En Brasil se necesitan voces como la de Igor Julião. Si Sócrates el futbolista médico viviera, se sentirían más acompañados los dos. En un país hoy irrespirable, donde se agotan los ataúdes para enterrar a los muertos que Bolsonaro ignora, el jugador de Fluminense comenta: “Mi sentido de vida no es acumular dinero y mantener la boca cerrada”. El lateral derecho tiene 26 años y una trayectoria respetable. Integró la selección Sub 20 en 2013. Fue transferido a clubes de las ligas de Estados Unidos y Eslovaquia: Sporting Kansas y STK Samorin. Pero su lugar en el mundo es Río de Janeiro. Se crió en el suburbio de Bento Ribeiro. Su padre Roberto Julião, un ex militar, le exigió sacarse buenas notas en la escuela para jugar en las divisiones inferiores del Flu, el clásico rival de Flamengo.
Hace pocos días le metió un golazo desde afuera del área sobre la hora al Fla y su equipo ganó 1 a 0 por el torneo carioca. Corrió, festejó y se detuvo con el puño derecho en alto y la mirada seria. Parecía Tommie Smith subido al podio en los Juegos Olímpicos de México ’68. El atleta afroamericano de EE.UU que ganó el oro en los 200 metros y se transformó en mito por el saludo del Black Power junto a su compañero John Carlos. Igor protestó así contra la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) por el protocolo defectuoso que les impone a los clubes contra la Covid-19. Era una manera de apoyar a su club y el plantel que protestaron en 2020 contra el regreso anticipado de los campeonatos cuando la peste del Covid avanzaba como sube la marea alta.
Después posteó en sus redes: “Viva el Fluminense, viva la democracia”. Por su historia queda claro que la suya se parece más a la democracia corinthiana que expresaba Sócrates y no a la del militar que agravó la pandemia con su prédica negacionista. El 18 de mayo de 2020 contó en su Instagram que había mirado La Ola, una gran película alemana de Dennis Gansel. Es aquella que trata de un profesor que hace un experimento pedagógico con sus alumnos y demuestra que el fascismo podría volver en cualquier momento. El jugador la elogió (“es genial”, dijo) y comentó a cámara que “una dictadura puede no estar tan lejos, puede pasar en días actuales”. La suya pareció una profesía autocumplida. Uno de sus seguidores le escribió: “Por más Igor Julião y menos Gabigol en el fútbol”.
En su infancia y adolescencia, el futbolista modeló su espíritu de rebeldía. Podría afirmarse que sigue ciertas ideas de Diego Maradona. Como aquel concepto sintetizado en pocas líneas: “A los jugadores de fútbol nos creen todos ignorantes, que jugamos al fútbol y nada más. Y no es así. Yo por más que sea jugador de fútbol voy a seguir hablando y voy a seguir contestándole al poder y a decirle porqué hay una desigualdad tan grande”.
En el sitio digital Lado B de Río le hicieron una larga entrevista donde cuenta cómo fue el vínculo con su padre: “Estudié en una buena escuela militar en la zona norte de Río (…). Fluminense hizo viajes internacionales con juveniles, conocí otras realidades. Jugué en Estados Unidos, en Eslovaquia. Pero lo principal fueron las personas que pasaron por mi vida y me hicieron ver el mundo de otra manera. Mi padre es un exmilitar duro, uno de esos clásicos, pero me insertó en el arte, en la cultura. Tomábamos el transporte público, fuimos a museos, vimos películas”. También tiene un tío, Elionaldo Julião, que es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Federal Fluminense. Él contribuyó a que cambiara de opinión con las lecturas que le recomendaba.
De su padre – un votante de Bolsonaro en 2018 –señala: “quería que tuviera experiencias que él no podía tener. Estos recorridos despertaron mi interés por la historia, la disciplina que más me gustaba”. La revista brasileña Piauí, en una crónica de Tiago Coelho, describe que su tío lo llevó a conocer el Departamento General de Acciones Socioeducativas (Degase), que aloja a menores detenidos. Ese episodio fue un antes y un después para Igor. “Vi a los niños atrapados como animales en jaulas abarrotadas. Esperaban un juicio por rociar una pared o tener marihuana. Hablé con algunos y pensé: 'Si no tuviera fútbol y una familia estructurada, podría estar entre esos niños'. Mi realidad estaba muy cerca de ellos”.
La visita lo empujó a procurarse libros que “le ayudaran a reflexionar sobre la sociedad. Se encontró con el Manifiesto Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels. ‘Quería comprender mejor las relaciones de clase’” publicó Piauí. En el devenir entre teoría y práctica, su propia experiencia de vida inmersa en una situación plagada de desigualdades como las de su país, lo hizo comprometerse con causas como la de Marielle Franco. La imagen de la joven militante feminista, favelada y concejal del PSOL por Río de Janeiro asesinada el 14 de marzo de 2018 la llevó sobre la piel como si luciera orgulloso la tricolor del Fluminense en un partido. Pero no eligió un día cualquiera para hacerlo.
Fue a votar en la segunda vuelta de las presidenciales de ese año con la remera de Marielle. Una víctima más del oscurantismo que se extendió por Brasil desde que Bolsonaro llegó a la presidencia, incluso antes. Su padre no quería que se vistiera así. “Me negué a quitármela. No era el rostro de Pinochet. Era el rostro de una mujer que defendía la igualdad de oportunidades, que luchaba contra el racismo y los prejuicios”, declaró. Hoy vive esta etapa casi medieval, con remedos de la Inquisición en clave de gatillo fácil, que Igor Julião se resiste a aceptar. Brasil se convirtió en una nación que parece sacada del libro de poesía La venganza del cordero atado de César González, el joven poeta y director de cine argentino que se dio a conocer como Camilo Blajaquis en 2010.
Criado en un barrio de clase media baja, el futbolista siempre tuvo empatía con la realidad de las favelas que recorría Marielle. “Las personas que juegan al fútbol” – dice- “representan mucho para los niños pobres. Más aún en un momento en que el gobernador de Río da la garantía a la policía de disparar desde helicópteros contra la gente de la favela…”.
Julião votó en las últimas elecciones presidenciales por Fernando Haddad. No oculta sus simpatías por el PT. Después de que se conociera el fallo del Superior Tribunal de Justicia (STJ) que le permite a Lula ser presidenciable en 2022 y que éste último se pronunciara sobre el fin de su proscripción, el marcador de punta exclamó: “Qué discurso fantástico. Un soplo de esperanza después de tanto caos”.
Voz crítica, consciente del papel que debe cumplir un futbolista comprometido con su tiempo y de sus privilegios, Igor se reconoce en los de abajo. Aquellos que sobreviven entre miles de cádaveres que se amontonan en las morgues y cementerios de un país a la deriva. “Gano un salario muy alto, comparado con el de la mayoría de los trabajadores brasileños”, confiesa, aunque no pertenece a la élite de los profesionales que reciben mayores ingresos. El gol a Flamengo que definió el partido fue el primero que marcó con los colores del Fluminense. Solo tenía cuatro más convertidos en Eslovaquia. Su saludo con el puño en alto le dio más visibilidad a este carioca. Donde ya murieron más de 300 mil brasileños, él no está dispuesto a mantenerse en silencio.