A Loli Molina estos días le han potenciado lo que sabe y gusta de hacer. Como le dice a Rosario/12, “más allá de la tragedia que significa no haber podido casi trabajar, aproveché este tiempo para hacer mucha introspección y trabajo personal. Creo que es un tiempo de mucho desafío, que requiere de mantenerse fuertes tanto físicamente como espiritualmente, y a eso me he dedicado”. Hoy a las 21.30, la cantante y compositora se presenta en el Teatro Príncipe de Asturias del Parque de España (Sarmiento y el río).

Aun cuando su disco más reciente todavía suene próximo –Lo Azul Sobre Mí (2019)–, Molina prefiere referirse al show de esta noche desde otras lugares: “Es como una suerte de presentación de disco, pero de una manera no tan formal. Estaba por ir a tocar a Rosario hace un año, más o menos, así que será un poco como ir a presentarlo pero también para tocar mis otras canciones. La verdad que a esta altura, con lo difícil que ha estado, estoy considerando que estos conciertos son más una celebración, una ceremonia de encuentro. No creo que la gente venga a verme a mí, sino que entre todas las personas que estemos, vamos a generar una especie de cápsula de energía positiva y de contacto con algo tan sagrado y tan hermoso como la música, que sabemos tiene muchas propiedades sanadoras. Y en este momento, en el que la salud de todo tipo está en jaque, creo que poder encontrarnos a disfrutar y compartir un momento de música es una instancia de curación. Así que yo voy por eso”.

-Te referías a la introspección, el azul es un color acorde, ¿no?

-Puede ser. Lo azul está muy ligado a lo emocional, está en el blues o en el “feeling blue”; en el inconsciente colectivo hay una cosa de la emocionalidad. Soy una persona extremadamente emocional, y le presto mucha atención a ese mundo y al mundo sutil en general, el de lo no tangible. Tiene un poco que ver con todo eso, le canto a todo eso.

-A diferencia de otros registros previos, Lo Azul Sobre Mí tiene un sonido más minimalista, como si te despojaras de lo superfluo.

-Creo que hay que hacer una distinción, porque algo minimalista no significa que no sea complejo o profundo. Creo que este disco es súper minimalista desde su instrumentalización y desde su propuesta sonora, pero es un disco que sí tiene una profundidad y una búsqueda que transita lugares complejos, en el sentido de que es un disco que habla de los procesos de muerte, hecho desde muchos procesos de muertes simbólicas. No son aguas fáciles de transitar, pero son aguas, y son siempre buenas, porque si estás en el río te llevan al mar. Así que sí es un disco minimalista desde lo sonoro pero con un entramado simbólico interesante.

En relación al agua, vale pensar en el videclip de “Si algo se pierde en ese movimiento”, donde la cantante nada y descubre un mundo acuático que bien podría no ser otra cosa más que el de su interior, desde una parábola cercana a la sensibilidad carrolliana. En otras palabras, Loli Molina canta y narra de una manera asumidamente personal, resultado de una trayectoria que si bien tuvo la compañía de sellos de relieve, hoy la ratifica en la producción independiente: “Es interesante mi camino porque es a la inversa de lo que por lo general sucede. Empecé adentro del sistema y luego me fui a la independencia. Y la verdad es que ahora me siento en un lugar de mucho privilegio y mucha tranquilidad, al saber que soy dueña de mi obra, de mi camino, y de la manera de hacer las cosas. Tengo una manera personal y particular de hacerlas, y no tener que amoldarme a una estructura exterior, poder trabajar con la gente que quiero y crear los entornos que necesitamos para que mi música fluya y esté bien cuidada, para mí es algo de mucho valor. Estoy muy contenta de poder estar en este momento”, comenta.

-¿Y cómo afectó a tu vida y música vivir en México?

-Es un lugar muy potente, muy fuerte, donde la idiosincrasia es muy distinta a la que tenemos en Argentina y a la que estoy acostumbrada durante los primeros treinta años de mi vida. Es muy enriquecedor tomar contacto con otra cultura y otra manera de hacer las cosas, como sucede con México en su intensidad y en su fuerza magnifica, en la consideración de otros mundos, como el de la muerte. El mundo de lo ritual me acercó y me permitió ver algo que estaba en mí pero dormido o solapado por otras cuestiones. Los viajes enriquecen mucho, pero los viajes hacia afuera no son los únicos, creo que el verdadero viaje es hacia adentro. Los entornos ayudan. Soy una viajera, sobre todo de las que viajan para adentro. Si viajo todo eso para afuera, ¡imagínate todo lo que viajo para adentro! (risas).