El poeta de la “República Independiente de Parque Chas” vuelve al barrio, a ese lugar en el mundo del que nunca se fue. Su corazón estuvo siempre dando vueltas por Bauness y Atenas, aun cuando se exilió en Barcelona, donde murió el 21 de octubre de 2000. El Primer Festival Internacional de Poesía FIP-Parque Chas celebra el centenario del nacimiento de Luis Luchi durante tres días (del jueves 25 al sábado 27) con la participación de más de 120 poetas de todo el mundo en el canal de YouTube del festival. Entre los argentinos se destacan Juan Sasturain, Jorge Boccanera, Eduardo Romano y Lilian Garrido, entre otros. La iniciativa de este festival es del poeta Daniel Quintero, también vecino del barrio, junto a otros poetas que se sumaron para colaborar: Laura Valente, Eva González, Víctor Cabrera, Andrea López, Daniel Calabrese y el reconocido artista plástico Pedro Gaeta, amigo y “hermano del alma” de Luchi.
Luis Luchi, seudónimo de Luis Yanischevsky Lerer, nació el 11 de octubre de 1921. Hijo de inmigrantes judíos ucranianos, militó en el Partido Comunista (PC), pero tras ciertas desilusiones se acercó paulatinamente al anarquismo, sin renegar nunca del marxismo. El poeta que escribía “versitos”, diminutivo que solía repetir con humilde ironía, trabajó como obrero gráfico en la editorial Atlántida y como vendedor viajante de libros para las editoriales Signo (PC) y Raigal (UCRI). A comienzos de la década del '60 participó en el grupo de cuentistas El Matadero, ligado estéticamente al grupo de Boedo. “El brasilerito”, un cuento de Luchi, se publicó en la antología Cuentistas argentinos contemporáneos. Gente de Buenos Aires se llamó el grupo que formó a fines de los años '60 con el poeta Roberto Santoro, el músico Eduardo Rovira y el artista plástico Pedro Gaeta, para acercar el arte a los barrios con actividades culturales en escuelas, clubes y sociedades de fomento. El grupo también trabajó en el frente editorial, con ediciones artesanales de libros, carpetas y discos, muy prolijas y de bajo costo.
“Escribo para decir cosas que tienen que ver con un pensamiento y una propuesta. No estoy con el artepurismo ni tengo nada que ver con la Torre de Marfil. Mi poesía se dirige al hombre. En este mundo poético donde todo, absolutamente todo puede ser materia del poema, el centro es el hombre y sus dichas y desdichas cotidianas”, decía el poeta de Parque Chas, que publicó su primer libro, El obelisco y otros poemas (1959), porque el escritor Juan José Manauta (1919-2013), director de la editorial Signo, se entusiasmó al leer los poemas de Luchi, que entonces trabajaba como vendedor viajante para esa editorial. Después aparecieron El ocio creador (1960), Poema de las calles transversales (1964), La vida en serio (1964), Vida de poeta (1966), El muerto que habla. 48 penúltimos poemas-Poemas cortos de genio (1970), Ave de paso (1973), Los rostros (1973), Poemas 1946-1955 (1975), La pasión sin Mateo (1976), Antología poética (1986), Fuera del margen (1992) y Jardín Zoológico (1995). A esta lista hay que agregar las ediciones póstumas: Amores y poemas en Parque Chas (2001) y Paseo por la capital de Luis Luchi (antología, 2003). Libro tras libro –trece publicados en Argentina y cinco en España- demostró que en su universo poético todo tiene cabida.
Lilian Garrido (Buenos Aires, 1960), profesora de letras que estuvo al cuidado de las ediciones de varios libros de Luchi, recuerda cómo lo conoció. “Era el año 1971 o 1972. Mi hermano iba a empezar a tomar clases de guitarra y Luchi no sólo consiguió el profesor sino que además prestó el instrumento hasta que mi hermano tuviera el propio. Me encomendaron la misión de ir a su casa a buscar la guitarra. Yo era una nena de 11 o 12 años y estaba nerviosísima, en principio, porque pensaba que iba a encontrarme con un prócer o algo parecido (según las imágenes que de escritores y poetas me daba el manual Kapelusz). Sin embargo, cuando llegué y toqué el timbre de su casa en Parque Chas, él mismo abrió la puerta y me desconcertó: me encontré con un hombrecito común, sencillo, con pinta de buen tipo, que con mirada y voz muy dulces me dio la guitarra, me invitó a pasar a su casa (cosa que no hice por vergüenza a que descubriera mi estupor) y me mandó saludos para mi familia”, recuerda Garrido a Página/12. “Siempre me resultó sorprendente y me produjo enorme admiración la biblioteca que llevaba en su cabeza. Había leído todo y de todo (historia, política, literatura) y sus opiniones eran siempre certeras. Te dabas cuenta inmediatamente de que sabía de qué hablaba cuando citaba a un autor o un libro determinado”, agrega Garrido y se lamenta que justo cuando ella empezó a formarse, y hubiera necesitado y disfrutado de las charlas con él, Luchi tuvo que exiliarse en Barcelona junto a su mujer Irene Lavalle, en 1977.
Luchi publicó en España ¡Gracias, Gutenberg! (1980), Resumen del futuro (1984), Mishiadura en las dos ciudades (1993), Contestarse a sí mismo en el canto (1997) y Poemas y pinturas (1999), con pinturas de Miguel “Kinoto” Ratto. “Lo que me gusta y conmueve de la poesía de Luchi es su oralidad -precisa Garrido-. Es una invitación a conversar en profundidad sobre cualquier tema, desde temas universales y elevados hasta temas o situaciones cotidianos. En esa conversación siempre asoma su posición ante la vida, su visión del mundo, y la necesidad de hacer de este mundo un sitio fraternal y habitable, aun a sabiendas de las dificultades de conseguirlo. El coloquialismo no es un rasgo original, pero hay algo en su poesía, una variedad de tonos y registros, desde el lirismo más conmovedor hasta el dramatismo de los diálogos, que la transforma en única. Ni qué hablar si era él mismo quien recitaba sus poemas”.
Al margen de las academias y la cultural oficial, que nunca lo reconoció ni premió, Luchi cuenta con el fervor de sus lectores y amigos: “Rimaré mi pasado con la risa,/ haré nuevas amistades,/ entraré en los edificios en construcción/ y precisaré un traductor excelente/ que lúcido me guíe/ en el idioma/ de los planes para el futuro”.