Solo existe una persona más apasionada en este mundo que el comprador de libros. Un editor. No digo la persona que trabaja por encargo para una firma y selecciona libros para un público ya existente. Me refiero a quien tiene la pasión de invertir y arriesgarse por títulos que aún no existen, en busca de lectores.
Hace algunos años, tuve una conversación con el célebre editor Jorge Álvarez, en ocasión de su regreso al país. Me dijo que muchos de nosotros compramos libros que nunca leeremos. “Es el motor de esta industria”, me dijo. Un comprador de libros no es siempre un lector. Para el primero, la relación con los libros es casi fetichista, aspira a la colección. Lo mismo ocurre con un editor, que tiene una relación tan estrecha con los libros como la del capitán Ahab con Moby Dick, pero aspira al catálogo. Un editor serio es el que tiene una anécdota para cada uno de los libros que publicó.
El jueves 25 de marzo murió Raimundo Salgado, el primer gran editor que tuvo el psicoanálisis en nuestro país. Fundador de la editorial Letra Viva y de la mítica librería homónima situada sobre la avenida Coronel Díaz, a unas pocas cuadras del shopping Alto Palermo, muchos años antes de que éste existiese, en 1967 Salgado se lanzó al mar con una empresa no menos titánica que la del personaje de Melville.
Letra Viva fue la primera librería del país especializada en psicoanálisis. Todavía lo es, hoy a cargo de Leandro Salgado, hijo de Raimundo y continuador de su legado. Para los visitantes del local, en el que puede verse una foto de Oscar Masotta, hasta hace un tiempo era común encontrar a mano la distribución gratuita de la revisa Imago Agenda, que hoy por motivos públicos, se difunde de manera digital. Mientras se publicó en papel, esta revista llegó a tener una tirada de 10.000 ejemplares que, regularmente, se hacía llegar a instituciones, consultorios y asociaciones de psicoanalistas.
La foto de Oscar Masotta en la librería tiene una historia, ya que fue él quien presentó el primer libro de Letra Viva: El Presidente Thomas Woodrow Wilson, de Sigmund Freud y que fuera publicado en 1973. Al poco tiempo, el libro estuvo agotado. Y en 1974, dado que el proyecto editorial crecía, surgió la revista Imago. En el primer número se hizo eco de lo que Raimundo llamó “la euforia althusseriana de aquellos días”. El volumen comenzaba con un homenaje a Freud, de José Rafael Paz, seguido del “Curso de Filosofía para Científicos”, de Althusser, y los aportes de Emiliano Galende, Antonio Pérez García, Luis Erneta, Beatriz Bugni con un comentario de Teoría de las Ideologías y Psicoanálisis, de Luis Hornstein.
El segundo número, que tengo en mi escritorio mientras escribo estas líneas, llevó el sugerente título: “¿Qué dice Lacan?” y contó con artículos de Germán García, Jorge Jinkis, Guillermo Maci, entre otros. A partir de ahí, cada número se caracterizó por voces diversas y por fuera de los efectos miméticos de una agrupación específica. Lo que sí es claro es que Letra Viva llegó en uno de los momentos más importantes de la historia del psicoanálisis local: el pasaje del kleinismo al lacanismo.
Una anécdota para ilustrar este pasaje la contó alguna vez el mismo Raimundo a propósito de su relación con Pichon-Rivière: “Resulta que Pichon-Rivière venía a la librería siempre. Charlábamos mucho. Cuando llegaba --pobre, estaba enfermo ya-- agarraba un libro y se lo llevaba en una bolsa. Después me llamaba por teléfono la secretaria y me decía: ‘Vi que llevó libros de su librería. ¿Cuánto le debe?’. Yo le decía tanto. Venía ella y me lo pagaba. Pero él se lo llevaba directamente y a mí jamás se me ocurrió cobrarle los libros a Pichon. Hablando, un día le digo: ‘Dígame, ¿usted sabe quién es Lacan?’. ‘Eh, cómo no voy a saber --dice--, pero claro, sé quién es Lacan’. Me contó que tenía una carta de Lacan. Dijo: ‘Lacan me escribió una carta y la tengo en el estudio’. ‘¡Ah --le dije-- por qué no me la trae! La quiero ver’. ‘Esa carta es para usted --me dijo--. Yo se la voy a regalar, se la voy a traer, se la voy a obsequiar a usted’. Fenómeno, macanudo. Vino al otro día --creo que venía un día a la semana-- y le digo: ‘¿Pichon, se acordó de la carta de Lacan?’. ‘No, pero se la voy a buscar’. Bueno, fenómeno. Vino otra vez y le digo: ‘¿Pichon, me trajo la carta?’ Y me dice: ‘¿Sabe? Yo no la encuentro. La tenía en el escritorio y no la puedo encontrar’.
Tiempo después Pichon murió y, un día, Jorge Jinkis le dijo a Raimundo: “Che, Ray, ¿sabés una cosa?, Masotta tenía una carta que le escribió Lacan a Pichon-Rivière”. Para Raimundo, dado que Pichon le había prestado su escritorio a Masotta para que diera clases, éste le había robado “su” carta. Así surgió un excelente chiste editorial. A Raimundo se le ocurrió publicar “La carta robada” --el cuento de Poe-- y regalarlo a los clientes. Cuando Masotta se enteró, empezó a mandar a todos amigos a Letra Viva para que compraran libros.
Hay infinidad de anécdotas entre las solapas de los libros de Letra Viva. Raimundo fue un editor de la vieja escuela, de esos que se reunía con los autores, compartía cenas y tertulias, esperaba el hallazgo. En el inmenso catálogo de Letra Viva están las óperas primas de muchos psicoanalistas de nuestro país, libros que con el tiempo se han vuelto clásicos e irradian hacia toda Latinoamérica. Mencionar uno podría cometer la injusticia de relegar a otro, pero con esta salvedad inevitable, elegiré algunos según las décadas: la serie de libros de Raquel Soifer, entre los que se cuentan títulos como Cómo le explico a mi hijo. Orientación sexual por edad (1974) y Cómo oriento a mi hijo. Diálogos con adolescentes (1985); Del escrito (1984) que reúne una serie de conferencias auspiciadas por la Escuela Freudiana de Buenos Aires en la Sociedad Hebraica Argentina, en la colección que “Incidencias freudianas”, dirigida por otra gran psicoanalista cercano a Raimundo: Isidoro Vegh; Ensayo de las razones (1997), de Juan B. Ritvo y Carlos Kuri; Escenas, causas y razones de la vida erótica (2003) de Sergio Rodríguez y Ricardo Estacolchic; Una voz que se hace letra. Una lectura psicoanalítica de la biografía de Charly García (2009) de Marcelo Mazzuca; El prójimo y lo abyecto (2013) de Carlos Quiroga; Introducción al acompañamiento terapéutico (2015) de Sergio Sáliche; Corregir la muerte. Borges, entre literatura y psicoanálisis (2020) de Santiago Rebasa.
Este pequeño relevamiento de títulos permite ubicar cómo Letra Viva en estos años ha publicado a autores de diferentes orientaciones, que escriben para psicoanalistas, pero también para un público amplio; libros más técnicos, ensayos, conferencias, libros de divulgación, textos académicos. El psicoanálisis de producción local, en sus más variados géneros, tuvo y tiene en Letra Viva su órgano de difusión y transmisión.
Con la despedida de Raimundo Salgado, el psicoanálisis argentino está de luto, pero como dice la segunda parte de un dicho popular: lo escrito permanece. La letra no deja estar viva. Más viva, gracias a su historia.