Lawfare es un neologismo creado por el general de la aviación norteamericana, Charles J. Dunlap Jr. Profesor de la Duke University School of Law estadounidense, en 2001 lo definió como “El uso de la ley como un arma de guerra”. En 2017, Dunlap escribió un artículo para el “Military review” que denominó “Manual Básico de introducción a la guerra jurídica”.
Señaló que, con el tiempo, la definición de lawfare ha evolucionado, y que hoy en día se entiende mejor como “el uso de la ley como un medio para conseguir lo que de otra manera tendría que conseguirse con la aplicación de la fuerza militar tradicional”. Citó al estratega chino Sun Tzu, quien señaló que la excelencia suprema del objetivo de la guerra es “subyugar la resistencia del enemigo sin tener que luchar”. En estas simples frases se puede hallar una fantástica descripción de la estrategia llevada a cabo por la asociación dirigida por Mauricio Macri con el fin de saquear en la máxima extensión posible los recursos de la República Argentina. Hace muchos años, de esos personajes decíamos que siguen “la ley del menor esfuerzo”. Para ello, Dunlap cita a su vez a Dean Cheng, quien habla chino fluido, vive en Estados Unidos y es integrante y asesor de “La Fundación Heritage”. En la página oficial de la institución, puede leerse que “La Fundación Heritage es un baluarte contra la marea creciente del socialismo y las turbas que buscan destruir este gran país”. La cita es lo suficientemente elocuente de la ideología tanto de la fundación como de la de sus integrantes. Entre ellos, Cheng sostiene que, la guerra legal es esencialmente “argumentar que el grupo al que uno pertenece está defendiendo la ley, criticar el grupo opuesto por violar la ley y defender el grupo al que uno pertenece en los casos donde también ocurren violaciones de la ley”. En realidad, es una inmejorable descripción de lo que la derecha ha venido exhibiendo como discurso, carente de cualquier contenido ético, pero repleto de cinismo y soberbia.
Durante los cuatro años de gestión macrista, se concretaron todos los principios teóricos del lawfare diseñados por Dunlap y sus discípulos. Con la adaptación lógica a la realidad regional, los pilares fueron encabezados por el Poder Ejecutivo, con un gabinete de ministros seleccionados por sus cualidades afines al proyecto. Estas eran básicamente, origen de clase acomodada, escasa preparación intelectual comunitaria y carencia absoluta de parámetros morales. El segundo pilar lo constituyeron los medios hegemónicos de comunicación, esencialmente aquellos de posición dominante en el mercado. Desde allí, idearon un sistema de articulación de noticias falsas con las que se construyó opinión, profundizando el sentimiento antipopular y en especial antiperonista y alentando el apoyo a medidas económicas perjudiciales incluso para los propios sectores reclutados. Los servicios de Inteligencia del Estado, comandados por el propio presidente de la Nación, realizaron tareas de espionaje cuya dimensión no había sido alcanzada ni siquiera en dictadura, proveyendo al cuarto pilar, el material indispensable para las persecuciones. De ese modo, el sector más reaccionario del Poder Judicial, materializó uno de los desafíos más complejos de todo saqueo en gran escala, que es garantizar impunidad a la banda que integran, al tiempo que imputar, procesar y hasta encarcelar opositores. Esta mecánica, además de neutralizar una parte de la militancia, actuó como formidable disciplinador de sectores intermedios tradicionalmente indecisos o diletantes. Y con ese blindaje, llevaron adelante un saqueo jamás visto en el país.
Hoy, a pesar de ser conocidas muchas de sus tropelías, al seguir contando con la protección de jueces y fiscales cómplices, disfrutan de sus abultadas fortunas. Los más visionarios ya salieron del país para no correr riesgos. Otros, como Mauricio Macri, doblan la apuesta, en la seguridad de que la mentira compulsiva que reproducen cada día, les garantiza la impunidad prometida. No reparan en que esa clase de impunidad, suele ser efímera. Sobre todo, cuando la comunidad tarde o temprano, les pasa factura por sus crímenes. Ese día, será tarde para retirar la apuesta. Habrá llegado la hora de la justicia.