La pobreza se ubicó en el 42 por ciento de la población argentina en el segundo semestre del 2020, lo cual implica una fuerte suba con respecto al 35,5 por ciento del mismo período del 2019, informó este miércoles el Indec. Dentro del universo de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que abarca a los 31 aglomerados urbanos del país, la cantidad de personas en situación de pobreza pasó en el curso del último año de casi 10 a 12 millones. Desde el segundo semestre de 2016, cuando el Indec cambió la metodología de cálculo de la pobreza, el indicador pasó de 30,3 por ciento al 42 por ciento.
En cuanto a la indigencia, la foto en el segundo semestre del 2020 muestra un 10,5 por ciento, por encima del 8 por ciento del mismo período de 2019. En las urbes que mide la EPH hay 3 millones de personas indigentes. El dramático cuadro social muestra el impacto negativo de la pandemia sobre los ingresos y empleo junto a la dinámica de la inflación en alimentos.
En perspectiva
El informe oficial publicado ayer correspondiente al segundo semestre del año pasado muestra que casi uno de cada tres hogares está en situación de pobreza. Se trata del 31,6 por ciento de las familias, que supone el 42 por ciento de las personas. En consecuencia, sólo el 58 por ciento de las personas no son pobres. Dentro del conjunto que está por debajo de la línea de pobreza, el 7,8 por ciento de los hogares, que implica el 10,5 por ciento de las personas, es indigente.
Para poner estos datos en perspectiva, vale utilizar la serie de datos desarrollada por los investigadores Guido Zack, Daniel Schteingart y Federico Favata, quienes encontraron que bajo la metodología actual, la pobreza hubiera sido del 57 por ciento en 2003. Para encontrar un valor como el actual (42 por ciento) hay que remontarse a mediados de 2006.
En relación a los datos del segundo semestre del 2019, la cantidad de hogares/personas en situación de pobreza aumentó en un 18,3 por ciento. En el caso de la cantidad de hogares/personas indigentes, el incremento interanual fue del 31,3 por ciento.
Entre octubre 2001 y mayo de 2002, en la mayor crisis socio-económica de la historia argentina, la cantidad de hogares/personas en situación de pobreza subió un 38 por ciento, mientras que la indigencia saltó un 82 por ciento.
Más lejos
En el segundo semestre de 2020, el ingreso total familiar promedio de los hogares pobres fue de 29.567 pesos, mientras que la canasta básica, que se utiliza para definir la línea de pobreza, alcanzó los 50.854 pesos. La distancia entre el ingreso y la canasta también subió, es decir que no sólo hay mayor cantidad de pobres sino que los pobres están más lejos de revertir su situación.
Entre los niños (de 0 a 14 años) la pobreza asciende al 57,7 por ciento, de modo que en el país hay más personas de esa edad que son pobres que los que no lo son. Un año atrás, ese número estaba en el 52,3 por ciento. También subió fuerte la pobreza en la franja de 15 a 29 años, desde 42,5 por ciento a 49,2 por ciento. Entre los 30 y 64 años, el avance fue de 30,5 a 37,2 por ciento. En este contexto, un dato no tan malo es la relativa estabilidad de la pobreza en la franja de 65 años y más, dado que pasó del 11,3 al 11,9 por ciento.
El desagregado regional muestra que en el Conurbano bonaerense la pobreza llegó al 51 por ciento de las personas y la indigencia, al 15,2 por ciento. Un año atrás, la pobreza en ese distrito era del 40,5 por ciento y la indigencia, del 11,3 por ciento. En el segundo semestre de 2018, la pobreza en el Conurbano era del 35,9 por ciento. También superó el promedio de pobreza el Gran Mendoza (44 por ciento), Gran Resistencia (53,6), Gran Tucumán-Tafí Viejo (43,5) y Concordia (49,5).
Pierden la carrera
La suba de la pobreza se explica por ingresos que son superados por la evolución de los precios de los alimentos y de los servicios básicos. Por el lado de los ingresos, el Indec calculó que en diciembre pasado frente al mismo mes de 2019 el avance del salario fue del 33 por ciento. Pero además, según el Ministerio de Trabajo el empleo registrado perdió 222 mil puestos a lo largo del año. Es de suponer que el impacto entre los no registrados haya sido mucho mayor.
En el mismo período, el capítulo de alimentos y bebidas del IPC-Indec subió un 42,1 por ciento, con especial subas en carnes y derivados, frutas, verduras y legumbres. Por ello, la canasta alimentaria, que define la línea de indigencia, avanzó en 2020 un 45,5 por ciento. Gracias al congelamiento de los servicios públicos, la suba de la canasta básica fue algo más moderada, del 39,1 por ciento.
El 2020 arrojó entonces una retracción del empleo en conjunto con un fuerte deterioro del poder adquisitivo de las personas que mantuvieron su puesto. Esto se dio en un contexto de pandemia pero también de fuertes controles de precios y congelamiento en muchos rubros, algo que este año no va a continuar en esa magnitud. Los datos también muestran que las medidas oficiales para contener el impacto de la pandemia, si bien permitieron que la situación no empeorara todavía más, es a las claras insuficiente para contener la retracción del ya muy deteriorado tejido social.