Mauricio Macri en estos días habla de su “primer tiempo”. Lo vemos, lo leemos. Dice que nuestro gobierno en realidad es el verdadero virus (“el populismo es peor que la pandemia”, llegó a decir). Nuestra mayor respuesta está en el día a día: vacunar, garantizar chicos en las aulas, recuperar la economía, luchar contra la inseguridad. La pandemia la gestionamos en duras condiciones pero defendiendo nuestros límites morales: con tarjeta alimentaria, con IFE, protegiendo empleos con ATP, garantizando los pisos mínimos de dignidad. Y ahora nosotros gestionamos esta segunda ola que viene y día a día avanzamos hacia un acuerdo con el FMI (en ese berenjenal que nos metió el macrismo) organizados sobre un solo principio: hacerlo con equidad.
Cada año es un mundo. El 2020 nos golpeó y profundizó todos los problemas. El 2021 viene con más certezas tal vez (porque sabemos más del covid, porque estamos trayendo aviones con vacunas, porque incorporamos hábitos de cuidado, etc.) pero la incertidumbre de la segunda ola y de las nuevas cepas corre el riesgo de aturdirnos a propios y ajenos. Insisto: a propios y ajenos. Corramos a Macri y su narcisismo político, y miremos la cancha completa. Sin hacernos eco del mensaje de opositores y medios de comunicación demasiado interesados en las internas del gobierno, ¿de verdad alguien cree que este gobierno no tiene un mensaje coherente en materia de deuda y recuperación económica? ¿Cuál es nuestro principio? No pagar con el hambre de los argentinos. Lo dijimos. Lo repetimos. No nos movimos de ese punto jamás. La lucha por ser “tendencia”, la ansiedad del minuto a minuto del rating, lleva a alimentar la pantalla de grietas, contradicciones, polémicas y cruces. Pero es más sencillo: nuestro gobierno tiene acuerdos profundos que se leen si uno se toma la molestia de apartarse del ruido y examinar las palabras. Veamos.
En abril del 2020 dijo Martín Guzmán: “El pago de la deuda externa no debe comprometer el futuro de las argentinas y los argentinos. Debemos retomar la senda de la sostenibilidad”. Esa palabra… “sostenibilidad”. Porque la voluntad del gobierno y la tradición del kirchnerismo nunca fue “no pagar”. Lo podemos decir sin rubor: nosotros siempre pagamos. Y Cristina este 24 marzo de 2021 y nada menos que en un acto por el día de la memoria en Las Flores lo dijo aún más claro: “No estamos diciendo de no pagar la deuda. Nuestro espacio político fue el único que pagó las deudas de todos los otros gobiernos. Deberíamos hacer un esfuerzo, sobre todo aquellos que tienen responsabilidades institucionales, sean del oficialismo o de la oposición, para que nos den mayor plazo y otra tasa de interés de una deuda que otros contrajeron”. Dice eso Cristina a menos de un mes del mensaje de Alberto Fernández del 1 marzo en el Congreso. ¿Qué dijo Alberto? Dijo exactamente esto: “La historia da cuenta de que hemos sido nosotros los que desendeudamos a nuestra Patria y en esta hora somos nosotros los que queremos liberarnos de la deuda que otros han tomado. No elegimos el camino de incumplir. Preferimos plantear con firmeza esta realidad que responsabiliza a quienes fueron nuestros gobernantes pero que ha tenido responsables también en el mismo organismo internacional de crédito.”
De modo que aquí vemos una coherencia sostenida en el tiempo. Sostenibilidad es dignidad nacional. El desafío del Frente de Todos no es mantener una unidad que es, paradójicamente a lo que muchos dicen, sólida, sino convencer al resto de la política de nuestra convicción. Somos nosotros los que pensamos lo mismo sobre el desendeudamiento. Por eso el mensaje de Cristina fue a “todos los partidos políticos”. En el reclamo de articular “un acuerdo mínimo frente a cuestiones estructurales como el endeudamiento externo y la economía bimonetaria”. Y digo que es paradójico porque en el contraste de “estilos” quieren montar un contraste de “contenido”. El Frente de Todos es diverso pero tiene una estrategia que lo une: priorizar el acuerdo nacional sostenible. Por eso, como digo en el título, les molestan nuestros acuerdos, no nuestras diferencias.
Alberto no en vano citó estos días al papa Francisco en una frase que haremos leitmotiv: “nadie se salva solo”. Pero esa cita nos interpela no como un llamado de obediencia nacional sino como invitación responsable al diálogo común, a la conversación genuina, poniendo cada uno, cada grupo, sus intereses, ideas y sentimientos sobre la mesa, pero en busca de un bien común. Recuperar una senda de crecimiento y desarrollo por décadas y para incluir a los que padecen la pobreza. Democracia y conflicto de intereses no son incompatibles. Lo incompatible es perder creatividad y generosidad para resolver los problemas de millones que así lo esperan.
* Fernando "Chino" Navarro es secretario de Relaciones Parlamentarias, Institucionales y con la Socidad Civil de la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación.