Palabras como demonización y denominación -que nada tienen que ver una con la otra- en nuestro devenir histórico fueron siempre de la mano acorde a los intereses políticos y económicos de un sector que buscó justificar la exclusión de las mayorías en un proyecto que pretendía ser para las minorías.
Se intentó, por medio de determinadas representaciones sociales marginar a los pobres de la distribución de las riquezas y de la igualdad de oportunidades. Para hacerlo, los intelectuales del establishment entendieron que debían cargar con prejuicios de clase, estigmatizaciones y discursos de odio que recaigan sobre los pobres.
Imaginemos que el concepto de “pobres” es un frasco que se encuentra vacío y que se va llenando con significantes como: “Los pobres son negros de alma”, “los pobres no quieren trabajar”, “los pobres no tienen cultura”, “los pobres usan la plata para comprarse zapatillas de marca”, “los pobres no quieren salir de la pobreza”, “los pobres son todos chorros”, “los pobres son todos planeros”, “los pobres se embarazan para cobrar un plan”, etc.
Ese frasco que está guardado en algún lugar del imaginario colectivo se destapa e impregna el sentido común de una parte de la sociedad cuando la palabra “pobres” se hace presente en el discurso. En ese momento, todos esos significantes vienen a la cabeza del hablante para demonizar a un sector que ha sido de antemano denominado por otros.
Entonces, lo que decimos desde este espacio es que la palabra “pobres” es un marco mental y conceptual que, como nos recuerda el padre de la lingüística cognitiva George Lakoff (2007), son estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo. Cuando se oye una palabra, en este caso “pobres” se activa en nuestro cerebro su marco con todos sus significantes.
Cuando esto sucede, entramos en una discusión que desde el primer momento está condenada a perderse porque los límites de la discusión ya fueron impuestos. Quizá podamos introducir alguna cuestión científica y racional que permita por medio de datos reales contradecir su falsa visión sobre este sector, pero el resultado final está sellado, los pobres seguirán siendo todo eso que ellos se imaginan.
Por ello, cambiar de marco es cambiar el modo que tiene la gente de ver y entender el mundo, es cambiar el sentido común, y debido a que el lenguaje activa los marcos, los nuevos marcos necesitan de un nuevo modo de denominar las cosas, porque “pensar diferente es hablar de modo diferente” (Lakoff, 2007).
Este proceso de creación de marcos conceptuales se realiza mediante procesos que producen los medios de comunicación, estableciendo una agenda, priorizando noticias y enmarcando aspectos de los acontecimientos para establecer relaciones entre ellos y promover una interpretación, evaluación y solución.
Una clave está en que dejemos de hablar de “pobres” porque el marco ya fue llenado con estos significantes. Más bien, hablemos de sectores vulnerables, de los condenados de la tierra, de los de abajo y de los que esperan al final de la fila por su reconocimiento. Hay que dejar de cabalgar en la agenda de los que se creen dueños de un país que detestan. Hay que comenzar a definir nuestros propios límites, sin miedo. Siempre tuvimos 33 de mano, solo hay que animarse y tener la decisión política de hacerlo.
* Magíster en Políticas Sociales (Grupo Artigas)
** Magíster en Comunicación (Grupo Artigas)