El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, lidera la intención de voto de las elecciones celebradas este martes en Israel y roza la mayoría con el apoyo de sus socios ultraortodoxos y de extrema derecha, según las primeras proyecciones. El oficialista Likud obtendría entre 31 y 33 bancas de la Knesset (Parlamento israelí), seguido del partido Yesh Atid del centrista Yair Lapid, con 16 a 18 escaños y en la previa el único espacio que podía hacerle sombra al primer ministro juzgado por corrupción. La clave pasa ahora por el partido de derecha nacionalista Yamina, liderado por Naftali Bennett, que consigue entre siete y ocho bancas. Si decide apoyar a Netanyahu, le permitiría formar gobierno al superar la mayoría necesaria de 61 escaños.
Bennett, un exempresario crítico de la gestión del primer ministro, firmó el domingo pasado una declaración en la que aseguró que no formará parte de un gobierno de Lapid, pero sin aclarar si se uniría a "Bibi". Este martes y luego de que se difundieran los primeros boca de urna, se limitó a declarar: "Haré solo lo que sea bueno para Israel".
En el otro extremo el bloque anti-Netanyahu, un grupo heterogéneo de facciones de izquierda, derecha y centro, parece tener aún menos caminos para formar una coalición de gobierno. En los 72 años desde la creación de Israel, ningún partido logró la mayoría parlamentaria necesaria para formar gobierno sin trabar alianzas con otros sectores.
El general Benny Gantz, rival de Netanyahu en las tres elecciones anteriores que fueron muy peleadas, perdió popularidad tras alcanzar un pacto con su otrora enemigo para formar un gobierno de "urgencia" frente a la crisis sanitaria. En estos comicios su partido Azul y Blanco apenas ronda los siete escaños en el Parlamento.
Minutos después del cierre de la votación, Netanyahu agradeció el apoyo a sus votantes y reivindicó una "inmensa victoria para la derecha" en Israel. "Está claro que una clara mayoría de los ciudadanos israelíes es de derecha y quieren un gobierno de derecha fuerte y estable que preserve la economía de Israel, la seguridad de Israel y la Tierra de Israel", aseguró el primer ministro en su cuenta de Twitter.
Frente a la carta de la campaña de vacunación usada hasta el hartazgo por Netanyahu, la oposición usó el argumento del juicio contra el primer ministro por corrupción, malversación y abuso de poder, que comenzó hace unos meses y que alimenta un movimiento de masivas protestas que se celebran cada sábado en todo el país desde hace 39 semanas.
La cuarta elección en dos años, considerada un referéndum sobre la polémica figura de Netanyahu, fue una muestra del cansancio de los votantes israelíes, reflejado en una participación del 67,2 por ciento, la cifra más baja desde los comicios de 2013. Se trata de las elecciones más caras en la historia de Israel, marcadas por estrictas medidas contra el coronavirus.
La votación culminó a las 22 horas locales, cuando empezó el recuento que se podría retrasar varios días por el aumento de los llamados votos de "doble sobre", que esta vez no solo proceden de embajadas, bases militares, cárceles u hospitales, sino también de los que están en cuarentena por contacto estrecho o infectados con coronavirus.
"Espero que éstas sean las últimas elecciones", dijo Netanyahu luego de emitir su voto en Jerusalén, confiando en que el país pueda salir del bloqueo político para evitar una histórica quinta elección. El principal rival del actual primer ministro, Yair Lapid, dijo que existían solo dos opciones: "O Yesh Atid gana fuerza, o tendremos un gobierno tenebroso, racista y homófobo", en alusión al Likud y sus aliados naturales, todos partidos de derecha o extrema derecha defensores de la colonización de Palestina.
La campaña electoral estuvo marcada por el coronavirus y, sobre todo, por la figura de Netanyahu. El premier, de 71 años y en el poder desde 2009, destacó la exitosa campaña de vacunación contra el coronavirus de Israel y sus acuerdos para normalizar relaciones con cuatro países árabes, bajo el interesado patrocinio del entonces presidente estadounidense Donald Trump.
La realidad de su gobierno presenta, sin embargo, algunos matices. Netanyahu ha sido duramente criticado por no haber enviado cantidades suficientes de vacunas contra la covid-19 a los territorios palestinos de la Franja de Gaza y Cisjordania, de los que Israel es potencia ocupante según la ONU.
Las voces críticas también apuntan al todavía frágil estado de la economía y al alto nivel de desempleo en el país. Pero sobre todo, los opositores entienden que Netanyahu no debería seguir en el cargo ya que está siendo juzgado por presunta corrupción desde el año pasado, en un caso que el primer ministro considera una "caza de brujas".
Para alcanzar la mayoría de 61 diputados necesaria para formar gobierno, Netanyahu espera aliarse con la derecha religiosa pero también con la extrema derecha. El centrista Lapid cuenta con un acuerdo con partidos de izquierda y del centro, pero también con una parte de la derecha decepcionada con el primer ministro. Las cuentas, hasta el momento, asoman difíciles para ambos.
En las últimas tres elecciones, el líder del partido nacionalista laico Israel Beitenu, Avigdor Lieberman, se negó a confesar si se uniría a una coalición a favor o en contra de Netanyahu. Esta vez es Naftali Bennett quien detenta el poder de hacer inclinar la balanza hacia un lado u otro. En abril de 2019, el partido de Bennett no pasó el umbral del 3,25 por ciento de votos necesarios para ingresar a la Knesset. A sus 48 años, el exministro de Defensa se convirtió en el foco de atención de todo un país.