Guillermo Díaz Martínez es abogado. Fue designado recientemente como juez federal en Catamarca. Nació en lo que se conoció como “exilio interno”, en la ciudad de Gálvez, provincia de Santa Fe, en 1977, y vivió sus primeros años en Alemania hasta que su familia pudo regresar a la Argentina en 1984, tras la restauración de la democracia.
La historia de Guillermo estuvo signada por el terrorismo de Estado. Antes de que él naciera, su papá, Mardonio Rafael Díaz Martínez, fue perseguido por José López Rega (1974) y posteriormente buscado por la dictadura del 76. En 1978 y aunque se había alejado de Catamarca para evitar su detención, fue llevado a la cárcel de Coronda. Posteriormente fue pasado a la Jefatura de Policía en Santa Fe, luego a la U9 de La Plata y finalmente a la cárcel de Caseros hasta que su esposa, Mechi Tello, a través del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) logró que la familia se fuera como refugiada a Alemania.
Guillermo cuenta la historia como quien la repitió mil veces. Sin embargo, se emociona y recuerda nuevos detalles tras cada palabra y les pone su impronta. "Decime, ¿si se va entendiendo?", pregunta.
-Claro que sí. Tu papá se llamaba como tu abuelo…
-Mardonio Rafael era escribano. No lo conocí porque murió a finales del 76 a los 59 años, luego de ser secuestrado y torturado durante un mes en un centro clandestino de detención de la ciudad de La Plata. Fue detenido en septiembre del mismo año que murió, mientras estaba en un café preguntando a un amigo de mi tío Guillermo dónde podía estar su hijo, el cual había sido desaparecido en lo que se conoció como el Operativo Independencia, en la ciudad de Tucumán. Cuando lo soltaron, que fue casi un milagro, sobrevivió pocos meses y falleció como consecuencia de las torturas que recibió.
-¿Qué sabes de lo que pasó a tu tío Guillermo?
-Fue el 9 de febrero de 1975 cuando lo secuestraron en el marco del Operativo Independencia. Iba con tres amigos en un Rastrojero blanco y los interceptaron. Sé que los torturaron y luego los dinamitaron para hacer que parezca un atentado. Tenía 27 años, era estudiante de historia en Tucumán. Hace poco rescaté otra parte de su historia, porque en el capítulo 11 de la biografía de Estela Carlotto lo nombran.
-¿Cómo te sentís sabiendo que te pusieron a vos el mismo nombre?
-Fue a medida que iban pasando los años que ese nombre fue tomando sentido para mí. Con el tiempo fui conociendo la historia familiar y eso me ayudó a comprender. Fue puesto con mucho amor y cariño por parte de mis padres y también sé que representaba un dolor. Porque soy padre, sé también lo que significa elegir un nombre. Para mí representa ese amor. Es un nombre que se por qué lo tengo.
Guillermo, explica que su infancia fue dura. Tenía sólo dos años cuando se fue a vivir a Alemania con sus padres y asegura que la última imagen que recordaba de Argentina fue haber visto a su papá en la cárcel de Caseros.
-Mi primer idioma fue el alemán. Aunque mis padres me hablaban en castellano, y los entendía, no podía pronunciarlo. Ellos decidieron volver, porque no querían que olvidemos nuestras raíces.
Cuando regresaron a la Argentina, la familia estuvo un año en Gálvez y volvieron a Catamarca cuando designaron al padre de Guillermo como integrante de la Corte de Justicia provincial. Los años que siguieron fueron de aprendizaje, pero él siempre tuvo presente la historia y el legado de sus padres. Egresado de la Universidad Nacional de Buenos Aires en 2001, no pudo aceptar una beca para un postgrado en Alemania como consecuencia de la crisis económica del momento. Fue entonces que decidió radicarse en Catamarca y ejercer desde el viejo estudio de su padre, que aún existe sobre la calle República.
Su propia militancia comenzó entonces. Junto a amigos y colegas, crearon dentro del Colegio de Abogados de Catamarca, la Comisión de Derechos Humanos.
-Mis padres amaban su profesión, y siempre tuvieron una función social, comprometidos con el otro. Eso siempre me hizo ruido, en el buen sentido. Entonces me pregunté cómo devolver esto que me dio la universidad pública. Después de fundar la Comisión, empezamos a tener una temática amplísima. Me surgió comenzar a vincularme con Mirtha Clerici, “Monena” Márquez, Ana Raduzky, Lila Macedo, Cristina Ibáñez, Claudia Villegas, “Mami” Castillo, Felicinda Ponce, Noemí Toledo, mujeres comprometidas con la causa, algunas ex presas políticas, y eso me fue llevando a la temática de los juicios de lesa humanidad.
Guillermo explica que la Comisión se convirtió casi en una defensoría pública. Incluso, se llegó a abrir el juego para otros ciudadanos interesados en la temática. La ayuda a otros y la militancia lo reencontraron con viejos amigos de sus años de estudio, como Martín Fresneda y Claudio Orosz.
-Era el 2004 y con ellos y la firma de Mirtha Clerici, Jorge Perea y Ana Raduzky hicimos la primera denuncia vinculada con hechos de lesa humanidad que fue por los asesinatos de Capilla del Rosario -recuerda Guillermo.
En aquel momento, la Corte Suprema de Justicia de la Nación aún no se pronunciaba con respecto a la votación en el Congreso de la Nación por la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Y finalmente, tras la intervención del ex presidente Néstor Kirschner, declaró la inconstitucionalidad de estas normas, habilitando de esta manera la posibilidad de realizar los juicios.
"La gente piensa que se trató de una moda esto de los juicios, pero no tienen idea de lo que costó que las familias puedan llegar a esta instancia y obtener justicia", señaló Guillermo.
Catamarca concretó tres juicios por casos de lesa humanidad. El primer debate oral y público se realizó en 2012 y condenó al coronel Carlos Alberto Lucena y al capitán Juan Daniel Rauzzino por las desapariciones de Griselda del Huerto Ponce, Julio Genaro Burgos, Nelly Yolanda Borda y Francisco Gregorio Ponce. El segundo debate, fue contra Carlos Eduardo del Valle Carrizo Salvadores, Mario Nakagama y Jorge Exequiel Acosta, por el homicidio de 16 guerrilleros en lo que se conoció como la Masacre de Capilla del Rosario. Si bien el fallo de primera instancia los condenó a prisión perpetua, la Cámara de Apelaciones los absolvió y actualmente siguen libres.
El tercer debate se realizó en 2015 y la causa de denominó “Ponce-Borda 2”, en este caso, los condenados fueron los militares retirados Enrique Henzi Basso y Darío Otero Arán.
Guillermo representó a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación en los tres juicios.
-¿Cómo te sentiste en ese lugar?
-Fue un momento que lo viví como histórico. Era poner en el banquillo no sólo a los responsables máximos del terrorismo como fueron Lucena y Rauzzino, que eran como nuestros pequeños Bussi. Digo “pequeños” entre comillas (aclara). Sino que también expusimos una falsa verdad, que era que Catamarca había sido una isla, una excepción en cuanto al terrorismo de Estado. Fue una responsabilidad importantísima. La condena fue señalar que definitivamente existió el terrorismo, que se secuestró, se torturó, y sucedieron todas las arbitrariedades que se inauguraron durante esa época.
- Muchos te recuerdan emocionado durante la exposición de tus alegatos en el primer debate.
-A veces, aunque uno está en la temática, y cree que se acostumbra a escuchar el horror, siempre hay algo que supera y desborda a lo que imaginó. El mal absoluto siempre supera todo lo que uno se pueda imaginar. No pude prescindir de mi condición humana. Por más que trabajé años en los casos con las familias, las emociones se me mezclaron con lo personal y no pude contener el llanto.
-¿Qué fue lo que más te impactó?
-Lo viví de una manera positiva. Estábamos haciendo un juicio en una sociedad donde habían dicho que no pasó nada, donde hubo familias muchos años calladas. Era como abrir las ventanas, porque la verdad se iba consolidando. Los juicios orales, además, tienen una función pedagógica, educativa y estaba pasando.
-¿Qué es para vos la justicia?
-Para mí, desde los derechos humanos es el respeto irrestricto a la condición humana. Cuando esta condición se ve afectada, el Poder Judicial debe lograr restablecerla, sanarla. Creo que eso se logra cuando hay una condena. Además, florece la verdad y es una acto de justicia que salga de la oscuridad.
-Entonces, pensás que sí existe, que se puede lograr…
- Creo en la justicia… por eso estudio abogacía. Por eso ahora estoy por ingresar a la magistratura. Igual, diferencio la justicia con el Poder Judicial. Las administraciones de justicia están en manos de hombres y mujeres con defectos y virtudes. Pero existen mecanismos para recurrir, y yo creo y lucho por lo que creo.