“Ponemos a Nietzsche al servicio de la academia queer”, nos dice la teórica política Zeynep Gambetti desde la Universidad de Boğaziçi, en la ciudad de Estambul. Llamamos para consultarle por la inscripción Gay Science que acompaña los paraguas multicolores y las banderas arcoiris que desde hace semanas flamean en el campus y contra los que la policía arremete sin pausa. Atiende el teléfono desde las orillas del Bósforo una vez que lxs alumnxs que habían sido detenidxs en la biblioteca fueron liberadxs. Mientras tanto el despliegue represivo en la universidad la vuelve una suerte de destacamento. Hace unos días, por decreto presidencial, se anunció que Turquía se retiraba de la Convención de Estambul -llamada así porque se firmó en esa ciudad en 2011-, que es uno de los instrumentos europeos que oficia de marco legal para combatir la violencia de género. Esta semana, el parlamento de Polonia se propuso hacer lo mismo.
Gambetti viene trabajando sobre la caracterización del fascismo contemporáneo tomando como punto de partida el régimen ultra derechista del presidente Recep Tayyip Erdoğan. En América Latina, sus textos fueron traducidos en Brasil por la editorial Criação Humana, con el título Actuar en tiempos sombríos, que es lo que hace esta profesora y activista, dedicada por años al periodismo, editora también de los libros La cuestión kurda en Turquía (2019) y Vulnerabilidad y resistencia (junto a Judith Butler y Leticia Sabsay, 2016).
¿Cuál es el significado político de que Turquía se retire por decreto presidencial de la Convención de Estambul? ¿Por qué ahora y cuáles son las reacciones?
No hemos todavía salido de la Convención de Estambul, porque debe votarlo primero el Parlamento. Pero el presidente Erdoğan declaró que Turquía se retiraría porque está buscando recuperar la popularidad que su Partido Justicia y Desarrollo (AKP) está perdiendo. Lo intenta a través de los grupos conservadores radicales y las sectas que están en contra de esa convención con el argumento de que “destruye la estructura de la familia”. Otra razón evocada es que alienta la “perversión” porque protege a las minorías sexuales. Los políticos y los medios pro gobierno están incitando cada vez más al odio contra la comunidad LGBTI+ en Turquía. Las marchas del orgullo están prohibidas desde 2015. Las feministas tuvieron también muchas dificultades para sostener las marchas del 8 de marzo. La intervención policial en este sentido es cada vez más violenta. Pero el discurso anti-LGBTI+ se puso especialmente tóxico el año pasado.
¿Cómo fue que la universidad se convirtió en la escena principal del ataque?
Cuando empezó la resistencia en la Universidad Boğaziçi en enero de este año, flamearon banderas LGBTI+ en el campus y luego hubo una exhibición de arte organizada por estudiantes que se usó de excusa para criminalizar a la comunidad LGBTI+, en particular a partir de una obra que contenía una representación de Kaaba, el lugar más sagrado del Islam en la Meca, con banderas arcoiris en todas las esquinas. Ahora, Erdoğan declara que Turquía se retiraría de la Convención de Estambul.
¿A qué responde el ataque a la comunidad LGBTI?
Como en muchas partes del mundo, donde el populismo autoritario gana terreno, el género y la orientación sexual devienen las palabras clave para consolidar y unificar las facciones reaccionarias alrededor de cruzadas simbólicas. Esto le permite al gobierno ocultar las inequidades que devastan a partes de la sociedad y permite que florezca un sistema nepotista de privilegios.
La universidad se convirtió en una escena de protestas que también permiten visibilizar más ampliamente lo que sucede en general...
Sí. Nuestro repertorio principal consiste en nuestra presencia corporal en la plaza principal del campus de la universidad, vestidxs con el atuendo académico (unas togas azules y celestes) y de espaldas al rectorado. Es una manera de ocupar el espacio, marcando la universidad como “nuestra”. Al estar de pie ahí todos los días al mediodía, en realidad estamos performateando nuestra tenacidad: el rechazo a aceptar el rector impuesto es al mismo tiempo un acto de desobediencia civil y una muestra de fuerza. Estamos usando mucho las redes para construir solidaridad y tratar de confrontar la atmósfera de post verdad construida por la prensa pro-gobierno. Nuestra lucha también despertó el deseo reprimido de revuelta dentro de la sociedad turca. Asociaciones profesionales, sindicatos, y otras universidades se inspiran en nuestra resistencia, porque promete crear una fisura en el muro y desbordar hacia otras luchas por la democracia.
Venís trabajando sobre la importancia de nombrar este momento político en Turquía con el término fascismo y desde ahí pensar lo que sucede también en otras partes del mundo. ¿Cómo estos eventos se leen desde ahí?
El gobierno de AKP está vaciando no sólo universidades sino todas las instituciones de las esferas judicial, política, económica y social. Estamos presenciando una forma de Gleichschaltung (proceso político de control totalitario de Alemania por parte del partido nazi, también conocido como nazificación), alineando todas las instancias de la sociedad. Cada vez más poder se concentra en las manos del presidente.
Sin siquiera sentir la necesidad de hacer enmiendas constitucionales, el gobierno ha establecido un régimen autoritario desplegando una proliferación de leyes, estatutos, directivas y regulaciones, dejando a los agentes judiciales la discreción de usarlos de acuerdo con los objetivos del gobierno. Éste es exactamente el mismo uso táctico de la ley del que hablan Michel Foucault y Judith Butler.
Insistís en debate con autores como Enzo Traverso, por ejemplo, diciendo que hay que hablar de fascismo, actualizando el concepto pero con la urgencia de no eludir esa caracterización...
Mi perspectiva sobre las nuevas formas de fascismo consiste en construir el fascismo como una forma de gobernar poblaciones. No puede esperarse a que los casos históricos de fascismos se repitan de idéntica manera hoy en día. El fascismo no puede ser reducido tampoco a una ideología particular, aun si hay elementos comunes que los movimientos de derecha conservadora utilizan invariablemente. Mi predicción es que los nuevos fascismos estarán caracterizados por una convergencia de violencia de estado, estrategias de gubernamentalidad biopolíticas y tácticas neoliberales de precarización. La transgresión de límites legales, morales o de sentido común, la ampliación de la imprevisibilidad y la polarización, y la producción constante de cuerpos prescindibles son signos seguros de que se está instaurando una gubernamentalidad fascista. Esto es lo que estamos viviendo en Turquía, en mi opinión.
¿Cómo ves la capacidad de respuesta frente a estos regímenes?
Siempre ocurre que, en tiempos difíciles, las relaciones se hacen más intensas y se construyen lazos de solidaridad imprevistos entre grupos previamente no conectados. En Turquía, esto se ha convertido en la fuente de nuestra fuerza.
Nuestra posición inicial de vulnerabilidad nos abrió a establecer relaciones de apoyo con otres en dos formas distintas pero interrelacionadas. Primero, porque estamos bajo ataque es que entendemos cuán frágiles son los acuerdos institucionales y constitucionales que sostienen la libertad académica en este caso. Esto desencadena un momento de reflexión que disipa la ilusión de autosuficiencia.
Segundo, es al acercarnos a les otres que llegamos a reconocer lo que nos une, a pesar de nuestras diferencias. Esto permite la construcción de un piso común de lucha y ayuda mutua, transformándonos a todes a medida que nos relacionamos cada vez más entre nosotres.
La persecusión ideológica que denuncian a la vez les ha conectado con colegas de otros países que también vienen señalando estas cuestiones, ¿verdad?Fue por ejemplo muy impactante para mí participar en un panel con un colega francés que está siendo objeto de una caza de brujas contra los así llamados "islamistas de izquierda", tanto por la academia francesa como por el establishment político. Nosotres, intelectuales del Sur global, fuimos compadecidxs previamente por nuestros colegas del Norte global, ya que tenían la impresión de que nuestra vulnerabilidad académica se debía al "subdesarrollo". Ahora, ¡parece que estamos todes en el mismo barco! Los académicxs del norte se dan cuenta que la invasión de racionalidades políticas y económicas contra las libertades conquistadas es una condición global. Y tienen mucho que aprender de las luchas que se están librando en el sur global. Por esto, me gustaría terminar con un llamado. La torre de marfil se cayó. Nosotres, como profesorxs, investigadorxs, académicxs, estamos en el campo abierto de la política. Es el tiempo para crear una Academia Internacional que no sólo una a lxs investigadorxs bajo amenaza en todo el mundo, sino que también conecte a las universidades en la lucha contra el racismo, el sexismo, la explotación y las nuevas formas de fascismo.