¿A dónde ir después de Ayra Stark? ¿Después de un fenómeno global como el de Game of Thrones? ¿Después de la épica que la convirtió en una inesperada heroína, que transformó su crecimiento en la supervivencia de una casta reinante, que combinó rebeldía y liderazgo? Maise Williams vistió por primera vez el traje de Ayra Stark cuando solo tenía 12 años y Game of Thrones despegaba como una extraña apuesta de HBO en la adaptación de la célebre saga de George R. R. Martin sobre Westeros y la pelea por el Trono de Hierro. Ocho temporadas después, con legiones de fanáticos, entusiastas y desilusionados, infinitas muertes y quizás una de las últimas experiencias de la televisión en vivo, aquella historia llegó a su fin. Para los espectadores quedaron especulaciones y reproches, la promesa de nuevos spin off, de precuelas y demás explotaciones de los retazos del éxito, para Williams el enigma de cómo seguir hacia adelante.
Two Weeks to Live es la respuesta. La primera incursión en la ficción televisiva –se emitió en Gran Bretaña por el canal Sky TV y aquí está disponible en la nueva plataforma Paramount +- después de quitarse las pieles de ese eterno invierno, de haber transitado la pubertad frente a las cámaras, de convertirse en actriz más allá del encanto de la joven de los Stark. Y la miniserie creada por Gaby Hull representa la perfecta combinación entre esa joven inocente entrenada para sobrevivir en un mundo hostil y el camino hacia la farsa de esa inevitable tragedia. Hull no solo recoge toda la tradición de la comedia negra inglesa, desde la implosiva slapstick de Alexander Mackendrick de El quinteto de la muerte hasta el glam pop de Guy Ritchie y sus chicos malos de Snatch: Cerdos y diamantes, sino que desarma la fama que preside a su actriz, se burla de aquella lista de cuentas pendientes que ahora resulta encabezada por la visita a un pub, juega con su despertar sexual como guiño a la pacatería de los fans de GOT escandalizados por la emergencia de su deseo. Ahí está Maisie Williams nuevamente en acción, salida de un mundo primitivo y protector a la realidad en la que debe subsistir más allá de su fabricado heroísmo.
Al cumplir 21 años, Kim Noakes (Williams) ha decidido abandonar la soledad de la vida en los bosques de Escocia para cumplir sus deseos postergados. La vemos por primera vez en el norte de Inglaterra, en un bar de carretera, bajo los acordes del cover de “Stayin’ Alive” de Tropical Fuck Storm. Apenas conoce el valor del dinero, administra sus pastillas ‘antipolución’, y atesora su meticulosa lista de asuntos pendientes para concretar antes de que termine el mundo. Que, según las enseñanzas de su madre, está a la vuelta de la esquina. Pero primero llega la postergada visita a un pub, subida a un par de tacos altos que apenas la sostienen, como ritual de esa femineidad aprendida a la distancia. Allí se produce el encuentro con Jay y Nicky, dos hermanos que combinan la ridícula verborragia de la conquista con la pretendida amenaza del fin del mundo, puntapié perfecto para la entrada de Kim al mundo exterior y a la venganza postergada desde los tiernos días de su infancia.
La estructura policial de Two Weeks to Live no es demasiado novedosa. Tiene una clara influencia del tono de Killing Eve en su reinvención del thriller de cazadores cazados, algo del retrato adolescente de The End of The F**cking World, los gags algo zonzos de Ritchie. Kim funciona como el reverso de la niña asesina de Hanna, aquella película de Joe Wright que convertía a Saoirse Ronan en un arma secreta de los aparatos del Estado; es una pieza suelta, criada en mentiras protectoras que ahora se dispone a dinamitar. Lo único que persiste en su memoria es el nombre del asesino de su padre, un mafioso con aires de millonario que le dejó como único recuerdo de su infancia un pingüino de peluche bañado en sangre. Pero el enfrentamiento ideado por Hull le debe más a las sátiras de Mel Brooks que a la solemnidad de las peleas de Benioff y Weiss, y a partir de allí el trabajo con el género se regodea en sus formas más anómalas, casi en la contestación de las películas que formaron la educación de Kim en el encierro como Terminator 2 y Corazón valiente.
El uso del absurdo como clave del humor está planteado de entrada, incluso en las referencias a la célebre tradición negra de los estudios Ealing, pioneros de la comedia inglesa. No sólo el tipo de sátira ensayada por Mackendrick en sus años ingleses, sino también esa torpeza pensada como escape que tanto le debe al estilo de Peter Sellers. En ese sentido, los hermanos con los que Kim forma una alianza inesperada se convierten en el artilugio perfecto para ese tipo de humor: Jay, el mayor, trabajador frustrado de una pescadería, con pocas luces pero muchas expectativas, es el responsable del engaño a Kim sobre el fin del mundo y también de enredar la trama con delaciones y noñeras impensadas; Nicky (interpretado por el YouTuber Mawaan Rizwan, de origen pakistaní, convertido en celebridad luego de su documental How Gay is Pakistan?), estudioso y tímido, recién salido de una ruptura sentimental, es quien funciona como aliado amoroso y algo crédulo en esa inesperada aventura. Toda la epopeya se tiñe de ese intento dislocado de subvertir toda seriedad posible, haciendo de todo peligro su persistente contrariedad.
El último eslabón de esta suma es la figura de Sian Clifford, la famosa hermana de Fleabag, que cierra el círculo de comunión con la gran innovadora de la ficción británica contemporánea, Phoebe Waller-Bridge. Clifford interpreta a Tina, la excéntrica madre de Kim, autora de ese entramado de protección que incluye historias de apocalipsis y contaminación. Cazadora aguerrida, Tina aparece como salvadora y obstáculo en la liberación de Kim, madre querida y absorbente, última barrera en el camino hacia la adultez. Su estilo recoge algo de la parálisis emocional que detentaba en Fleabag y le permite a Hull profundizar en esa manía antisocial que hace a los personajes de Waller-Bridge tan erráticos como queribles. De hecho, la nueva serie creada por Hull en el mismo 2020, We Hunt Together, no deja de ser una exploración del juego sangriento del gato y el ratón ensayado por Killing Eve ahora en versión doble: dos cazadores y dos cazados.
Two Weeks to Live resulta una simpática excursión de regreso al mundo real para Maise Williams. Abandonados los escarpados terrenos de Westeros y las conspiraciones para la sucesión del trono, lo que queda es repensar su presencia, ya adulta, en el panorama contemporáneo de la ficción. Y en solo seis episodios, determinados por el clima de farsa que trasunta amor por el costado ridículo de toda épica, se proyecta su posible itinerario. Astuta sobreviviente como Ayra Stark, intérprete de duelos y desafíos, ya salida al mundo como la actriz que se vislumbraba en aquel lejano origen.