Brasil hubiera votado por quinta vez consecutiva a la presidencia de la república en 1965. Los candidatos hubieran sido Juscelino Kubitschek, Carlos Lacerda y Leonel Brizola. (No era seguro que Brizola fuera candidato por ser cuñado de Jango. Se salía a pintar las paredes con "Cuñado no es pariente. Brizola para presidente").
El golpe de 1964 interrumpió la democracia y fue un hito que divide la historia brasileña. Después de solo 19 años en los que se reanudó la democracia en 1945, las FFAA tomaron el poder y gobernaron durante 21 años.
Se intervino en el Congreso y en el Poder Judicial, destituyendo a un gran número de parlamentarios y jueces. Todo lo democrático fue víctima de ataque, destrucción, encarcelamiento, muerte. Sobre todo, hubo una represión generalizada del movimiento popular, de los partidos y movimientos sociales, del sindicalismo, de los intelectuales de izquierda, de las universidades, de la militancia de izquierda en general.
Gregorio Bezerra, negro, comunista, de Pernambuco, fue detenido y arrastrado por las calles de Recife atado con una soga a un jeep. Era una forma de mostrar lo que el nuevo régimen estaba dispuesto a hacer con cualquiera que resistiera la dictadura.
Miles de brasileños fueron arrestados, torturados (la tortura se convirtió en la forma sistemática de interrogatorio), asesinados, exiliados. Miles de ellos han desaparecido.
El Estado brasileño fue militarizado, con su ocupación por parte de las FFAA. La ideología de la seguridad nacional, que calificó de subversiva cualquier expresión de divergencia, se volvió la ideologia oficial de la ditadura.
Los líderes del golpe fueron los generales Humberto Castelo Branco y Golbery do Couto e Silva, quienes habían fundado la Escuela Superior de Guerra, en 1949, para liderar la “lucha contra la subversión” durante la Guerra Fría. La FFAA pasaron a decidir quién debería ser el presidente de Brasil, una elección que era legitimada por el Congreso. Fueron ellos, y no el pueblo brasileño, quienes eligieron a la máxima autoridad del país, dictadores y no presidentes elegidos por los brasileños.
Brasil vivió, durante la dictadura militar, el peor momento de su historia. Es muy grave que un político apruebe el golpe y la dictadura, que rindiera homenaje al peor torturador en el Congreso, como lo hizo Bolsonaro. La tortura es un crimen atroz, por la barbarie que representa. Quien haga su apologia debe ser procesado, condenado y encarcelado.
Que al golpe se lo llame movimiento, que a la dictadura se la catalogue como movimiento de pacificación no es casualidad. El actual gobierno se ubica en la misma línea histórica que la dictadura de 1964. También se instaló mediante un golpe de Estado, impidió que Lula, favorito para ganar en la primera vuelta de las elecciones de 2018, se postulara y eligió fraudulentamente al presidente de la república.
Un momento tan negativo como ese, que no fue elegido democráticamente por el pueblo brasileño, tiene que ser derrotado para que la democracia vuelva a Brasil. Al final de esa dictadura, se necesitará un proceso de redemocratización y una Comisión de la Verdad. De la misma manera, se tendrá que pasar por un proceso de redemocratización y tener una nueva Comisión de la Verdad, para que el país se reencuentre con la voluntad popular y que se desenmascaren las mentiras actuales y se establezca la verdad.
Será una nueva oportunidad para que Brasil pase en limpio los períodos políticos dictatoriales. Países vecinos como Argentina, Chile y Uruguay, juzgaron, condenaron y arrestaron a militares que cometieron crímenes durante la dictadura. Al contrario de lo que aquí se propaga, las democracias se fortalecieron en esos países. Aquí fue una debilidad haber permitido la impunidad de los militares que cometieron crímenes durante la dictadura, incluida la tortura.
Fue un golpe, fue una dictadura. No se debe celebrar, pero sí recordar el régimen de terror impuesto por el golpe de 1964.