más ambicioso de nuestra historia”, insistió el ministro de Finanzas durante una entrevista realizada por el Banco Mundial.
Anteayer, el funcionario había celebrado durante un evento en Nueva York que “vemos mucho interés por las inversiones, muchas ya están realizándose, es un proceso que ya empezó y se va a consolidar a lo largo de los años”. Los datos oficiales evidencian que, después de un año de parálisis, la inversión pública comenzó una incipiente reactivación concentrada en las obras viales, mientras que el estancamiento del mercado interno y la política de altas tasas del Banco Central atentan contra los desembolsos del sector privado.