Tras organizar y producir en Buenos Aires exhibiciones fotográficas que aún circulan en el imaginario colectivo como John Lennon, sus años en Nueva York, de Bob Gruen, Ramones & CBGBs, de Roberta Bayley, o Early Stones, de Michael Cooper, The Music Photo Gallery lleva adelante hasta fines de este mes otra muestra con su sello distintivo. Se trata de Me, New York City and the Punk Scene, en la que Chris Stein, fundador y guitarrista de Blondie, comparte su veta fotográfica. De hecho, está basada en su libro homónimo, publicado en 2018, donde el artista no sólo registró la escena musical que se cocinaba en su ciudad natal a fines de los setenta y comienzos de los ochenta, sino que también recrea la cotidianidad de los neoyorquinos en aquellos años. “Aunque parezca sobre música, esta muestra está inspirada en la gente en las calles, haciendo vida cotidiana en la segunda parte de los años setenta”, confirma a Página/12 el autor acerca de una exposición adaptada a estos tiempos pandémicos, pues está disponible en el sitio web de la compañía dirigida por el argentino Sebastián Alderete.
Desde autorretratos tomados en el destartalado departamento que Stein compartió con su pareja de ese periodo, amén de frontwoman de Blondie, Debbie Harry, hasta la Nueva York abandonada y contracultural de esos años componen esta muestra. Aunque sin duda su principal atractivo radica en los iconos de la cultura pop con los que el artista se cruzó: William Burroughs, Joey Ramone, Iggy Pop y David Bowie. Por lo que Me, New York City and the Punk Scene es una crónica de la vida entre compañeros de banda, y héroes del punk y la new wave. Así como una carta de amor a la metrópolis que sirvió de inspiración y telón de fondo de esos días. “Estaba tratando de conseguir una vibra y de transmitir cómo era la atmósfera que rodeaba el comienzo de esa escena musical”, explica Stein, al otro lado del teléfono en los Estados Unidos. “Tomé fotografías de todo lo que hicimos. Pero también tomé fotografías de nuestro entorno, de nuestro vecindario y de todos los lugares a los que viajábamos. Pensé que si conseguía que eso saliera a la luz, había valido la pena el esfuerzo”.
Si bien en la historia de la cultura pop sobran los ejemplos de músicos que desarrollaron otras facetas artísticas tras subirse a un escenario, el caso de Stein fue diferente y hasta tiene acta de nacimiento. “Desde chico, siempre tuve una cámara en la mano. Más tarde, a mediados de los sesenta, se estrenó la película Blow Up, de Michelangelo Antonioni, que causó un fuerte impacto en mi generación”, reconoce el artista, que en 1982 publicó su primer libro dedicado a la fotografía, Making Tracks: The Rise of Blondie. “Mi amigo Dennis McGuire, quien se movía cerca del entorno de Andy Warhol, terminó siendo otra de mis influencias. Así que cuando entré en la facultad para estudiar Artes Visuales, lo que hice fue verter y canalizar toda esa información”. Ken Schles también tuvo un peso notable en su estilo. “Fue una inspiración al momento de hacer mi libro Point of View (Me, New York City and the Punk Scene). Sus libros son fantásticos. Están llenos de fotos de niños en los tugurios de Lower East Side y cosas así. Me ayudaron a pensar en la atmósfera que deseaba retratar”.
-En tu muestra alternás fotos a color con algunas otras en blanco y negro. ¿Cuál formato te parece más representativo para registrar una época?
-Me gusta el blanco y negro, en general, porque ofrece elementos muy minuciosos que no se pueden expresar en una fotografía a color. Pero la fotografía a color también está bien. Puedo trabajar en ambos formatos.
-Cuando comenzaste a hacer fotos, te preocupaste por formarte académicamente. Hoy, con un buen teléfono e ideas parece que todo se resuelve. ¿Hasta qué punto está bueno ser autodidacta?
-Así es. Hoy todo el mundo puede acceder a la tecnología, lo que tiene sus cosas buenas y malas. Algo que rescato de las fotos hechas con un teléfono es el sentido de la inmediatez. Sirve, por ejemplo, que registrar algún momento político o situaciones con la policía. Eso antes era imposible. Hay gente que hace muy buenas fotos con sus aparatos.
-Aprovechando que mencionaste la política, ¿cómo es la vida sin Trump en el poder?
-Biden ha sido una buena alternativa en comparación con Trump. Como desde hace mucho que ha estado en Nueva York, todo el mundo en la ciudad sabe lo soberbio y arrogante que es. Pero lo más increíble es la cantidad de gente que lo sigue. Por esa razón, Estados Unidos todavía tiene un largo camino por recorrer.
-Además de lo emocional, ¿qué te viene a la mente cuando mirás esas fotos? ¿Pensás que el pasado era mejor?
-Lo interesante de la exposición es que, si bien muestra momentos que estuvieron muy buenos, no se aferra al pasado. Me parece que también abre el juego, en un cincuenta por ciento, a pensar que lo mejor está por venir.
-De entre las fotos de tu muestra, hay una que destaca porque la protagoniza un músico que no es neoyorquino. ¿Cómo surgió ese retrato a Anthony Kids (Red Hot Chili Peppers) cuando apenas era un niño?
-Había conocido a su padre. Nos hicimos amigos de la escena de Los Angeles, y un día apareció con Anthony. Me pareció que tenían tanto para decir juntos que les propuse hacer algunas fotos.
-A fines de los setenta, ¿cuál era la escena más punk: la inglesa o la neoyorquina?
-No lo sé. Punk es una definición bastante compleja. Si nos aferramos al imaginario que existe en torno al género, tanto musical como estéticamente, te diría que el punk es inglés. La escena neoyorquina tuvo componentes sonoros latinos y negros que la influyeron de manera muy fuerte.
Me, New York City, and the Punk Scene es un estupendo documento histórico del nacimiento y auge del punk y la new wave neoyorquina, donde Debbie Harry deslumbra en medio de su ebullición. “Ella era una gran modelo”, reconoce el artista, quien espera que la muestra se pueda ver en Buenos Aires, con los protocolos respectivos y con algunas fotos autografiadas por él, muy pronto. “Esa cualidad fotogénica siempre la tuvo”. El anuncio del estreno local de la versión pandémica de la muestra coincidió con la celebración de los 40 años de Autoamerican, álbum que con el paso del tiempo cobró la dimensión de obra maestra del grupo. Aunque cuando apareció fue resistido por la prensa y hasta sus fans, quienes aspiraban a que la banda se mantuviera en la línea del disco Parallel Lines (1978). “Es un muy buen disco, pero en nuestra disquera no gustó tanto”, recuerda. “Un tema como ‘Rapture’ es la consecuencia de esos años, en los que se mezclaba gente muy diferente y la acción estaba a la orden del día las 24 horas. La conexión nos hizo a todos muy familiares”.
-¿Cómo es hoy la conexión entre Debbie Harry y vos?
-Somos amigos y hablamos todo el tiempo. Tenemos suficiente material para un disco nuevo, y queremos hacerlo. Pero es muy difícil en estos tiempos con el virus dando vueltas.
-La última vez de Blondie en Buenos Aires, en 2018, no pudiste venir por problemas de salud. ¿Pero qué recordás de su debut local, 14 años antes?
-Estuve muy poco tiempo, por lo que sólo tengo flashes. La próxima vez espero estar más tiempo para conocer lo que pasa musicalmente. Me gusta la música sudamericana porque me parece moderna. Allá no todo es rock and roll.